Fire Emblem: Shadows of the Empire

El calor del verano se estaba acercando ya, al escucharse en el ambiente el sonido de los grillos que trinaban incansables en busca de su pareja. Las calles de ese poblado sin nombre estaban vacías y carentes de vida desde hacia unas horas, cuando la noche cayó sobre Tellius como un manto de oscuridad y misterio. Ese, irónicamente, era el horario preferido que tenia para salir a pasear por el lugar porque era mas fácil moverse en un lugar vacío que en uno que bullía de vida por doquier.

Mas fácil para cumplir mi tácito objetivo.

-Hora de cumplir mi labor habitual de vigilante no oficial.-Dije, sujetando a Magoroshi a mi cinturón-Hora de erradicar bandidos ocultos.

Esa era mi razón de ser para visitar el pueblo, el matar bandidos y detener el flagelo que lo azotaba, flagelo que como dos enormes zarpas, tenían prisioneras a las voluntades de los habitantes del pueblo cuyo nombre no conocía. Aunque poco sabia yo que el destino tenia planeado algo diametralmente opuesto a lo que tenia en mente.

Después de un agotador día sanando un par de "heroes" heridos y de discutir con Melissa por la penosa tarea en la que siempre me involucraba decidí salir a dar un paseo, había visto un hermoso lago con el que podía deleitarme la vista y descansar mis pies del bochornoso calor que comenzaba a hacer.

Cuando llegué pude ver que de noche era tan bonito como había supuesto al pasar el día anterior, estaba algo alejado del pueblo, por lo que no había nadie. Así que desmonté mi caballo y acompañada de mi bastón me acerqué a la orilla, donde me senté sobre una roca; allí introduje los pies en el agua tras descalzarme. El silencio era maravilloso y por fín había conseguido librarme de los estúpidos aldeanos que no paraban de pedirnos que hiciéramos cosas por ellos, al menos la recompensa no era mala del todo... La comida que nos ofrecían era bastante mejor que la de la taberna y por supuesto Melissa tan buena como era ella aceptaba encantada sus ofrendas sabiendo que las hacían desde el fondo de sus simples corazones.

Caminar por las calles del pueblo era algo relajante, sobre todo si se lo combinaba con la tarea de castigar a aquellos que se beneficiaban con el sufrimiento de los demás. Saliendo de uno de los barrios mas peligrosos de la zona, lo primero que quería hacer era limpiarme la sangre que estaba coagulándose sobre mi piel, producto de la carnicería que -lamentablemente- tuve que iniciar al no poder disuadir a los bandidos mediante el uso de las palabras.

Por lo menos, quedaba el consuelo de que ellos no molestarían a los habitantes de estas tierras nunca mas. Porque había tenido que sacrificarlos como los cerdos que eran.

Dado que el volver en este estado a la taberna seria una especie de suicidio, porque provocaría un pánico generalizado en la población, tenia que limpiarme en algún otro lugar que se encuentre alejado de las vistas indiscretas. Había visto hace varias noches un pequeño lago, oculto en las afueras del pueblo y que no era muy frecuentado por los transeúntes, mas aun durante la noche. Teniendo en cuenta que todavía no había concluido mi "labor" en esta región, era posible que tenga que ir mas seguido a ese espejo de agua.

Llegar a el fue fácil, siendo que la luna iluminaba el camino con su tenue resplandor. Ademas, las huellas del paso de un caballo me servían de guía, pese a lo extraño que se veía el que no fuesen de regreso al pueblo. Tal vez, y solo así, se trataba de un viajero que dejó el pueblo. Estaba junto a unos matorrales, dispuesto a desprenderme de mi ropa e ir a nadar cuando oi el ruido de un chapoteo en el agua. Acercándome sigilosamente -O lo mas que podía-, miré por entre las plantas, observando a quien causó el ruido. Y en el instante en que mis ojos se posaron en la cara de la chica que allí estaba, el mundo se paró de golpe. La belleza que de ella emanaba hacia que el mundo que la rodeaba se volviera gris de golpe, un mundo monocromo donde la misteriosa fémina era la única fuente de color que existía.

Todavía preso por la sorpresa que tan hermosa criatura producía en mi mente, no me había dado cuenta de que había hecho un fuerte ruido, al pisar sin querer una rama que estaba en el suelo. A mi, eso no me importó en lo mas mínimo, sino que solamente quería seguir viendo a la diosa en forma humana que estaba en las orillas del lago.

Escuché unos suaves pasos entre la maleza que rodeaba aquel vergel y al poco un ruido más fuerte, una rama que se partía. Había notado la localización del ruido y por la ausencia de más movimientos, deduje que no era un enemigo, quizás probablemente un aldeano que me hubiera seguido o tan sólo un curioso. Cualquiera que fuera la opción debía ser amable, tampoco quería perjudicar a Melissa, las gentes del pueblo confiaban en ella y ella confiaba en mí, no quería que mi comportamiento provocase desconfianza hacia mi hermana.

- ¿Quien eres? Acércate, no tengas miedo...

Tampoco era estúpida, tenía a mi lado mi bastón y mi espada, si bien aquel veraniego vestido aunque nada ostentoso, no era lo más apropiado para pelear; pero tampoco era incómodo en exceso.

- ¿Sucede algo en la aldea?

Mis habilidades curativas, aunque estaba mal que lo dijera yo, eran excepcionales y juraría que los dos heridos estaban completamente fuera de peligro, tan sólo quedaba que siguieran mis instrucciones e hicieran reposo, así que dudaba que hubieran empeorado, pero tampoco lo descartaba, a veces sucedían cosas totalmente imprevistas.

Al final, parecía ser que el ruido que había hecho alertó a la bella muchacha, quien me miró con calma y, entre señas y palabras dichas con suavidad, me indicaba que no temiese... y que dijera quien era.

-Solo soy un guerrero que esta de paso por el pueblo, nada mas.-Dije, en un tono entre nervioso y aliviado-Disculpa si te molesto.

Se notaba que ella no se asustó por el hecho de que un desconocido estuviese rondando por el lugar a estas horas de la noche, y ella estando sola. Si era temeraria, o simplemente sabia defenderse, era algo que yo no podía saber a la perfección, mas estando embobado por el aspecto de la chica... y porque no veía ninguna clase de arma.

-No, no sucede nada malo.-Susurré, mirando mi aspecto general, tan sucio y cubierto de sangre seca-Solo venia a relajarme, y al oír ruidos vine a ver, pero nunca supe que alguien mas viniese a este lugar a estas horas.

Reuniendo todo el valor del que disponía en ese momento, y haciendo un imcreible esfuerzo, salí al espacio abierto que había entre la vegetación y la orilla del lago, mostrando mi descuidado y sangriento aspecto. Heridas no creía tener, y si las tenia, estaban camufladas debajo de tanta sangre que cubría mi cuerpo.

-Como veras, mi aspecto muestra que estuve haciendo.-Dije, suspirando al final-Tengo que limpiarme, para no asustar a los demás.

Quedándome parado en aquel lugar, miré el piso avergonzado. No me agradaba el que me viesen con ese aspecto, mas cuando se trataba de una chica tan bonita.

Resultó que al final no era un aldeano, sino un guerrero, otro héroe en busca de una muerte temprana, pero cuanto suicida había por estas tierras.

- Lamento mi descortesía, al principio te confundí con un aldeano...

Parecía avergonzado por su intromisión y su aspecto, aunque la verdad es que si bien, estaba lleno de sangre y suciedad, tampoco había nada indecoroso en ello.

- No te preocupes, no me molestas en absoluto, aunque debo reconocer que tampoco yo esperaba compañía en este lugar. Y no te averguences de tu imagen, he visto personas con peor aspecto...

Al menos caminaba y no parecía herido, era agradable a la vista que a pesar de toda la sangre que le cubría no llevara ningún miembro propio amputado de la mano...

- Aunque quizás deberíais aprender a pelear de manera que acabárais menos embadurnado con la sangre de vuestros enemigos, os ahorraría dar tanto miedo.

Y por supuesto le ahorraría frotar durante horas la ropa para que saliera la sangre, cuando se secaba no había manera.

Parecía ser que, al haberla tomado desprevenida, la chica me habia confundido con un aldeano y por ese motivo se suscitó su ultima pregunta. Tras eso, la chica trató de asegurarme que no había ningún problema en que estuviera en el mismo lugar que ella, ademas de hacerme ver que no era malo el que yo estuviese bañado -literalmente- en sangre.

Eso me alegraba bastante, porque no quería asustarla. Y mirando un poco alrededor, noté que a su costado había un báculo con una piedra azul en uno de los extremos. Si no me equivocaba, esa piedra es un zafiro, y por el porte que ella tenia y su carencia de temor ante la sangre, podrían afirmar que se trataba de una clériga. Que hacia allí sin protección alguna era un misterio, pero no era yo el adecuado para resolverlo.

-Quise evitar el baño de sangre innecesario, pero mis oponentes no querían escuchar.-Dije, sonriendo por primera vez ante la ultima frase de la chica-Y dada la delicadeza de la situación, solo tenia un método para hacer que no molesten a los habitantes del pueblo.

Al decir eso, me quité mi camiseta negra, dejándola sobre unas rocas en la orilla. Con el torso desnudo y mostrando las viejas cicatrices de combates de gladiador, ahora cubiertas de sangre de bandido, caminé hacia las tranquilas aguas del lago, sumergiéndome en ellas y deleitándome en su frescor mientras limpiaba mi cuerpo, eliminando la suciedad que me cubría.

-Me sorprende que no hayas sentido temor alguno al verme.-Dije, mirándola por sobre mi hombro-Podría haber sido un salvaje asaltante que quería robarte, ademas de hacer otras cosas mas... perversas, para decirlo de cierta manera.

No parecía mala persona, quizás un poco ingenuo y desde luego bastante torpe en las negociaciones pero no parecía malo si se tomaba la seguridad y la justicia de esa manera. Le sonreí antes de responderle.

- En ese caso deberías rezar por sus almas, aunque descarriadas, volverán a Ashunera que juzgará sus pecados y decidirá sus destinos. ¿No crees?

Sus cicatrices revelaban que era un veterano en la lucha, algunas se notaba que habían sido tratadas por su buen aspecto, otras eran heridas que no habian recibido la curación adecuada. Pero eso era típico en cualquier guerrero que se preciara de serlo, no me extrañaba en absoluto. Tenía un cuerpo equilibrado y fornido, sin duda fruto de su trabajo con la espada. Volví a sonreirle más abiertamente cuando puso de manifiesto su extrañeza ante mi calma.

- En caso de que fueras un bandido habrías llamado mi atención nada más aparecer sin embargo no lo hiciste e intentaste pasar desapercibido. Incluso aunque quisieras atacarme por la espalda habrías saltado en cuanto hiciste ruido, antes de que pudiera preguntarte quien eres. Y en cualquier caso, yo me hubiera defendido, fueran cuales fueran tus intenciones.

Me levanté de la roca acercándome un poco a él, sabía que no tenía nada que temer, pero queria comprobar cual sería su reacción.

- ¿Insinuas entonces que tengo que defenderme de ti? ¿Vas a atacar a una simple clériga de Ashunera?

Me acerqué un poco más aun, sinuosa, segura de mí misma, sabiendo que no iba a hacer nada contra mí y aunque así fuera tenía mi bastón y mi espada. Como mínimo iba a poder defenderme...

Otra frase de la chica, otra sonrisa de mi parte. Ella era una buena persona, preocupada por el bienestar de las almas de aquellos que obraron mal, haciéndome sonrojar al decirme que rece por ellos cuando sean juzgados por la diosa Ashunera. Eso, aparte del sonrojo, me hizo recordar que yo ya no le pedía nada a los dioses, porque quería ser el mas fuerte sin ayuda de nadie. Quería saber hasta donde podía llegar por propia voluntad y habilidad.

Fue por eso que opté por el camino de la espada. Aunque a veces mis objetivos variaban ligeramente, siempre giraban en torno a ser el mas fuerte.

-Lo siento, pero yo no le rezo a Ashunera.-Dije, mirando hacia el cielo-No por falta de fe, sino simplemente porque soy de los que creen en que todos debemos hacernos responsables por nuestras propias acciones.

Luego de eso, la chica comenzó a explicarme las razones por las que yo no podía tratarme de un bandido, y que eran muy acertadas dicho sea, mostrando que trataba con una persona inteligente y observadora. Una buena combinación, de aquellas que serian difíciles de derrotar si combatiese contra ella. Y mientras hablaba, ella se puso de pie, acercándose con lentitud hacia donde estaba, provocando que mi sonrojo fuera mayor, lo que me obligaba a mirar hacia cualquier otro lado excepto en donde estaba ella.

-Y-yo no ataco a los clérigos.-Susurré de manera entrecortada-Mas aun si... si se trata de una mujer.

Para desviar mi mente de esa embarazosa situación, desenfundé mi espada con rapidez, para luego clavarla en la blanda tierra de la orilla del lago. Eso fue suficiente aliciente para recuperar la calma un poco, pero no del todo.

Pude ver como se sonrojaba al acercarme. Era joven y ya contaba con numerosas cicatrices; a veces un vida consagrada al camino de la espada desviaba la atención de los placeres más terrenales, como una buena compañía o una agradable conversación.

- Entonces rezaré yo por sus almas, y por la tuya...

Algo que por supuesto no pensaba hacer, nunca había rezado más que lo imprescindible, lo que quiere decir que antes de mi ingreso en la orden nunca lo había hecho y después sólo cuando debía hacerlo en público, el resto del tiempo fingía hacerlo, pero no era una persona muy creyente, así que rezar me parecía una total pérdida de tiempo, y no me gustaba perder mi tiempo.

- Entonces ya que estoy a salvo de tu espada, me siento más segura contigo aquí, ya que tu filo parece consagrado a los asaltantes. Ahora ya sé que no intentarán robarme o algo aún más perverso.

Le sonreí mientras hacía lo propio con mi espada y la dejaba, aunque sin desenfundarla a la orilla del lago, con cuidado de que no se mojara la funda, no quería estropear el cuero labrado.

Mientras ella continuaba acercándose, mi sonrojo no dejaba de crecer, todavía atormentándome con pensamientos mundanos y pervertidos sobre las cosas que desearía hacerle a la chica de tener oportunidad. Para olvidar todo eso, y permanecer calmado y quieto, apreté con fuerza mi puño, provocando un pequeño sangrado por la presión ejercida. y por eso, casi no había oído lo que dijo sobre que rezaría por las almas de los bandidos.

-No hace falta que reces por mi alma. No estoy muerto... todavía.-Reí al decir eso, por lo raro que sonaba-Y no pienso hacerlo, de ser posible. Antes, quiero concluir lo que me propuse.

Manteniendonos en silencio por un momento, ninguno de los dos parecía perder vista de lo que el otro hacia. En ese momento, me puse a mirar la espada de la chica, interesado en ver la manera en que ella empuñaba su arma, con el fin de aprender algo nuevo que pudiese agregar al Mugentoryuu. Pero en ese instante, ella dijo algo sobre sentirse mas segura ahora que sabia que yo no le haría nada. Con eso, fue mas que suficiente para que mis sueños de aprender algo de la misteriosa mujer se desvaneciesen en el aire de la noche.

-Si deseas, puedo protegerte. Pero solo si es tu deseo.-Dije, hincando una rodilla en la blanda tierra, ocultando mi decepción-Soy bueno cumpliendo deseos, excepto que ese deseo sea el que yo muera.

Tal vez ella no necesitase de mi ayuda -A fin de cuentas, tenia una espada-, pero el asunto es que podía ponerse en duda la habilidad que la chica tenia para utilizarla. Por esa razón, lo mejor era que yo la protegiese hasta que ella decida regresar al pueblo.

-A todo esto, ¿Cuál es tu nombre?-Pregunté, curioso-No recuerdo haber hecho esa pregunta, ahora que lo pienso.

Me reí mientras volvía a sentarme sobre la roca pero mirándole directamente, era de mala educación dar la espalda a tu interlocutor.

- No hace falta que estés muerto para que rece por tu alma, la diosa también protege las almas de los vivos. Por eso existimos nosotros.

Luego soltó una parrafada extraña de cumplir mi deseo de protegerme, de cumplir todos mis deseos en general, excepto que muriera. Y la pregunta era... ¿Para que puñetas iba a querer yo que se suicidara allí mismo? La verdad es que la gente tenía unas ideas de lo más extrañas.

- ¿Y porque iba a desear tu muerte? Sin embargo me alegra escuchar que seas bueno cumpliendo deseos. Acércate...

Había visto como apretaba uno de sus puños hasta que goteaba sangre, deduje que esa si era suya, la verdad es que no entendía el porqué de aquel gesto, pero me parecía poco apropiado para mantener mi mascarada ignorar aquella herida por superficial que fuera.

- Tienes razón, no me he presentado. Mi nombre es Medea Stark. ¿Cual es el tuyo?

Sin hacer mucho caso a lo que ella había dicho sobre lo de que la diosa protege también a quienes están vivos, me dispuse a fijarme en la espada de la chica, que todavía me llamaba un tanto la atención. Aun así, fui capaz de oír lo que preguntó sobre porque debía desear mi muerte, ademas de soltar un pequeño cumplido sobre mi "habilidad" para cumplir los deseos de los demás... Ademas de indicarme que me acerque a ella, haciendo que vuelva a sonrojarme.

Claro, todo tenia su sentido, y era porque yo me había lastimado la mano al apretármela tan fuerte.

-En este mundo hay gente que... bueno, no les gusta que esté por ahí rondando.-Dije, sonriendo nuevamente, mientras me dejaba curar por la chica-Para desgracia de esas personas, yo planeo seguir vivo. Y mucho tiempo, de ser posible.

Observando como ella usaba su poder mágico para sanar el pequeño corte que me había auto-infligido para calmar la tormenta de mi mente, no pensé en nada mas. En este momento, había logrado estar en paz y calma, siendo que me sentía muy cómodo estando con Medea, la extraña clériga de Ashunera. No sabia bien porque, pero ella hacia que yo no quisiera otra cosa mas que estar allí, sin matanzas, ni combates ni cosas peligrosas de cualquier índole.

-El mio es Kashi Horaiou.-Dije, moviendo de lado a lado mi cabeza, casi como si estuviese despertando de un soporífero letargo... todavía sin mirarla a la cara-Disculpa si no te miro a la cara, pero me pongo nervioso si lo hago.

Lavé con cuidado su herida y la vendé con delicadeza, no era nada grave y sanaría en unos días aunque quizás le incomodara al empuñar la espada

- ¿Y porque sucede eso? No me pareces alguien desagradable como para no querer que vivas.

Quizás fuera fruto de alguna rivalidad entre guerreros o algún clan de bandidos que se la tenía jurada, pero eso no era motivo para que le afectara de esa manera.

- Tienes un bonito nombre Kashi, y no te preocupes, no pasa nada. Pero... ¿Puedo saber que te incomoda de mi rostro?

Era la primera vez que me decían a la cara que mirarme a los ojos le ponía nervioso, aunque porotra parte estaba acostumbrado a que no me miraran directamente, la mayoría de los campesinos no solían fijar la mirada en la cara de los nobles. A Melissa le molesta bastante ese comportamiento, a mi personalmente me es bastante indiferente...

- Tu herida ya está, pero deberías tener más cuidado, no es propio de un hombre que desea vivir mucho tiempo autoinfligirse heridas.

Sólo era propio de un idiota, y el que tenía delante parecía serlo, y de remate...

Mientras esperaba a que Medea termine su labor, escuché con detenimiento sobre su interés por las razones que varios quieren verme muerto. Al principio, pensé en contestarle que se debía sobre todo a mi visión de la justicia, pero tras cavilarlo por unos segundos, preferí guardarlo en secreto. No es algo como para que ella se preocupe demasiado.

Pero lo que mas me sorprendió fue que me preguntara la razón por la que me sentía nervioso ante ella. Tal vez ella, siendo clériga, estaba acostumbrada a que nadie quisiera verla a los ojos, pero esta seria la primera vez en que alguien le plantea las razones para eso.

-Bueno... es que... tu...-Empecé a balbucear de forma entrecortada, claramente nervioso-Tu... tu eres... muy bonita... y la verdad es que... me gustas un poco.

Al decir eso, levanté la mano que recientemente había sido sanada por Medea y acaricié el rostro de la chica con suavidad. Quería poder expresar mejor lo que sentía en ese momento, pero se me hacia difícil, y las palabras se quedaban atoradas en mi garganta, imposibilitando esa tarea.

Viendo que no podía hacerlo, simplemente me puse de pie y me vestí nuevamente, aun cuando no había lavado la ropa. Mirando a Medea algo apenado, envainé mi espada y me dispuse a marcharme hacia la posada, para dormir un poco.

-Gracias, tanto por curar mi mano y por escuchar mis idioteces.-Dije, sonriendo-Tal vez nos veamos otro día.

Así que era por eso, la verdad es que era un hombre bastante extraño, generalmente todos se quedaban embobados al verme, no rehuían mi mirada. Era extraó, y divertido.

- ¿Y por eso no quieres mirarme? ¿No debería ser todo lo contrario?

No podía evitar reirme, pero es que era demasiado gracioso, ningún hombre jamás había dejado de mirarme por ser hermosa, y si lo habían hecho al menos nunca me lo habían dicho.

- Perdoname, pero es que me resulta gracioso. Y tranquilo, no me molestas, si lo deseas puedes seguir disfrutando del lago, me iré, tendrás cosas que hacer...

Si quería que me fuera no diría nada, sin embargo, si quería que me quedara, suponía que expresaría sus deseos y quizás pudieramos compartir una conversación en un entorno tan agradable.

Me quedé en silencio y estático al oír como ella empezaba a reírse de lo que había dicho. Al principio, me molestó un poco el que ella se tomase ese tema como algo cómico, aunque después de pensarlo un poco, me di cuenta de que, efectivamente, era algo gracioso si uno lo miraba desde otro angulo.

-No se... Tal vez estoy pensando mucho, pero no estoy seguro de que sea bueno todo esto.-Dije, suspirando y girándome para ver a la clériga-Tu eres una clériga de Ashunera, y yo soy un guerrero vagabundo. No quiero atarme a otras personas, porque eso hace mas difícil la partida. Ademas, no creo que tus votos te permitan amar a los demás.

Acercándome nuevamente a ella, me senté a su lado, compartiendo entonces su risa, al ver lo divertido del asunto. Tal vez los demás se quedaban mirándola como si fuese una diosa, o algo por el estilo, pero yo no era como los demás. No sabia bien porque, pero había algo en su belleza que me hacia pensar que no cuadraba a la perfección. Y ese algo hacia que yo no estuviera siendo tan afectado.

-Aunque te reíste, me escuchaste, lo cual te suma varios puntos a mi ver.-Dije, sonriendo mientras abrazaba a la chica con suavidad-Y no me molestas para nada, así que no te pediré que te marches.

Tras eso, me callé por unos segundos, mirando el cielo estrellado nuevamente, tratando de resolver un poco ese acertijo que se veía venir.

-Supongo que, si no existen votos de castidad entre las clérigas de Ashunera, tu tienes a alguien en vista, ¿o no?-Pregunté, en una clara intención de hacer conversación.

Vaya, así que su mente iba más allá, estaba seguro que internamente se moría por comprobar que había debajo del vestido, no le culpaba, era algo que muchos intentaban averiguar, le sonreí, segura de mi misma, pero con un toque de ingenuidad, no era menester que sospechara que yo sabía cuales eran sus pensamientos...

- ¿A que te refieres cuando dices que no estas seguro que esto sea bueno? Nadie ha dicho que tengas que atarte a mí, no he contratado tus servicios como guardaespaldas, excepto por esta noche.

No quería atarse a nadie, pero estaba como loco por enredarse entre mis piernas, sus palabras aunque intentaban ser sutiles, no lo eran en absoluto

- No estoy prometida a nadie, si es lo que preguntas. A pesar de todo mi familia intenta arreglarme un compromiso por si decidiera abandonar la orden.

Ellos me habían obligado a entrar, y si bien al principio me opuse de todas las maneras posibles mi otra opción era un matrimonio con un noble segundón, viejo, gordo y violento que fuera capaz de dominar mi carácter y hacerme darle una interminable prole de hijos

Oh, vaya. Parecía que ella se volvió bastante "sensible" en cuanto al tema de que no me parecía buena idea si llegaba a haber algo entre nosotros. Incluso aunque sea por esta noche. Particularmente, reaccionó bastante raro en cuanto dije eso, sin razón aparente. ¿Acaso a ella no le agradaba el estar sola de "esa" manera?

-No se, simplemente no me parece bien. No se la razón todavía.-Dije, tratando de hacerme entender en vano-Pero bueno, no quiero darle mucha vuelta al asunto.

A todo esto, después de que zanjáramos -Aunque no por mucho tiempo- el tema de porque me parecía malo todo eso de estar juntos, ella me comentó que, de dejar la orden, su familia ya tenia preparado un pretendiente con el cual casarla. Con eso, me dí cuenta del estrato al cual ella pertenece: La nobleza.

-Lastima, ser noble implica muchos sacrificios.-Dije, suspirando-Te compadezco, porque, a pesar de que fui hijo de mercaderes, huí para no tener una vida similar a lo que habrías tenido de no estar en la orden.

Sonreí mientras levantaba una mano teatralmente, la verdad es que era extraño que se areviera a insinuar que lo pensaba pero no se atreviera a expresar sus deseos, peculiar, sin duda alguna.

- ¡Oh Dioses! ¿Cual habra sido mi pecado para verme denostada de esta manera por tan hermoso y gentil caballero?

Me reí ante lo exagerado de mi interpretación y me acerqué a él para seguirle hablando.

- No somos más que dos personas haciéndose mutua compañía al amparo de la oscuridad y con una bella vista ante ellos. Pero no sientas lástima por mí, ellos no lo han conseguido, si no, no estaría aquí, sola... Y entonces, no nos habríamos conocido.

Pasé a su lado y con delicadeza cogí su camisa, la cual lavé lo mejor que pude a pesar de que se me mojó el vestido hasta las rodillas y la extendí sobre las rocas para que escurriera.

- Deberías lavarte, me gustaría ver tu cara limpia de sangre; además si no lo haces antes de que se seque por completo luego no podrás quitártela del pelo...

Le acaricié el rostro en un gesto suave, la sangre todavía no estaba seca, pero ya había formado coágulos, cuando aparté la mano de su cara vi que estaba manchada de sangre, sin pensármelo me lamí los dedos para retirar las trazas de sangre que ensuciaban mis dedos mojados por el agua del lago.

Mostrando una actitud que podría valerle un premio por la teatralidad de sus gestos, Medea levantó una mano, quejándose sobre porque razón ella era denostada por mi persona. Eso, mas allá de unos aplausos de mi parte, la hizo parecer bastante divertida.

En todo caso, ella dijo que no sienta lastima, dado que no lograron meterla como pareja de algún gordo seboso y autoritario. Eso me parecía muy bien, porque Medea, contra todas las posibilidades, pudo mantener su libertad... que estaba usando ahora para lavar mi camiseta.

Mientras esperaba a que la camiseta se secase, Medea me dijo que seria mejor el que tome un baño, así elimino toda la sangre que me cubre antes de que se seque. Su razonamiento era bastante practico acertado, siendo que era un problema el quitar la sangre seca del pelo sin cortarlo en el proceso.

-Bien, me voy a bañar entonces.-Dije, caminando hacia el lago, sumergiéndome en sus aguas purificadoras, limpiando la roja sangre de mi pelo, piel y ropa. Era fijo que eso tardaría un rato bastante largo, pero era necesario hacerlo a consciencia, para no tener luego contratiempos imprevistos.

Asintió ante mi proposición y sin rechistar se metió en el lago para frotarse la sangre, se notaba a la legua que era un hombre bastante inocente y como todos los hombres de armas, falto de una mano femenina. Así que decidí quitarme el vestido, dejándolo colgado de mi caballo y me metí en el lago hasta que estuve a espaldas del solitario guerrero.

- Si te agachas un poco puedo ayudarte, a no ser que no te parezca bien, claro esta.

Estaba muy cerca, tanto que podía sentir el calor de su espalda sobre mi pecho, puse una mano en su hombro haciendo una ligera presión para que se agachase y me dejase llegar mejor a su pelo plateado, completamente embadurnado.

- Como sacerdotisa de Ashunera, es mi deber ayudar a todo aquel que lo necesite, y ahora mismo, parece que necesitas que te echen una mano...

Estaba solamente atento a lo que yo mismo hacia, lavando mi cabello y cuerpo con la fria agua del lago, relajando considerablemente mientras realizaba esa tarea con deleite. Parecia ser que, por fin, iba a lograr calmarme mientras estuviese con esta chica tan misteriosa. Pero, al no oir ruido alguno, me detuve un momento, hasta que percibí el sonido del agua chocando contra algo.

Algo que se movia y se acercaba hasta donde estaba. Y entonces, fue cuando oi su voz, pegada a mi espalda, susurrandome que no podia hacer esto solo, y que, como sacerdotisa de Ashunera que era, me iba a ayudar.

-O-oye... ¿que... estas haciendo?-Pregunté, visiblemente nervioso por la actitud de la chica. No me esperaba el que ella estuviese desnuda y parada tan cerca de mi cuerpo como si nada malo estuviese pasando.-No hace falta que hagas eso por mí.

Aunque pareciese mentira, no queria que nada pasase entre nosotros, mas que nada porque no queria desviar mi mente del camino de la espada, al que me habia dedicado desde mi juventud. Pero no podia mover ninguno de mis musculos, tieso en ese mismo lugar y rojo como un tomate, mientras me dejaba hacer por las manos de Medea.

Le miré como si no comprendiera lo que estaba diciendo, aunque la verdad es que lo entendía perfectamente, se moría por tenerme aunque fuera por una noche, pero su ingenuidad le impedía pensar que eso fuera a ser posible.

- Lavarte el pelo, no ves?

Acto seguido me pidio que no siguiera así que como chica obediente que era, me separé y me puse delante de él.

- Está bien, tu mismo.

Pero ya que estaba en el lago no iba a desaprovechar la oportunidad de nadar un rato, así que me alejé un poco, aunque no demasiado; desde donde estaba seguía siendo capaz de verle perfectamente y desde mi ventajosa posición me dediqué a nadar, jugar con el agua, y, en definitiva, relajarme.

Cuando me dijo que me estaba lavando el pelo, casi me caigo de cuerpo entero en el agua, producto de la risotada que estaba largando dentro mio en ese momento. Sabia que, tal vez, no quería que se le mojara la ropa, y que por eso estaba desnuda. Pero tampoco eso era una excusa para hacerlo, porque bien podía bañarme solo, y si no pudiese hacerlo, tremendo inútil seria.

-Okey, okey...-Dije, mientras ella se ponía delante mio con ese infartante cuerpo -que no estaba viendo, para no morirme por desangramiento- y se iba a nadar unos metros mas allá de donde yo estaba.

Ahora que no tenia molestia alguna rondando por mi cabeza, me relajé nuevamente, frotándome el pelo con suavidad y algo de firmeza, quitando a consciencia toda la sangre que en el estaba. Unos minutos mas tarde, cuando lo había logrado, me limpié los restos del liquido escarlata que estaban en mi cara y torso.

-¿Es entretenido el nadar por ahí?-Pregunté en voz alta, dirigiendo esas palabras a la única persona que podía oírlas.

Finalmente decidió darme la espalda, si era por pudor, delicadeza o alguna otra cuestión, lo ignoro, aunque despertaba ligeramente mi curiosidad. Cuando terminó volvió a hablarme, quizás se le había pasado su pequeña "rabieta"

- Oh, si, bastante. ¿Acaso no es entretenido estar por ahi?

Me detuve mirándole fijamente, no podía tocar el fondo con mis pies, así que busqué una roca que me sirviera de apoyo para no cansarme demasiado.

- La luna esta noche esta preciosa, no crees? Hacía tiempo que no la veía tan grande...

Miraba hacia el cielo, embelesada por el gran tamaño de la luna, siempre me había fascinado, tan luminosa, tan oscura, tan fría... Realmete hermosa.

Al oir a la clériga contestar la pregunta que le habia hecho hace un momento, reí con soltura. Ella parecia divertirse nadando, y me preguntaba si era "divertido" el estar aqui bañandome.

-Mas o menos...-Dije, dubitativo-Tal vez es un poco aburrido.

Por suerte, ya me faltaba poco para terminar, y la sangre de todo mi cuerpo y mi ropa habia sido limpiada con la fria agua del lago. Despues de esto, solo quedaba el secar todas mis pertenencias y volver a la posada. Pero no sabia cuanto tiempo podria pasar hasta que eso sucediese.

-Si... la misma luna que nos alumbra a todos, aunque estemos en distintos lugares del mundo.-Susurré, dejando el resto de mi ropa en la orilla, quedando completamente desnudo.

Luego de hacer eso, me metí nuevamente en el agua, nadando con lentitud, flotando mientras me acercaba a la chica. Tenia tiempo todavia, y no sabia en que usarlo.

-Casi parece como si pudiese tomarla en mis manos.-Dije, levantando la mano derecha, en un claro gesto soñador.