Fire Emblem: Shadows of the Empire

Tenía el día relativamente libre. No había batallas pendientes, no tenía sueño suficiente como para dormir como el resto de mis compañeros de misión y ninguna idea para realizar alguna espada o fragmento de armadura (además de no tener una forja equipada portatil) así que de forma poco habitual en mi, decidí irme a ver un poco el mar, que había dado por olvidado cuando renegué de mis raices.

Elegí un camino tranquilo y despejado, sin preocuparme de posibles asaltantes por que a fin de cuentas, llevaba mi armadura y confiaba en mis reflejos. Decidí silbar una canción para aligerar el viaje, por que como decía mi viejo profesor, andar por andar es tontería, y más si llevas una armadura y un par de espadas que hacen de lastre.

Entonces, me encontré con un paso en un bosque que no recodaba haber visto anteriormente. Lo más probable sería que había cojido un desvío incorrecto y había acabado allá donde aparecen los cargueros de arroz. Y aunque el ambiente se tornaba ideal para una emboscada, allí seguía el joven caballero negro, tarareando una canción que no era para nada un simil a la paz y tranquilidad.

[P.d. lo de "allá donde aparecen los cargueros de arroz" viene de una expresión de Cadiz que es "Más perdío que barco l'arró" XD]

[FDI= No tenía idea xDD por estos lares no se usa =P!!]

El viento salado del océano se colocaba entre la primera hilera de árboles del bosque, y se perdía conforme uno se adentraba por los senderos desolados. Matorrales aquí y allá, frondosas copas en lo alto, todo impedía que el calor del sol entibiara la tierra por la que se caminaba. La cercanía del agua a pocos kilómetros volvía la zona húmeda y fría, inestable, pero próspera e ideal para la cría de animales y árboles fructíferos, además de los cocoteros sobre la costa.

Perfecto para acampar, en pocas palabras.

El ruido del silbar acercándose alertó a una chica de cabellos rubios, a un lado del camino por el que el muchacho de armadura caminaba sin rumbo fijo ni interés por encontrarlo. Ella volteó rápidamente, abrochándose la ropa que se había quitado tiempo atrás para descansar en el bosque. Llevó una mano al mango de la daga en su cintura, escondiéndose tras un par de troncos en lo que se acercaba a la senda desértica. Desde ahí, podía ver lo que se acercaba, o quién se acercaba.

Llamaba demasiado la atención, silbando la cancioncilla en medio de la nada. Desentonaba completamente con sus ropajes oscuros. Aún así, no era su presencia extraña lo que alertó a la rubia pelilargo, sino el tono de la armadura…. Era en extremo parecida a las armaduras que solían usar los hombres del Imperio, Lo demás era un condimento, como el cabello largo del chico, el tono bronceado de su piel, y demás. Se veía peligroso, se veía asesino, se veía del imperio.

- Tsk.

La muchacha abandonó el intentó de desenfundar el arma, sumiéndose en su propia cólera. Jamás olvidaría o perdonaría al Imperio ni a ninguno de sus hombres.

Rápidamente, el trecho por el cual el joven caminaba se heló. Desde atrás, unas cadenas frías de hielo ataron las manos, pies y torso del desconocido chico inmovilizándolo sin previo aviso. La temperatura descendió drásticamente, volviendo blanco y resbaloso el suelo. Incluso los árboles se cristalizaron. Aquella zona, húmeda por naturaleza, era fácil e congelar en instantes.

Ella tenía que inmovilizarlo, torturarlo, conseguir que le fuera útil antes de desecharlo… eso era ley.

La temperatura ambiente empezó a bajar. En un principio no le di la mayor importancia a esto, pero cuando el suelo empezó a helarse estaba claro que no era lo más habitual en una zona tan templada del mapa. Bajé un poco el tono mientras empezaba a mirar a los lados en busca de alguien responsable de este echo.

Y entonces resvaló por culpa de la helada. Pero por supuesto, sus reflejos normalmente le habrían salvado, pero cuando tocó con la mano el suelo, volvió a perder el equilibrio, hasta el punto que tras varias cabriolas, acabó tumbado de espaldas y con algo de frío.

Y ahí no acababa la cosa, no hacía falta ser un genio para saber que la magia era la responsable. Antes de que pudiera volver a moverme, unas estructuras de hielo cubrían de forma artificial mis extremidades y torso. No iba a perder tiempo intentando liberarme, el enemigo contaba con la ventaja del terreno y del ataque sorpresa. Con mis últimos instantes de movimiento, retiré mi yelmo de la cabeza y pregunté al vacío.

¿Quién va?

Esperaba que no fuera algún agente imperial, por que eso significaba que se habían infiltrado más de lo que se creía en crimea. En ese caso, debería hacer las cosas por las malas, si podía. Claro que no caí en el detalle de que era yo el que parecía un imperial.

- Yo soy quien domina esta jugada –le advirtió la voz femenina pero tensa de la muchacha, saliendo entre los matorrales lentamente-, y quien hace las preguntas.

Se aseguró de mirar bien las extremidades, corroborando la seguridad de exponerse ante el enemigo. Debía desarmarlo, El frío provenía de un costado del caballero, delatando sin querer la presencia de la joven, que veía con desdén y apatía la figura del caballero de oscura armadura.

- ¿Dónde está tu batallón? –inquirió, sabiendo que si había uno, pronto vendrían más. Era extraño que se movieran individualmente por zonas tan boscosas-, ¿Dónde está tu superior?

Su tono de voz, frío, enojado, casi asesino, se mantenía sin importar qué. Demostraba la peligrosidad de mentirle, si es que él se osaría a mentirle… porque ella se encontraba capaz de cortarle dedo por dedo hasta que hablara. Era lo mínimo que el Imperio merecía por la masacre que habían hecho en Daein. Pero aún así, esperaba que la respuesta fuera negativa, que era el único en el área… no quería pensar que habían logrado atravesar tanto territorio sin ser vistos.

En caso de que hubieran más, ¿Cómo haría ella para vencerlos? Necesitaría ayuda.

El echo de encontrarme en un avismo de silencio propició que localizara la voz de la mujer que me había echo prisionero. La verdad es que parecía una joven dama, seguramente nacida en una casa noble de relativa importancia por su vestimenta, pero la furia de sus facciones indicaba que había perdido a mucha gente en esta maldita guerra.

Preguntando por un batallón, y por un superior empezé a plantearme el pequeño detalle que mi armadura no era muy agradable para la mayor parte de los habitantes de Tellius. Dejé que pasara algo de tiempo, sabía que fuese cual fuese mi respuesta no la iba a tomar por cierta.

Batallón... No, no pertenezco a algo como eso, sino más bien a una compañía libre... Y mi superior, bueno, en todo caso sería Logg, Logg Valflet.

Contaba con la pequeña esperanza de que el nombrar un apellido muy arraigado en la nobleza de Crimea, en especial de su flota. No iba a tener ningún tipo de esperanza, no parecía que estubiera en disposición de razonar. Quizás, mi mayor posibilidad recaía nuevamente en mi maldita espada, y su "manía" de soltar energía oscura cada dos por tres. Eso seguramente sería más que suficiente como para que perdiera al menos las ganas de interrogatorio.

Otra vez, hubo una pausa.

Ciertamente, la energía que emanaba la espada no era de fiar. Isis sabía que podía significar muchas cosas, una espada con aura negativa, pero si ésta venía acompañada de un hombre con armadura sospechosamente enemiga, sólo podía significarse una cosa. Quizás si hubiera hallado el arma sola en medio del bosque o en la cintura de un pueblerino común y corriente la hubiera dejado pasar con cierta desconfianza solamente.

- De acuerdo –pronunció al fin rompiendo el silencio-.

Con un rápido movimiento, desenfundó la daga en su cintura. Con pasos rápidos y precisos se acercó totalmente al muchacho, colocándose sobre el pecho de él. Así, con las piernas a los lados del torso del muchacho, le impedía moverse, además de darle la comodidad para poder inclinarse ligeramente sobre él. La hoja de la cuchilla quedó sobre el cuello del morocho, dispuesta a cortarlo.

- Vamos de nuevo, ¿Cuántos vienen contigo? –repitió con paciencia, pero sin cambiar el tono de su voz-. Y esta vez es enserio, no quieres perder tu mano… no podrías usar más esa espada tuya.

Un dedo, dos, una mano… no era nada, mínimo, en comparación con la muerte de los civiles.

Los ojos dorados de la chica se quedaron fijos en los del enemigo, expectante a su reacción y brillo.

La verdad era que mi respuesta no había tenido el resultado previsto, y más aún, a la chica no se le ocurrió otro detalle que el echo de subirse encima mía, y apuntarme con una pequeña daga a la garganta. Le miré a la cara, sin desviarme mucho la mirada, por que el escote no quedaba lejos.

-Esto... Querida, te has dado cuenta que tus zonas pudendas descansan sobre la protección de mis genitales, y evidentemente no me ayuda a mantener la concentración mientras te intento convencer de que no soy un agente imperial.-

Le miré mientras torcía un poco el gesto y responía a su pregunta mientras intentaba que las cosas siguieran en su sitio y no perdiese una cantidad de sangre que podría ser necesaria en batalla.

-Bueno, ahora mismo estoy más solo que la una, el resto deben estar ya en la fortaleza descansando. Por Terra, ¿Quién me mandaría a mi el irme a dar un paseo...?-

Ahora mismo estaba en una situación ventajosa, ya que aún tenía un cuchillo en cuello, podía darle un cabezazo en la frente... Pero mejor no hacerlo, podría dejarme congelado en una posición muuy jodida.

- Bien podrías haberte escapado para tratar de contactar al Imperio… -le repuso la joven, sin moverse-.

Pero estaba segura de que si era un enemigo, entonces actuaba demasiado bien. Primero y principal, porque ningún hombre cuerdo diría que le alteraba tener una mujer encima. Bueno, sí, tuvo que luchar por no titubear ni temblar al escuchar semejante declaración, pero era un comentario que no diría alguien del imperio… si fuera el caso, él ya habría tratado de librarse, someterla.

Pero él aún podía estar fingiendo. Tenía que tenerlo en la mira… descubrir su mentira.

- Eres demasiado tonto y débil para ser del Imperio –concluyó quitándole el arma del cuello, y removiéndose a sí misma del lugar-, Si lo que intentas es camuflarte o pasar desapercibido, no lo logras

Sin embargo, las ataduras alrededor de las manos y pies del chico se disolvieron, al igual que el hielo del suelo.

La rubia miró con cuidado al chico, todavía con desconfianza. No podría confiar del todo ni siquiera en meses.

Noté un detalle imperceptible de que sin duda mi comentario incalificable había alcanzado un poco su voluntad. Eso significaba que ya, poco a poco empezaba a ganarme cu confiaza y lo más probable era que ya no me apuñalara por la espalda, quizás, solo esperaría ahora a que durmiese.

Pero por supuesto, su pequeño comentario sobre mi fuerza me mosqueó, ya que lo de mis pocas luces ya lo tenía asumido.

Oye, que los soldados del imperio son aún más nenazas que yo. Y no, no intento infiltrarme, es solo que no me van los colores luminosos.

Esperé a que se quitase de encima para levantarme y sacudirme un poco el cuerpo. Había acabado con la ropa que iba debajo de la armadura completamente empapada y además fría.

Bueno Desconocida, me llamo Ray Kurarashi, encantado y eso. Ahora me voy detrás de algún árbol a tender la camiseta, que ha quedado más empapada que un papel bajo una tormenta.

Por suerte, mi pantalón era de cuero draconiano curtido y aguantaba práticamente todo y más, y por eso no se habían empapuchado. La chaqueta también estaba prácticamente seca, pero la armadura debía tenderla y secarla para evitar el óxido.

¿No le iban los colores luminosos, dijo? se preguntó la más baja, confundida, sin dejar que sus pensamientos fueran evidentes ¿Qué clase de respuesta era esa? ¿Qué clase de pensamiento era ese? ¿Entonces él prefería morir por una confusión antes que vestir algo claro…? ¿Era… normal, ese tipo?

- Te lo tienes merecido, no deberías andar por ahí vestido así, asustas; si eres un espía entonces eres un idiota… y si eres de Crimea entonces eres aún peor por vestirte como un hereje –le habló mientras lo seguía de cerca, luego de guardar el arma en la cintura-, ¿Has pensado en buscar otra cosa? No debe ser la única opción en tonos oscuros…

Era ridículo, se dijo, dispuesta a ayudarlo a secar la armadura. Sus excusas eran demasiado tontas… ¿Existía un ser tan simple? Y a pesar de eso, consideraba que debía tener a los enemigos más cerca que los amigos. Sólo por eso no se iría, hasta que él se pisara y dijera la verdad.

-  Y no soy Desconocida ni menos Querida, me llamo Isis –se presentó observando detenidamente la forma, color, y detalles del metal. De pronto frunció el ceño-. Pero que me presente no quiere decir que seamos amigos.

Ella podría secar rápidamente la armadura si él quisiera… pero no pensaba decírselo aún. Así tenía más tiempo de ver cuándo acababa su actuación.

- Me alegro que estemos de acuerdo en una cosa –respondió ella siguiéndole con la mirada-.

Era curioso que un chico fuera especialmente tímido, pero Isis lo agradeció en cierta medida. No le interesaba andar viendo los cuerpos ajenos, no era su fuerte y definitivamente, no era algo ilustrativo que le pudiera enseñar algo útil en definitiva. Lo que sí, tuvo cuidado de no perderle el rastro, ya fuera por el sonido como por el movimiento de las ramas. El carecer de interés físico no era una excusa para perderse la posibilidad de desenmascararlo.

Luego de un breve silencio, le siguió con cautela. Se detuvo a unos metros, sólo observando su postura en la gramilla. Al acercarse un poco, notó con más claridad aquella herida ya curada, marca de combate, en el vientre del pelilargo. Le recordó fugazmente a la que ella tenía, y que tanto le incomodaba… pero era diferente, porque mal o bien, ella era una chica. Aunque odiara serlo.

-… ¿Cómo te hiciste eso? –preguntó en un tono de voz más conciliador y suave, sentándose a un lado para conversar cómodamente. Un movimiento de cabeza le indicó a él que se refería a la que estaba precisamente sobre el estómago, y no a las del brazo-.

A pesar del poco contacto que habíamos tenido, y además tan poco habitual, me agradó de sobremanera el estar de acuerdo con ella. No me gustaban los malos rollos, y eso reducía un poco el márgen, que aún algo tenso, al menos dejaba momento a conversar.

Entonces, abrí los ojos y me encontré a la joven mirándome y finalmente se decidió a preguntarme por lo de mi cicatriz. Hice el gesto de comprender y me incorporé, quedándome con las piernas cruzadas y echándo la cabeza para abajo.

-Bueno, es una historia larga, pero creo que tenemos tiempo, ¿no?-Sin duda eso se hacía mucho más fácil cuando ya se había bebido algo, aquella noche fue algo dificil de olvidar.-Bueeeno, verás, hace unos meses, estaba viajando por el este de Crimea cuando acabé en un extraño ritual de invocación por error. Tras el cual, un bicho la mar de raro cogió mi espada y tras comerse el alma que tenía sellada, lo cual es otra historia, me atravesó y me dejó allí, por suerte me encontró Logg.

Me eché de nuevo de espaldas contra la hierba y respiré profundamente. El pulso se me había acelerado ante la impotencia de lo que debería haber echo entonces, y me esforcé al máximo para relajarme. Una vez estube ya con el pulso más o menos normal, me moví. Iba a estar con ella bastante tiempo, así que mejor conocerse algo.

-No es la primera vez que ves algo así, ¿No?

Si él era actor, era de los buenos. Realmente tenía una historia muy bien elaborada, difícil de encontrarle algún error… pero si mentía, ya se daría cuenta. Por ahora era inevitable creerle.

- Es normal ver y tener cicatrices por estos tiempos… -le respondió volviendo la mirada hacia el frente, de modo de perderse en el paisaje boscoso frente a sus ojos-.

Desde que la guerra se había desatado era más que usual que las personas tuvieran marcas de los combates. Si no las tuviera, entonces vivía en un mundo diferente, quizás sólo las princesas y reinas no tenían heridas en su piel… pero los demás, todos las tenían, aunque fuera mínima. El dolor que representaba también era difícil de olvidar, aunque no tanto como el olor  a sangre.

- ¿Y las del brazo? –volvió a romper el silencio, volviendo a verle una vez los recuerdos quedaron en un segundo plano-.

Por suerte para ella, ni siquiera desvistiéndose se conseguía ver claramente la marca de guerra. Su cabello hacía un excelente trabajo cubriéndolo todo.

Noté como evadía la respuesta cuando le pregunté por las cicatrices. Si, era cierto que en tiempos de guerra todo el mundo tenía alguna que otra repartida por su cuerpo, pero no a todo el mundo le gusta hablar de ello, muchas personas se cierran para evitar volver a recordar como se las hicieron, pero en cambio, yo prefería descargar aquellos recuerdos, lo que solía hacer que me sintiera mucho más tranquilo de lo que otros guerreros, consumidos por sus fantasmas.

-El brazo... Eso fue unos cuantos años antes, cuando era aún bastante joven. Como verás, esta espada no es normal.- Desenvainé lentamente el heraldo, no quería dar muestras de hostilidad. Lo cierto es que desde que el anciano había trabajado su hoja estaba mucho más "tranquila".-Cuando sellan un alma maligna en tu arma mientras la forjas no sueles esperarte que suelte una explosión de energía oscura cuando la tocas. Por suerte no perdí el brazo.-

Dejé reposar la espada sobre mis dos manos, al menos ya no me hacían falta los guantes para evitar que me intentara arrancar mi alma. Es cierto que ya estaba más estable, pero aún tenía esa mala manía de causarle un dolor insoportable a casi todo el mundo.

La chica a su lado lo miró indescifrablemente por eternos minutos, sin decir nada más. Por un momento, detalló en su mente la espada, el filo de la hoja y el mango elaborado. Ciertamente, no era bonita, sino más bien temeraria, pero era un arma a fin de cuentas… no debía ser linda, no era una decoración, era para matar. Herir, en el mejor de los casos. Te daba la sensación de temor alrededor, como si te asechara, y reviviera lo más profundo de tus miedos…

Absurdo.

- Bueno, cumple muy bien su función… su sola presencia espanta bastante –comentó, doblando las rodillas contra su pecho-, ¿De verdad sólo dabas un paseo por el bosque, sin objetivo alguno?

No es que ya le creyera toda la historia, pero hacerlo hablar servía. Además, ella no tenía mucho que contar, especialmente porque no quería decir de más frente a un tipo sospechoso como él, ¿Ray, había dicho que se llamaba? No había prestado demasiada atención en ese momento. Si fuera un chico en quien confiar… parecía bastante sociable, más que ella seguro.

Me siguió mirando, y a pesar de eso, no noté la más minima tensión, normalmente ligada al vacío de toda conversación. No dejé de mirarla en un solo instante. Y entonces llegó el momento, en el que soltó su comentario sobre las armas y la belleza.

Me levanté, y con un simple movimiento, lancé un golpe controlado, que lanzó una aparentemente invisible onda de energía. No alcanzó mucha distancia, cortando únicamente una pequeña rama de un árbol situado enfrente.

-Un arma sin belleza es como un cuerpo sin alma, le falta aquello que importa. Claro que cada persona tenemos unos gustos diferentes.-Envainé el arma con bastante ceremonia y me giré hacia ella.-Y no, no viajaba con mayor propósito que ir a ver el lago, para descansar allí un rato hasta que una joven hechicera me atacó, que casualidad, ¿no?-

Me acerqué a la ropa tendida, para comprobar su estado, y si aún no estaba seca, me la cargaría al hombro y me la llevaría al lago a descansar, a tumbarme en la playa de arena y quizás a bañarme un rato, sabría el emperador.

-Me voy Isis la hechicera, sígueme si quieres, pero habla un poco, que esto parece un jodido monólogo.-

- No esperarás que le cuente mi vida a alguien en quien no confío, ¿Cierto?

El muchacho no tuvo que esperar por tenerla detrás de él, siguiéndole el paso de cerca.

Isis no pretendía perderle el rastro, ni tampoco hablar demasiado, pero de alguna forma comenzaba a creer y a pensar que quizás, la primera impresión, solamente había sido la peor de él. Tenía dudas al respecto, debía arriesgarse, pero tomar riesgos emocionales no eran su fuerte… no era intrépida en lo  personal, era cobarde, idiota. Eso no evitaba que el vago deseo de estar equivocada desapareciera, estaba ahí latente, en cada paso que daba tras el chico de larga cabellera.

- Dime qué quieres saber… -agregó al final, cediendo un poco la cuerda de tención para no tenerlo a él siempre colgando del péndulo-.

Si Ray de verdad era inocente de todos los pecados que el Imperio cometía, y sólo era una confusión, entonces seguramente llegaría el momento en que le creería… ¿De dónde sería él?

La verdad es que su respuesta era la más lógica y la que menos había valorado posible. No pude evitar reírme, aquello me recordaba que la vida no era perfecta. No había caído en esa posibilidad y imaginaba que ella contaría un poco de su vida y esas cosas.

Y finalmente, después de unos cuantos metros, finalmente me dijo que preguntase lo que quisiera. No estaba acostumbrado a que me dieran carta blanca, y menos aún, una chica. Verdaderamente estuve bastante rato (a mi parecer, ya que seguramente serían no más de 2 o 3 minutos) pensando. Y finalmente se me ocurrió una pregunta que si bien era concreta, abarcaba para no dejar detalles libres cualquier información que se pudiese desear.

-Dime Isis... ¿Cual es tu razón personal para odiar al Imperio? Además de que esos perros hayan invadido, matado y masacrado en general.-

Todo el mundo odiaba al Imperio, pero algunos nos afectaba más en lo personal y otros simplemente en lo general. Y por la reacción que tubo cuando creyó que era imperial, estaba claro que en lo primero.

Hubiera sido más fácil que le preguntara sobre la historia de su vida, pensó fugazmente, inmutándose. Él quería hacerla hablar un monólogo, ¿Estaría vengándose de lo de recién? Aún así, no perdía nada respondiendo.

- Soy de Daein, escapé del ataque sólo porque tuve suerte –comenzó a explicarle, resignándose a que hablar un poco de ella misma no era malo, era perfectamente sano y normal, aún cuando se le hiciera extraño e inquietante abrirse con otra persona que encima, para peor, cada vez que veía se le hacía su enemigo; si aunque fuera luciera más normal… -, aunque tenga fe en que mis padres y mi hermano intentarán mantenerse con vida en la que era nuestra nación, simplemente no puedo hacer de cuenta que no sucedió nada ese día.

En especial, no podía quitar de su imaginación el golpe mortal que aquella bestia le había atinado a su pequeño hermano menor, haciéndolo rebotar contra el suelo… la sangre manchando el piso y las ropas de él. Se había metido con su lindo hermano, y como si fuera poco, había osado quitarle la vida… algún día le provocaría el mismo dolor a esas bestias, las destruiría, las destrozaría para que sintieran lo mismo que le habían hecho sentir a esa criatura, ese niño que ella tanto atesoraba…

Suspiró cansíamente, notando el detalle.

-  Bueno, en realidad a mi no me pasó nada en comparación con lo que podría haberme pasado… -agregó después, sabiendo que si bien había sido herida, se podría haber desangrado y todo, al menos no había sido esclavizada y ultrajada… eso era bueno, desde cierto aspecto-, hay que agradecer estar en una pieza.

Con la sola mirada le dio a entender que él también compartía ese pensamiento. Él podría haber perdido el brazo, ella la vida, pero estaban enteros, era algo importante.

Todos tenían sus propios traumas, karmas, y demás.

- ¿Quieres ayuda con eso? Podría intentar secarla más rápido…

Le señaló la armadura, seguramente todavía mojada. Quizás no era obvio que ella podía manejar el agua, y ciertamente no conocía técnicas para secar cosas, pero sí para evaporar líquidos, lo cual era… prácticamente lo mismo.

Sabía que aquella pregunta había echo que la casi aparentemente ininmutable Isis torciera su expresión sin siquiera mirar atrás, casi cualquiera lo habría echo. Aprovechó que empezaba a hablar para reducir el paso y quedarse a la misma altura que ella, para escucharla con atención.

Era Daenita, algo que hoy en día no era demasiado habitual desde la invasión. Y al igual que muchos de nosotros, sobrevivimos a los ataques indiscriminados por pura fortuna o una bendición divina. Ese tipo de cosas te obligaba a preguntarte si tenías algún objetivo en esta vida más allá de sobrevivir, si tu existencia tenía una razón.

-Mi pueblo también estaba en Daein, más o menos, ya que el único camino por tierra salía desde Crimea, así que sufrió en todas las guerras prácticamente... Al día siguiente de irme, lo atacaron.-

La aldeucha en la que vivía no era gran cosa, pero estratégicamente era un punto inigualable, rodeado por montañas al sur, una ria con acceso al mar del norte en el otro lado y un único acceso a tierra por el que no podían llegar muchas tropas a la vez. Si hubiera habido una fortaleza en vez de un pueblo pesquero, no habría caído.

-La vida es un don que solo cuando se ha estado cerca de perderla se empieza a valorar.- Esperé un momento, como si quisiera esperar a que estas palabras calaran en la tierra antes de volver a mi habitual sonrrisa y me girase a Isis.-La verdad es que te lo agradecería. Ahí está la playa, ahora lo haces, ¿vale?-

Ciertamente no había caído en el detalle que ella era una hechicera, y a pesar de que mis conocimientos sobre la magia eran tan extensos que había acabado en la senda de la espada, si un mago era capaz de congelar el agua, ¿Acaso no sería capaz de evaporarla? Dejé la ropa tendida en otro árbol, al pie de la arena, y esperé a que ella obrara sus artes y dijese alguna cosa sobre aquella preciosa cala del lago, normalmente no muy conocida por el poco transito del camino.

Isis odiaba verse a sí misma como ingenua, pero tenía que admitir que saber la procedencia del chico le había hecho flaquear en la decisión de mantenerse al margen, a la defensiva. Empezó a pensar que quizás el chico no era malo, que en realidad hasta podrían llevarse bien, y que quizás hasta era agradable conversar con él porque pese a algunos deslices (ella jamás usaría una armadura tan sospechosa) era simpático.

La errática idea de que jamás había ido a la playa acompañada surcó su mente, abandonada y sepultada instantáneamente.

- La verdad jamás tuve que secar una armadura antes, pero…

¿Qué tan difícil podría ser?

Esperó que ambos estuvieran a una distancia prudente para enfocarse en su conjuro, uno simple. No requería esfuerzo en sí, sino concentración para evaporar más precisamente el agua de la armadura, más que la de todo el ambiente. De a poco, comenzó a notarse el humo blanco, caliente, desprendiéndose del metal y elevándose. El vapor era más liviano que el oxígeno, así que subía hacia el cielo, creando una especie de columna que a la distancia era invisible, por la poca cantidad de agua que significaba la concentración.

Al finalizar, ella se acercó corroborando el trabajo realizado. El metal estaba caliente, por la temperatura del agua, pero seco.

-… Creo que deberías dejarla enfriarse un poco –le comentó pensando que quizás, si bien no hervía, se sofocaría si se ponía eso-, a menos que tengas frío, entonces deberías aprovechar -agregó girando la mirada hacia el chico que le acompañaba-. ¿Tenías prisa, por ir a… no sé, donde fuera que ibas?

-No te preocupes mujer, estabas en tu derecho de desconfiar, que hoy en día encuentras unos por los caminos...-

En verdad, la armadura en combate era más bien de apoyo, no completamente defensiva. Mi habilidad esquivando y golpeando posteriormente con la espada era más que suficiente como para ganarme un lugar importante en el campo de batalla, aunque se está más seguro con placas que con carne.

Mientras se predisponía para hacer su conjuro, la miré he hice como si me ajustara unas gafas invisibles de protección, para hacerla reír un poco. Yo siempre decía que una chica es bonita cuando sonríe de verdad.

El humo blanco revelaba que el vapor se elevaba a la atmósfera, y cuando acabó de surgir, me acerqué y pasé la mano a un par de milímetros de la superficie.  El metal perdería antes el calor causado por la ebullición, pero en cambio las escamas, acostumbradas a aislar a su dueño del frío podrían estar así varias horas.

Reí por su comentario sobre aprovechar que la armadura estuviera caliente para quitarme el frío, ya que el día, con un sol radiante y sin apenas nubes, dejaba patente el sarcasmo de sus palabras. En verdad, seguramente con dejar la armadura al sol alcanzaría una temperatura similar.

-Yo la verdad es que venía aquí, a pasar la tarde.-En ese momento saqué una especie de cesta de tamaño reducido de ninguna parte.-¿Podría acompañarme un rato, si no tiene nada que hacer Mylady? La playa es más entretenida si es en la compañía de una joven señorita de Daein.-

El cambio del tratamiento a uno más educado estaba previsto, era uno de los detalles de mi extraña forma de ser, igualado por cambiar el acento con el que hablaba en ciertos momentos, hasta olvidar cual era el mío de siempre.

Hacía demasiado tiempo, desde que llevaba viajando sola, que la muchacha prácticamente había olvidado qué cosas le resultaban graciosas. Fue en cierta parte, aliviador, que el muchacho tuviera sentido del humor, y contagioso además. El clima era liviano, no tenso, ojalá nunca cambiara, ojalá el Imperio no existiera y ese momento no fuera un efímero segundo en sus vidas.

Sin embargo, todos sus pequeños anhelos encerrados tras el grueso hielo de su corazón, volvieron a oscurecerse y temblar al escuchar aquella invitación casi indecorosa.

¿Mylady?

Isis volteó la mirada al horizonte concentrándose en mantener la compostura. No estaba para nada acostumbrada a esas invitaciones informales, dulces. Se controló, no debía sonrojarse, ¡Podía ser su enemigo! Claro… si no hubiera sido porque Ray había mencionado ser de Daein. Él no tenía ni un punto en contra… ¿O sí?

- La verdad, hoy es la primera vez que veo el mar de cerca –trató de responderle, sin saber si aceptar o no la propuesta. Quería decir que sí, pero simplemente no le saldría aunque intentara, de sólo imaginarse diciendo ese simple vocablo sentía la sangre subírsele a la cabeza-.

Se recordó que viajaba vestido como uno del Imperio, y así, consiguió de nuevo tener su pecho tranquilo. Eso era algo un tanto inquietante que funcionaba para equilibrar sus nervios internos. Era una mujer, poco habituada a ser tratada como tal desde hacía un buen tiempo… en vez de sentirse inquieta debería deprimirse por eso.

Intentó liberar su propia tensión exhalando.

- Pero es lindo –finalizó más calma-, la playa, me refiero… la humedad en el ambiente, el aroma a sal, el viento fresco…. Has de pensar que es una tontería, ¿Cierto?

[FDI= Ray llega a darle una palmadita en la mano y la dejará roooja como semaforo en alto XDDDD]

Noté como se le fue la mirada al horizonte, era evidente que no se había esperado eso de mi trato tan formal y le había pillado con la guardia baja. Y una parte de mi no podía resistirse a sentir aprecio por estas chicas, que habían sufrido tanto en la batalla que habían olvidado su propia naturaleza. Y si estaba en mi mano que pudiera volver a sonreír, por Terra que lo haría.

Cuando noté que sentía vergüenza de que se le subieran los colores me giré, como dándole un poco de vía libre a su propio cuerpo, y que pudiera evitar sentirse incómoda.

A pesar de ello, notaba que se seguía debatiendo entre el si y el no, aún con las dudas de quedarse allí en el mar con ese joven desconocido y de apariencia poco recomendable. A pesar de ello, me volví a girar, esta vez de con una forma mucho más refinada y no tan bruta como la habitual de batalla, dejando que el ambiente se volviera un poco a mi favor.

-No temáis ruborizaros bella dama, ya que entonces vuestras mejillas realzarán la ambarina hermosura de vuestros ojos.-

Pensé en acercarme y con una pequeña reverencia cogerle la mano, pero después recordé que nos habíamos conocido aquella misma tarde. Y a pesar de que sabía que las verdaderas amistades surgían cuando la gente se conocía de verdad, prefería saber un poco más de ella antes.

Sin siquiera terminar de pronunciar aquella elocuente frase, él pudo apreciar los estragos que el propio subconsciente de la muchacha sufrió. El inmediato tono carmín amenazó brutalmente con pintar las mejillas pálidas de la joven, que en un primer momento, fue víctima de la timidez, los nervios, la pena, antes de transformar todas las emociones en una aparente indignación, su único escudo para defenderse de las emociones.

- ¿¡Q-qué estás diciendo!? –se escandalizó de pronto, con el cuerpo tenso, los brazos rígidos a los lados del cuerpo, ambas manos empuñadas y los pómulos tan rojos que ardían- ¡Eres un…! ¡Ni siquiera tiene nombre! –protestó conteniendo las pequeñas lágrimas que amenazaban con caer de la pura vergüenza, pero que negaba reconocer como propias. La frustración pudo más- ¡N-No vas a ganar puntos conmigo porque me alagues y me trates como una damisela en apuros!

Refunfuñó volteando el rostro lejos de la figura del muchacho, en un intento de borrar de su mente toda la circunstancia. Apenas podía pensar si su corazón seguía latiendo tan fuerte, tanto que no escuchaba otra cosa que el badúm badúm de sus venas.

Estaba indignada, sin dudas. No entendía la actitud del chico, no entendía su comportamiento, ni menos entendía de dónde venían esas ilógicas palabras.

Notaba como sus mofletes sufrían del ardiente pasión del ser halagada por un miembro del sexo opuesto. Notaba como su mente se debatía entre el quedar hundida moralmente y susceptible a que el otro la cogiera muy de cerca y bailara con ella un tango, o que por el contrario, desease que su cabeza colgara de una estaca. Y yo sería quizás muy suicida, pero me gustaba más la segunda idea, la tranquilidad era aburrida.

Y quizás, lo era demasiado. No, más bien era seguro de que tenía poca tendencia a conservar la vida.

-No debéis ser considerada una dama en apuros, sino por el contrario, una bella señorita que disfruta de un agradable día soleado, con sus cabellos refulgiendo con la luz del astro rey.-

Y tras esta intrincada expresión, que discretamente me sorprendió a mi mismo cuando acabé de hablar, me acerqué rápidamente, como una brisa, y tras cogerle discretamente la mano dije con una voz muy baja.

-Bueno, ¿Te apuntas a darte un baño?-

Por un momento, parecía que ella no objetaría y se dejaría arrastrar por él a donde fuera que quisiera llevarla. Bajó el rostro, dejándole al mechón de cabello que hacía de flequillo, cubrirle los ojos. De esa forma no tenía que ver a nadie, podía hundirse en ella misma y en su propia incapacidad para contestar; de esa forma podía escapar un poco. De todas formas, sus mejillas ya dolían, y la sangre bombeada a éstas prácticamente dejaba seco el resto del cuerpo, aislando las sensaciones de la piel.

Se preguntó por qué ese chico tenía que hablarle así, se preguntó por qué ella tenía que trabarse como si fuera una niña pequeña e inocente, se preguntó por qué estaba jugando un papel tan simple… y entonces, lo entendió, era culpa solamente de ella, estaba olvidando lo más importante: imponerse.

-… ¿Y luego me pedirás que me desnude también? –rebatió con cierto tono de cinismo. El tono rosado disminuía un poco con el paso de los segundos-, De verdad… ¿Qué estás diciendo? P-para empezar, eres un guerrero, no un poeta literario, ¿No es raro? –trató de justificarse, volviendo a desviar sus orbes hacia un costado-.

Sin darse cuenta, se encogió en su lugar, todavía sin soltarse del agarre que el otro mantenía con su mano.

Nuevamente las dudas de su voluntad hacían que se comportara de manera errática, cambiando de una expresión opuesta a otra en apenas unas décimas de segundo. El pelo tapaba sus ojos y hacía que formase una imagen que contrastaba mucho con el sol que lucía. No hacía falta saber que su corazón estaba apunto de salirse de su pecho, únicamente con tocas su mano lo notaba.

-Lo que decidas hacer tu luego no será por que yo lo pida, sino simplemente decisión tuya.- Alcé un poco la mirada para pensar un poco en la segunda parte de su réplica.-¿Y acaso un guerrero que no disfrute de la belleza y la alabe como tal no es meramente un simple asesino?-

Dejé que me siguiera sujetando la mano, simplemente sabía que eso le haría bien, y además pasé la mano por su mejilla suavemente, y de una forma delicada hice que volviera a mirar al frente.

-A veces no hace falta buscar más allá de lo que se ve Isis, pero otras, puedes encontrarte algo que era lo opuesto a lo que te imaginabas.-

A mi siempre me habían tratado de una forma bastante poco afectiva, pero cuando me llegaban a conocer veían que era muy diferente a lo que habían imaginado y sabía mejor que nadie que las primeras opiniones no eran siempre correctas, por muy bien que calases a las personas.

- Tu elocuencia no necesariamente tiene que significar benevolencia… los tiranos también la poseen –le repuso, sin querer dejándose hacer.-.

Aunque su boca comenzara a soltar dañinos comentarios, algo oscos, apáticos, rígidos, sin ceder en lo más mínimo, simplemente caía en lo ridículo con sólo ver el tenue rosado en las mejillas de la chica. La mirada de ambos por un momento se encontraron, pero ella volvió a apartarla, incapaz de mantenerla si deseaba tener algo de claridad en la mente. Era obvio que por la reacción de su cuerpo, las emociones no eran precisamente de desconfianza, sino algo más fuerte, inexperiencia, retraimiento.

Un quejidito casi inaudible escapó de la garganta femenina, que con los labios apretados, decidió dejar caer un poco el orgullo.

Seguramente Ray le decía cosas así a todas las chicas, no había razón para actuar de aquel modo.

-… Eres cruel haciendo sentir a las mujeres así si luego simplemente te vas y… -agregó luego cuando calmó los latidos de su corazón. No era su caso, ¿Pero si alguna llegaba a creerle demasiado y se enamoraba? ¿No sería cruel entonces… no ser tomada en cuenta de modo especial?-. Tienes suerte que no haya tiempo para esas cuestiones en estos tiempos… -cerró un momento los ojos-.

Se soltó del agarre del mayor, comenzando a desprenderse la capa detrás de su espalda que también le servía de abrigo. No era cómodo estar con toda la ropa, se dejaría solamente la remera y la falda… lo suficiente para no estar desnuda.

Aunque no me gustaba admitir mis propios errores, era cierto que muchos de los peores tiranos del mundo se alzaban gracias a una labia capaz de comerse el mundo. Era otra forma de ver la realidad, una forma que sinceramente no me gustaba. La vida ya era lo bastante amarga como para que encima la gente fuera por ahí hundiéndola más.

Dejé que apartase la mirada, no iba a obligarla a hacer nada que no quisiera, es más, nunca lo haría con ninguna persona. Hice como si no escuchase el extraño sonido que salió de sus labios cerrados a presión, sabía que lo agradecería.

-Mi querida Isis, acaso una dama no debe ser halagada por ser como es simplemente por pequeños detalles. Si, quizás me vaya, y quizás mañana el Emperador pida mi alma. El mañana será otro día, y ni siquiera los Hados sabrán que ocurrirá.-

Aproveché que me soltó y se quitó la capa para quitarme yo los zapatos. Pensé un instante en los pantalones, y sin duda estaban mejor en su sitio, eran de cuero, y como el agua era dulce no serían tan complicados de secar, el día era soleado y no pasaría frío.

-Y ahora, si me perdonas, mi amante me llama. Voy a nadar.-

Y tras esto, salí corriendo al lago y haciendo un poco de gala de mi escasa tendencia de auto preservación y de mi agilidad, salté contra un árbol para ganar altura y luego me tiré de cabeza al agua, para sacar la cabeza y echarla para atrás, salpicando un poco la orilla. Todos los hombres tenían un amante una vez lo habían visto una vez, ese amante era la mar.

Desde lejos, la muchacha se le quedó viendo, fija en su lugar, aún desabrochándose la parte de arriba de su traje. Debajo de la camisola tenía una remera suelta, que pensaba dejarse puesta.

Es un bruto, pensó al instante. Pero era un bruto simpático, tierno. Era un chico peculiar, anormal. La sola idea le hizo hervir las neuronas, casi mareándola vertiginosamente. Ella no servía para meditar sobre esos aspectos personales… generalmente todo la superaba, era un fracaso de ser humano.

Suspiró. Segundos después, sentada en la arena, consiguió quitarse las botas. El calor de la playa bajo los pies era relajante, mejor que un masaje de alta calidad.  Trató de no hacer ruido, mientras espiaba a aquel niño grandote que parecía disfrutar el mar como si fuera un pez dentro del agua. Quiso sorprenderlo… por un momento, sentía terribles ganas de jugar… ¿Él se enojaría si ella trataba de…?

Minutos después, se acercó al agua, corroborando la temperatura antes de sumergirse rumbo a lo más profundo.

¿Realmente llegaría a enojarse Ray si trataba de jalarlo abajo del agua…?

[FDI= tienes mi permiso para que alguien le juegue una travesura al otro XD no importa quién =3 fun time!]

Seguía nadando tranquilamente y en un momento, perdí de vista a Isis. En ese momento paré, manteniéndome a flote con cuidado, no había demasiada profundidad, pero no tocaba el fondo. Oteé el horizonte, expectante ante la amenaza de que hubiera sido asaltada por algún desalmado.

Cuando de pronto, sentí una presencia. El agua evitó que pudiera girarme a suficiente velocidad cuando vi como una chica surgía de las profundidades y se abalanzaba sobre mi cabeza, para sumergirla bajo la superficie.

Me impulsé en el fondo y salí, dejando gran parte de mi pelo por delante de mi cara, impidiéndome ver absolutamente nada. Lo despejé igual que como abriría una cortina y me lo puse detrás de las orejas.

-Por Terra que te vas a arrepentir de eso.-

Cuando sin mayor preámbulo echó ambas manos para atrás, para lanzar una gran cantidad de agua contra su homicida frustrada. Claro que todas las posibles tendencias asesinas morían por las grandes risas que no podía contener. Hacía eones que no disfrutaba así.

Toda la tensión anterior, más que nada emanada de ella, se disolvía quedando como un recuerdo pasado. Ahora parecía lejana la sensación de desconfianza, de defensa. Desde lejos podía notarse que era exactamente como si dos amigos estuvieran pasando un momento entretenido, dejando aflorar el infante interior que todos llevamos dormido. Pese al poco tiempo que llevaba de conocerse, Isis había conseguido dejarse llevar por una vez, divirtiéndose como hacía mucho no lo hacía, y las risas de su compañero la relajaban.

Ambos podían llevarse bien.  Era agradable.

Nuevamente, ya siendo una táctica vieja, Isis trató de ahogar al muchacho bajo el agua, aunque quizás esta vez ya no surtiría efecto por el ausente factor sorpresa.

- ¡Ya, ya, me rindo! –exclamó entre risas, en un intento de hacer las paces. Estaba algo agitada, completamente empapada, y también cansada. Ni siquiera un combate era tan agotador como jugar en el agua, era incoherente-. ¡Me rindo, Ray! Ohw… necesito un descanso –admitió, hundiéndose en el agua-.

Era divertido, desde algunos años antes de abandonar Vulcan ya no nadaba en el mar tranquilamente, quizás, aún sintiendo vergüenza de su "estigma" para él, la marca de su debilidad. Pero en aquél momento, con aquella chica, todo carecía ya de importancia.

Finalmente, tras cuan ardua batalla, Isis alzó su bandera blanca, al final cansada de ese intercambio de terribles golpes entre agua, ahogamiento y más agua. Y en un momento, vi como se hundía en las aguas y una sombra me oprimió el pecho, y eso hizo que actuase de una forma que normalmente no la haría.

Se hundió en las aguas y agarró a la chica por la cintura, para sacarla del agua con cuidado y visiblemente preocupado, para ver que respiraba sin dificultad y empezar a relajarse. No estaba acostumbrado a esa clase de sustos, llevaba bien plantarle cara a la muerte, pero no afrontar la de alguien que apreciaba.

-Venga vamos a la orilla, que hay que descansar. Si quieres he traído algo de licor Daenita, del poco que queda.-

Como fuese, empecé a nadar despacio en dirección a la orilla, sin soltarla a menos que me lo pidiera. La verdad es que tardé en darme cuenta del estado de sus ropajes, aunque haciendo de tripas corazón, lo ignoré en la medida de lo posible.

Ella la había pasado tan bien, y su cuerpo se había relajado a tal punto, que ya ni siquiera tenía ánimos para llevarle la contra, ponerse a quejarse, o exaltarse demasiado abruptamente. En vez de eso, se quedó contra el cuerpo del más alto, evidentemente más tibio que el de ella. La mirada de Isis no podía evitar reflejar la apatía que sentía por el exceso contacto.

-… Oie, ¿De verdad pensaste que me ahogaría en mi propio elemento…? –preguntó carente de tono, sin ejercer fuerza alguna. Un tenue rosado se le posó en el rostro; solamente con la blusa, encima mojada, era bastante inquietante sentir el calor del pecho de Ray, contra sus senos. No le sorprendía- No tengo ni ganas de recordarte la situación… en tanto no empieces a desvestirme o meter mano está bien

Suspiró resignándose.

- Además el agua está fría y tú estás tibio

Dicho esto, apoyó la frente en el torso del chico.

Antes de que pudiera darse cuenta estaban regresando a la orilla, donde el sol calentaba más que en el agua.

- No tomo licor… a menos que sea de modo medicinal, pervertido -declaró al fin, soltándose para caminar por sí misma los metros que quedaban. Ya no había profundidad-.

Quizás me había dejado llevar, era cierto, ella estaba en su elemento, y yo había actuado de una forma impulsiva y un tanto extraña en mi. Dejó que la situación pasara y cuando recordó por omisión la problemática situación en la que se encontraban, respondió con un tímido y pequeño "Gracias" No habría pensado nunca en hacerle cosas poco decentes a la chica, hasta que claro, lo comentó y su subconsciente lo traicionó. Por suerte, para entonces, ella ya podía andar sola. Esperó un momento en el agua, mirando al horizonte para rebajar su pulso y salió del agua.

-Claro que mi temperatura corporal es alta, de chico me llamaban el calefactor con patas. 37 grados asegurados todo el año.-Esto último iba con el tono de un vendedor de bazar.

Su pequeño detalle sobre el licor era cierto. Yo tampoco solía beber mucho, más que nada por que me gustaba estar al 100% para una batalla siempre, y el alcohol reducía ampliamente mis habilidades.

-Si terapéutico es, te quita el frío que da gusto.-Reí nuevamente, aquél día estaba de un especial buen humor.-Baaah, de todos modos, esto tiene tan poco alcohol que no emborracharía ni a una mosca. Aunque mejor si estuviera fresquito.

En verdad me daba igual, iba a descansar un rato en la arena, así que me tiré como si no hubiera un mañana, quedándome como una croqueta rebozada. Por suerte era imposible que me quemase, aunque Isis debería tener cuidado, si eso, movía un poco el chiringuito hasta una cala un poco más resguardada, con un árbol para hacer sombra.

- ¿Eso significa que tienes trayectoria como bebedor? –preguntó tomando asiento a su lado-.

Ella, a diferencia de él, no tenía mucha experiencia con el alcohol. Sí lo había bebido un par de veces, para disminuir el dolor, la fiebre, y otras cuantas situaciones de importancia… pero por diversión, jamás había probado una gota. Jamás lo había pensado, y quizás comenzaba a sentir curiosidad al respecto.

Le miró con cuidado,  el modo en que la arena cubría la piel de él era algo notorio a destacar. Contuvo una risita, que al final terminó saliendo sin permiso.

- Sólo falta una fogata y eres una fritura gigante –balbuceó entre risas-. Luego tendrás que lavarte de nuevo…-agregó más calma. La sonrisa permaneció-. Debe ser una buena guarnición para el licor, ¿Es una indirecta?

La arena caliente le quitaba el frío, y el viento fresco casi pasaba desapercibido. El calor invitaba a dormir una siesta, con el poder anestésico del agua. Ya fuera que sus cuerpos estuvieran débiles, o que fuera a causa del tiempo transcurrido desde la última vez que se estaban en paz, aquella era una ocasión perfecta para reencontrarse un poco con la belleza del mundo, opacada por las guerras y la sangre derramada.

-Yo diría que no, solo lo hago en ocasiones muy contadas, con la guerra no puedes permitirte estar ni mareado.-

Su comentario de la fogata simplemente me mató, así que manteniendo una seriedad simplemente superficial me levanté he hice un movimiento de un arte marcial poco conocido, pegando una palmada al aire, que dejó caer gran parte de la arena. En ese momento me giré, hice una reverencia y hablé con un acento poco común.

-Esta noche, cenaremos un suflé de Ray sofrito con arena de playa y para beber licor recalentado al sol.-

Di un par de vueltas más y me acerqué, abriendo la bolsa para enseñársela.

-Naah, es broma seguro que soy indigesto. No hay mucho, ¿Se te apetece picar algo?-

Había comida de la que se lleva a la playa, patatas fritas, frutos secos, carne ahumada, nada de bufet de cinco tenedores, pero para pasar el rato era más que suficiente.

[por cierto, el acento es... Francés XD]

[FDI= jajaja]

Por las payaseadas del muchacho nuevamente el clima se llenó de una carcajada tranquila, entretenida.

Cenar a Ray podría tener una connotación subida de tono y hasta erótica que, para alguien alejado de esos ambientes como Isis, era desconocido. Sí conocía un viejo rumor, donde profesaba que el alcohol caliente era más fuerte y también hacía más daño a la salud que el frío, y como bien decía el muchacho, en estos tiempos uno no podía permitirse bajar la guardia, debilitarse a propósito.

- Creo que paso de comer, almorcé bien y no creo que la cena vaya a ser un problema, teniendo tantos árboles frutales alrededor y una buena fuente de pesca ahí enfrente… -negó lentamente, sin perderle detalle-.

No era difícil pescar para ella, desde que había aprendido a congelar el agua bajo sus pies para caminar sobre los causes.

- ¿Y de dónde venías exactamente? O quizás sea mejor preguntar a dónde vas… no creo que vagues por ahí sin destino o propósito alguno, ¿no? –preguntó subiendo los brazos hasta apoyarlos sobre las rodillas-.

Se sentía mejor, quizás lo que necesitaba era reír y disfrutar un poco.

La chica rechazó mi oferta de picar algo, la verdad es que estas jóvenes de hoy en día día estabam tan preocupadas por su firgura que ya perdían el apetido. Yo no lo haría nunca, por que como me decían habitualmente, sabría el Emperador a donde iba a parar la comida que consumía.

-Pues yo me tomaré unas patatas fritas.-

Saqué una especie de bolsa de tela fina con un nudo y la dejé abierta, encajada en la arena para que se pudiese coger sin temer a comer sílice. Después, saqué una botella estrecha, con un líquido amarillento dentro. Después, un baso pequeño y eché un poco. Para dar luego un buche sin que se notara un bajón en el nivel. EL buen licor era para disfrutarlo.

-Venía de Flaguerre, allí el resto de mi grupo nos habíamos asentado en busca de unirnos al ejercito confederado. Seguiré actuando bajo mi propio mando, pero... Deseo que esos malditos imperiales vuelvan al agujero del que salieron y daré mi vida por ello sin dudarlo.-

Di un nuevo buche, igual que el anterior y me dejé caer en la arena de espaldas, mirando al cielo.

-Y tu qué, ¿Tienes algún camino para seguir, o solo vas donde te lleven tus pasos?-

- Mhm…

Lo pensó un poco, acariciándose el cabello lentamente para intentar desenredarlo mientras pudiera. Aunque una vez seco no sería difícil acomodarlo.

- Pues, no tengo un patrón definido… simplemente estoy buscando un lugar en donde sea realmente útil en esto. Mientras tanto, aprenderé a sobrevivir por mi cuenta y seré más fuerte, si voy así como estoy a un campo de batalla contra el Imperio, no duraría lo suficiente para mantener mi honor –respondió al final, volviéndose a verlo un instante-. Pero no sé dónde terminaré, ni pienso morir fácilmente… quiero poder ver la luz entrando a Daein de nuevo –casi susurró, aunque perfectamente audible-. Ser parte del número que conformó a la historia… aún si no quedan vivos ningunos de mis amigos o parientes.

Las muertes eran un mal necesario, no podían evitarse, y dolían en el alma, los huesos, la sangre y cada bocanada de aire que respiraba. Pero aún así, si morían todos, con liberar Daein para las generaciones futuras era suficiente. En algún momento a ella también le tocaría morir… sólo esperaba hacer que su vida valiera lo suficiente, ayudar del modo correcto.

- Bueno, pero tampoco he hecho muchos amigos aún, ¿Tú sí?

La chica era noómada, al menos más que yo antes. Iba buscando la forma de fortalecerse a la vez que ayudaba al máximo a sus compañeros. Una honorable forma de ganar experiencia y fuerza, tanto física como moral. Pero hay personas más débiles de lo que aparentan, y otro más fuertes de lo que creen. Y el ejemplo del segundo ahí quedaba.

-Yo prefiero ver mi pripio final antes que dejar que alguien que aprecio muera. Saber que alguien debe morir no lo hace más fácil.- Dejé que pasara unos pocos segundos, también necesitaba pensar de vez en cuando. Y entonces me preguntó por mis amigos. Imágenes de Nereida, Logg y también de Kalya, a pesar de nuestra extraña relación pasaron por mi mente.-Pues si, la verdad.-[/b]Sonreí de nuevo, expresando un poco de mi felicidad.-La verdad es que mi familia era una mierda, así que ahora Logg me ha adoptado como si fuera un padre, y mi relación con Kalya se parece a la de hermanos.-[/b]

Omití la parte de Nere, por que ni siquiera yo sabía como difinirlo, era algo extraño que no me había alcarado aún. Yo y mi inmensa estupidez con las mujeres.

- Como un padre… eso suena lindo, si mi hermano supiera que acabo de jugar así con otro hombre seguramente se escandalizaría –hizo un gesto de resignación-. En mi familia éramos tres hermanos, pero al menor lo asesinaron cuando intentamos escapar… mi hermano mayor se quedó con mi padre, ellos fueron de los primeros en pelear. No imagino cómo la estará pasando, pero de alguna forma tampoco imagino que hayan muerto… él es realmente fuerte y metódico.

Los ojos dorados de la chica se perdieron en la nada de sus recuerdos, esa admiración idónea, casi similar a la que profesaba por la Diosa, estaba casi escrita en el fondo de sus pupilas. Hasta la fecha, ningún hombre sobre la faz de la tierra se podía comparar con su hermano… todos eran diferentes, todos tenían cosas buenas (la simpatía de Ray era para destacar, y su sentido del humor también), pero ninguno llegaba a estar en su primer lugar.

- ¿Cómo puedes ser amigo de otra persona si no sabes nada de ella? –volteó de nuevo a verle-, me refiero, estás lejos de ellos ahora, Logg y Kalya… pero siguen siendo amigos, ¿Acaso tantas cosas pasaste junto a ellos?

Era una familia con un pasado dificil, no lo podía negar. Un hermano fallecido en la invasión primera, y otro que era un maestro del la batalla. Además, el padre también estaba allí. No pude evitar aún así sonreir por el comentario del juego, yo la verdad es que no habían entendido nunca el porqué de actuar como si ambos sexos tocasen temas completamente separados, ¿Acaso el mundo no había avanzado nada? Y ante la idea, me giré, la sujeté de los hombros y hablé como si hubiéramos cometido un terrible error.

-No te preocupes Isis, yo responderé y asumiré el castigo correspondiente. Echarle agua a una chica inocente es un terrible echo que... Baaah, da iguá.-Acabé con el teatro, era cierto que no podía pasar demasiado tiempo actuando de una forma seria y había alcanzado mi límite.

Entonces preguntó como podía seguir siendo amigo de alguien con el que no tenía contacto. Y ante tal pregunta, tan poco habitual respondí de una forma muy natural.

-Ante la duda, considera amigo a cualquiera que arriesgaría su vida por la tuya. Y cuando luchas en la guerra, o la persona que esta a tu lado la conoces como si fuera tu hermano o has muerto. Un segundo, una duda, es demasiado tiempo. Quizás parezaca una tontería, pero cuando arriesgas tu vida con alguien, una parte de ti se queda con ellos.-[/b]

Por un momento, la chica permaneció en silencio. Luego, sus manos se apoyaron en el pecho del chico y con una sonrisa traviesa lo empujó de espaldas a las arenas, colocándose sobre él.

- Eso quiere decir que debería dar mi vida por ti para que tú la dieras por mi, ¿No es eso manipulador? ¿Le debo mi vida, así que le pago con la mia…? –espetó tomando una patata de la bolsa para llevársela a él a los labios-.

Si bien era un acto sumamente inescrupuloso, hasta sugestivo, para ella no resultaba sino inocente e inconsciente. La costumbre de jugar así con su hermano mayor sin que hubiera peligro le hacía subestimar las reacciones de cualquier otro hombre, pese a saber que había algo más, además de la hermandad, con alguien del sexo opuesto.

Bueno, la verdad es que no era la forma de ver las cosas que yo tenía, pero quizás si pudiera ser un poco interesada. Pero si el sacrificio era desinteresado, lo hacía más honorable aunque igual de suicida, y cinceramente ojalá yo pudiera pensar en el frente "si salto para parar esa  flecha me evitarán otra flecha en el futuro" malditas limitaciones mentales de la adrenalina.

Y entonces me ofreció una patata de forma sujerente, algo que sin duda no podía quedar sin respuesta. Esperé que la patata estubiera cerca, incluso acercándome yo, y la cogí de una forma delicada, de forma que su probocación pudiera ir de vuelta. Tras lo cual, cogí otra patata con dos dedos, se la enseñé y la lancé al aire, para ofrecérsela delicadamente sujeta por el índice y el pulgar.

Afortunadamente, yo no era muy dado a pillar indirectas, cosa que había afectado a mi vida sexual desde joven, así que más o menos no llegué a comprender que me intentaba deicr, siendo lo más claro que tenía en mente "come y calla".

-La verdad es que el que se sacrifica no suele tener una vida más para ser salvado, ¿no? Si no, no sería un verdadero sacrificio.-

Notaba algo raro en mi, sentía como si tubiera que acariciar su rostro, y ayudarla a ovidar la crueldad del mundo externo, llevarla a una utopía que ni siquiera podía imaginar una mente tan limitada como la mía.

Los masculinos labios rozaron suavemente los dedos de la chica, cuando él aceptó el bocado. Fue perturbador, pero no de un modo en que ella pudiera describir, solamente extraño, inusual, y diferente. Sólo pude atribuirlo al hecho de tener todavía una barrera entre los dos, de desconfianza, que quizás con su hermano por haber sido criado por los mismos padres, no existía.

Miró dubitativamente la patata que le fue acercada, pero terminó cediendo, tomándole por la muñeca al muchacho para acercarse e imitar los actos que antes él hubiera hecho. Húmedos por su propia saliva, los labios rozaron por igual los dedos de Ray.

- Buen punto –aceptó, aún algo sonrosada-. Aún así, no lo entiendo, ¿No se supone que en la guerra, uno siempre trata de minimizar las bajas…? Cuantos más se salven, mejor será, así que uno siempre está obligado a ayudar si ve que otro está en peligro…. ¿Estoy equivocada?

La mente estrecha de Isis que pocas veces había estado en una real guerra, no lograba imaginar del todo la adrenalina del combate. Los enfrentamientos de uno a uno, o dos a uno, no eran suficientemente intensos para imaginar lo que era una guerra de un montón contra un montón.

Noté la duda en su rostro cuando le ofrecí la patata. No era de extrañar, ya que si había nacido en una familia que veía como algo poco correcto el echo de jugar en la playa con un miembro del sexo opuesto, recibir comida directamente sería algo inexcusable. Pero a pesar de su reticencia primordial, al final, tomó la comida en sus labios.

Y su tacto era completamente inesperado. A pesar de mis manos, ya poco sensibles por culpa del martillear del metal (y a veces los propios dedos) y numerosas quemaduras, su suavidad atravesó todas las limitaciones. Una suavidad húmeda que resultaba embriagadora.

Y entonces siguió con su parte de la conversación. Seguía pensando de una forma utópica, donde los hombres se sacrifican para salvar a sus hermanos. Ese era un sueño prácticamente imposible de lograr. Pocos apreciaban más la vida de su pueblo que la suya propia.

-Si nos ponemos así... Te contaré una leyenda.-Mi pueblo tenía numerosas leyendas, y la mayoría de ellas eran poco habituales en Tellius, gracias a su aislamiento.-Antes de que el tiempo fuera tal, un hombre intentó unir a todas las naciones bajo el mismo estandarte para eliminar las guerras del mundo. Fue traicionado por su primogénito, que quería el poder para él. Y ese hombre, hizo, en la guerra civil murieran la mitad de los habitantes, en vez de enfrentarse a su padre. Hay personas que piensan que mientras que mueran otros, les da igual lo que pase. Por eso no son las cosas como deberían.-

Por supuesto que nada en el mundo era como debería, si lo fuera, no existirían los problemas y en realidad la vida misma no tendría altibajos. Quizás muchos pudieran considerarlo aburrido, porque nadie tendría que buscar su propia felicidad arduamente, todos lo tendrían todo ahí sin esfuerzo…. Isis entendía que lo ideal no existía, pero aún así, no veía ninguna razón por no tratar al máximo poder contagiar a los demás de su propia ideología. Aún si, como él pensaba, era solamente una utopía.

Pensativa, se deslizó bajándose de sobre el chico, hasta quedar sentada a su lado. Torció ligeramente los labios, inconforme.

Ella era débil, no podía dejar de pensarlo.

- Quizás debería ser más egoísta, ¿No te parece? Me estoy llevando el mundo por delante si sigo pensando que por poner mi granito de arena cambiaré algo, la corriente será más fuerte que yo y no conseguiré nada –resolvió finalmente-. Todos son egoístas, los mejores generales también deben serlo, ¿Verdad? Quizás es que ellos saben qué quieren específicamente, ¿Qué es lo que tú quieres, puntualmente…?

Todos querían liberar Daein. Cualquier persona con algo de corazón quería. ¿Qué era lo que su propio corazón anhelaba, más que eso? Se preguntó ella, pensando que quizás así encontraría algo egoísta en la respuesta, algo que la hiciera un poco más fuerte que ayer.

Aún no había acabado de convencerla, eso estaba claro, y eso solo significaba una cosa, aquello iba para largo. Yo no iba a cejar en mi empeño y ella tardaría seguramente en llegar a comprender la terrible complejidad de la guerra. Dejé que se sentara a mi lado y cuando se sentó del todo pasé un brazo por detrás suya, abrazándola suavemente.

Y entonces expresó que quizás debería ser un poco más egoísta, y eso era algo que nunca podría permitir, un idealista no debía cejar en seguir su propio camino. Y entonces fue cuando dijo la última frase, sobre los comandantes, ya decidí expresar si propia opinión al respecto.

-Sabes, yo en cambio creo que cuanto más humilde sea un comandante mejor líder será. Sus tropas lo querrán y lo protegerán sin necesidad de recurrir al miedo. ¿Y yo que quiero?-Una pregunta de ese calibre merecía pensarla con tranquilidad.-Sabes, me gustaría que acabase esa guerra y poder retirarme a un pueblecillo, a vivir el resto de mi vida mirando el mar. Pero para eso he de luchar, mi vida no vale más que la de otro, y si he de sacrificarme por el bien de mi pueblo, lo haré orgulloso.-

Con expectantes ojos, la mirada dorada contempló al chico, que en realidad estaba a poca distancia. Luego de unas horas a su lado, ya no le molestaba aquello. No había ningún tipo de inquietud con respecto a tenerlo demasiado cerca. Se había recordado a si misma que todavía desconfiaba de él, pero eran solo intentos de auto convencimiento, no la realidad. Ya le creía, confiaba, quizás no al 100; Ray era diferente de un hombre del Imperio.

-… Es cierto, todos han pensado qué harán cuando la guerra termine… menos yo –meditó tratando de encontrar una respuesta en la amarilla arena, tan caliente por el sol-. Es extraño.

Una parte de sí misma probablemente quisiera evitarse las esperanzas, la ansiedad de lograr la paz.

Estando con Ray era imposible seguir esquivando el pensamiento. Parecía que todo le llevaba a eso. Al hecho de que todas sus razones de vida acababan junto al Imperio. ¿Podría ser que, en el fondo, no quisiera destruirlos y por eso continuaba dando vueltas sola? … El Imperio le daba una razón para vivir, sin el Imperio, era como si la luz no existiera, y tampoco la oscuridad.

Estaba a punto de sentirse culpable al respecto, necesitaba distraerse. ¿Qué podría distraerla lo suficiente?

[FDI=Estoy muy en blanco =x= pido perdon si no es el mejor post de la historia. Siento que ya no la puedo hacer hablar de cosas triviales que no sean la guerra y eso es un poco aburrido, repetitivo. Si se te ocurre algo, tienes todo mi permiso =D para ponerlo, lo que sea que no mate el tema XD]

El ambiente iba cambiando, la tensión palpable que había en los primeros momentos se había desvanecido como una sombra y me sentía simplemente... a gusto. En aquél instante, no deseé estar en ningún otro lugar, ni con otra persona. Parecía que el tiempo había abandonado su azarosa carrera y un instante congelado para la posteridad se gravaba a fuego en mis retinas. Cerré los ojos y abracé a la chica con un poco más de fuerza, para después acariciarle suavemente el hombro, una vieja manía.

-Aunque no lo parezca, el mayor temor de un guerrero es la propia paz, cuando su existencia carece de utilidad. No es extraño no haberlo pensado, quizás simplemente, tienes miedo de que pueda pasar luego. A todos nos pasa.-

No dije esto para herirla, sino todo lo contrario. Era humano sentir miedo, cuya ausencia nos volvía las mismas criaturas que moríamos por eliminar. Quizás se podría decir que morí aquél día, pero entonces, que fue de mi yo anterior. Desde el incidente, me había vuelto más alegre, y a la vez más frío en el frente. No llegaba a comprender el porqué, solo sabía que ese error existía en mi ser.

-Aunque creo que nos dejamos llevar por las heridas de guerra. ¿Podría concederme el honor de este baile señorita?-

Me levanté y le cogí la mano con delicadeza, como si nos encontrásemos en un viejo palacete de la nobleza. El sol caminaba a su ocaso y aunque aún quedarían unas pocas horas de luz, el cielo se coloreaba de un ámbar brillante como el fuego.

Seguramente, nunca habría pensado que un guerrero como yo amase las artes, como la poesía, o la danza. La propia espada llevaba a una danza, que aún oscurecida por el peso de las almas de los caídos, era el mayor de los artes a los que podía aspirar. Si aceptaba, bailaría con ella un baile lento, de los que a mi me gustaban, que a pesar de que nuestros cuerpos podrían llegar a juntarse más de lo que dos desconocidos estarían acostumbrados, dejaría que la paz evitase cualquier pensamiento que pudiera destruirla a ella misma.

Con seguridad, la mano de ella subió, sujetándose de la del muchacho. Únicamente en ese momento un sutil rosado se posó sobre su rostro, dándose cuenta de sus acciones. Aún así, era innecesario sentir arrepentimiento, o desconfianza. Se puso de pie dejándose guiar, tratando de calmar esa inquietud, esos nervios, de su pecho, recordándose que tenía que superarlo si quería ser más fuerte y mejor.

La luz naranja del cielo teñía la tex de ambos jóvenes en un color más oscuro, como si un aura dorada se desprendiera de ellos. El sonido del mar al fondo resultaba relajante, aunque el viento proveniente de éste, con la caída del astro, se volviera minuto a minuto más frío que en la tarde. Por suerte, para entonces, las ropas de ellos se encontraban secas en su totalidad.

Isis apretó los labios, juntando su propio valor para actuar segura de sí misma. Tanto contacto era algo inquietante, pero no en un mal sentido, sino en uno bueno… era agradable, tibio, sentir que ese día no estaba sola y podía revivir viejos tiempos, como cuando su hermano mayor o incluso su padre jugaban con ella. Claro que Ray no tenía la misma esencia  a su alrededor, no era precisamente como un hermano, pero no era muy diferente de eso tampoco… era alguien en quien de alguna forma, confiaba, como si fuera de toda la vida.

Tenía que calmar su corazón. Tenía que evitar pensar, precisamente en el brazo que rodeaba su cintura, o en la distancia de sus rostros, tan circunstancialmente corta dada la altura de ambos. Aunque se repitió que no pensara, fue imposible no desviar la mirada hacia los labios, tan casualmente cerca.

¡¿Por qué Ray había escogido un baile enteramente romántico?!

Aceptó la invitación, y eso causó que en apenas un segundo toda idea sobre la guerra y la muerte se desvaneciese. Brazos que guiaban, pies que pisaban suavemente la tierra y la levantaban de igual forma en un ritmo que emanaba tranquilidad.

Hacía mucho que no se sentía así. No solo desde la guerra, nunca había sido alguien con muy buena fama en su villa por culpa de sus cicatrices, y normalmente las jóvenes lo evitaban, cosa que había causado a su vez otro rechazo por su parte.

En cambio aquella vez era diferente. Sentía que a pesar de que apenas conocía a Isis, su extraña forma de ser, tan cerrada, tan evasiva, y en general, tan fría, escondía a una persona que podía llegar a sonreír de una forma tan cálida que traería la vida a un cadáver. Incluso, las veces que había conseguido que riera, notaba una extraña reticencia, como si tuviera miedo de que en cuanto sus labios se curvaran para arriba, una daga atravesase su corazón.

Continué un poco, haciendo que diera una vuelta sobre mi mano, que la hacía parecer una bailarina de una caja de música, y cuando acabó, la cogí, quedando su espalda contra mi pecho, y entonces le susurré suavemente al oído.

-¿Un último baño antes de la caída del sol?-

Sin titubear, aunque fuera presa de una ansiedad poco habitual, siguió el movimiento que Ray imponía. Las manos grandes pero agradables de él hacían parecer los movimientos naturales, fluidos, sin fuerzo alguno. Simplemente era dejarse llevar por una especie de intuición desconocida, novedosa. Incluso, el agarre alrededor de su cuerpo que aquel chico ejercía no parecía una cosa incómoda.

Inconscientemente, la chica se acurrucó entre los masculinos brazos.

-… ¿No está un poco… fresco? –susurró renuente a abandonar el calor proveniente del otro cuerpo, que la mantenía abrigada-… ¿Por qué no te adelantas? Antes encenderé una fogata… es buena idea tener dónde resguardarnos esta noche, ¿Te molesta?

Una fogata cerca de la playa, donde entibiarse y cenar luego de meterse al mar, era una idea estupenda, como unas vacaciones. Mejor que eso, porque bien podían ser por tiempo indefinido. La vida nómada le sentaba bien. Además cuando el ocaso acabara, y las primeras salieras terminaran de salir, en un pestañeo el cielo se llenaría de puntos blancos… y ni siquiera recordaba la última vez que había contemplado la vía láctea acompañada de alguien más, no quería desaprovechar la oportunidad.

- Luego iré.

Porque no pensaba perdérselo, era una promesa.

La verdad es que no había caído en el detalle del fresco. Era cierto que no tenía sensación de frío, pero eso era algo habitual en mi. La camisa por suerte aún estaba seca, pero el cuero estaba empapado por dentro y podría causarme un resfriado si no me cuidaba. Pero la verdad, ya habría otros momentos para ello.

-La verdad es que tienes razón. Déjame que te ayude, y así acabamos antes.-

Dicho esto me acerqué a la ropa que habíamos dejado en la arena, y allí descansaba mi espada. Fui a coger el heraldo, pero de pronto algo dentro me dijo que no. En ese instante, me sentía lleno de felicidad, su propia oscuridad acabaría con ella en un instante. Y no, quería disfrutar y ser feliz, como nunca antes lo había sido, me dejaría llevar por aquél momento. Y por primera ver en mi vida, fue la Arashi no la que se guiaba por mi diestra.

Caminé a un pequeño árbol, secado por la sal del mar y muerto hacía ya mucho tiempo. Ardería bien. Enganché la vaina en mi cinturón y con un tajo desenvainando y otros dos para reducirlo para que se pudiera montar como una hoguera. En una estructura piramidal.

-Intentaré pescar algo para comer, no tengo mucha experiencia, pero supongo que esto hará el trabajo por mi.-

El agua salada reducía la conductividad, pero aún con poca energía, los peces se descoordinaban y morían. No era muy amante del pescado, pero tampoco me iba a poner ahora mismo a cazar otro tipo de comida más suculenta.

Ella vio cómo el chico parecía encargarse de todo por su cuenta propia, haciéndola por poco lucir inútil e innecesaria. Pero no fue así, había resultado entretenido, interesante, verlo hacer todo el trabajo; la falta de un chico caballeroso en su ritmo de vida lograba hacerla admirar la actitud, además de sentirla extraña.

Exhaló, sin perder detalle, con algo de resignación.

- ¿Por qué no dejas que yo me ocupe de la pesca? Prendes la fogata así cuando vuelva ya está todo listo –se ofreció con una sonrisa condescendiente, acercándose a él para obligarlo a sentarse en la arena, presionándolo por los hombros-. Después de todo, estaré a salvo en el agua aunque un tiburón aparezca…y no es la primera vez que lo hago.

Además estaba segura que llegaría más lejos que él nadando, porque ella podía ir sobre el agua. Sin contar que odiaba sentirse inservible.

En ese momento, caí en el detalle mientras aún no había introducido la espada en el agua. Estaba tan acostumbrado a hacerlo todo por mi cuenta, que había olvidado lo que significaba estar junto a alguien al que importabas.

-Lo siento Isis, no caí. Además, el agua es tu elemento, ¿no?-

Envainé la espada y la lancé a la arena. Y de mientras que volvía a donde había dejado la madera, pasé por su lado, y mientras que la cogía de la mano, la hice girar nuevamente. Le sonreí y hablé.

-La verdad es que me gustaría ver eso del tiburón, aunque debería entonces contenerme.- Sonreí, nuevamente bromeaba, a pesar de que podía ser un tema delicado.-Por que está claro que nunca te haría falta.-

Me fui a la zona de la arena, hice una especie de cráter y monté allí los troncos. Entonces, usando un poco de hierva seca, y las chispas de la espada encendí la hoguera. Tardaría aún un poco en arder completamente, pero ya estaba preparada.

Ella se contuvo por besarle la mejilla. El muchacho era sumamente tierno pretendiendo protegerla de cuanta cosa apareciera. Se le hacía dulce; de a poco esa brecha de desconfianza se hacía más finita que antes, desapareciendo, dejando de ser tal para transformarse enteramente en una confianza fácil de percibir en el ambiente.

Apenas Ray se alejó, Isis se volteó precipitándose al mar. En vez de zambullirse, el suelo se congeló bajo sus pies permitiéndole caminar sobre la marea. Su cuerpo delgado sin mayores esfuerzos conseguía afirmarse en la pequeña pisada de agua congelada, avanzando a la misma velocidad que ella caminaba. La parte más complicada, las olas, pasaría tan pronto los primeros metros quedaran atrás y el mar abierto comenzara a verse. Aquella arena de playa quedaba paulatinamente lejos.

Cuando llegó a una distancia prudente, donde los peces podían hallarse con más facilidad, la chica rubia en medio se detuvo a apreciar un instante el cielo, oscuro, con el ocaso prácticamente convertido en un cielo nocturno, estrellado. Luego de pocos segundos, volvió la mirada hacia el nivel del agua, preparándose para una pesca rápida. Congeló pequeñas estacas de hielo bajo el agua, obligándolas a alzarse hacia la atmósfera con la suficiente velocidad para clavar en su filo a lo que sea que encontrase en su camino. Del aire luego cayeron unos cuantos pescados, flotando gracias a su difunto cuerpo.

Tras recogerlos rápidamente, contarlos, y asegurarse de que fuera una cantidad apropiada, regresó sobre sus pasos del mismo modo que había llegado, creando pequeñas porciones de hielo donde pisar. Pocos minutos después estuvo cerca de la arena nuevamente.

- Lo siento, ¿Me tardé? –se disculpó en voz alta, aún acercándose a la acogedora fogata que el muchacho había conseguido crear para ellos. Se veía sumamente tibio allí-. Mira, ¿Crees que esté bien esta cantidad?

Una situación extraña, ciertamente, cada vez, el abismo que separaba nuestras mentes parecía fundirse, deshacerse ante una afinidad que pocas veces antes había sentido. Y siendo sincero, ninguna. Yo solía calar a las personas con solo verlas y pocas veces me llegaba a equivocar, normalmente era cuando alguien ocultaba su forma de ser, y a veces ni eso le protegía de mi psique.

Me giré para observar como caminaba tranquilamente sobre las olas, haciéndola parecer algún antiguo dios de una civilización perdida. Me quedé con aquella imagen gravada en mi retina y cuando finalmente, bajé del etherium, apenas era su dorado cabello el que se podía ver sobre las aguas.

Me concentré, o eso era lo que intentaba, en mantener el fuego a su máxima capacidad térmica. El pescado solía ser frío, y si además se cazaba gracias a magia de hielo, podía estar casi en el punto de congelación.

-Si, más que suficiente, ¿Cómo te gusta? ¿En brocheta o tal cual?-

Saqué dos pinchitos echos de madera en ese momento y sonreí.

Feliz, ella le regresó la sonrisa, acomodándose frente a la amarillenta llama que se desprendía de la madera. El color era parecido al del ocaso, pero éste último ya se había vuelto azul oscuro, mismo de la noche.

- Mhm… cualquiera está bien, ¿Disfrutas la cocina, las pocas veces que es posible? –preguntó buscando su daga, abandonada entre las viejas prendas de ropa que había abandonado en el suelo. Tenía que cortar y destripar a los peces antes de cocerlos- O quizás seas de esos chicos que se conforman con lo que sea en tanto se pueda comer… Personalmente, si veo que está todo tranquilo, suelo darle unos minutos a lo que es la cocina, aunque no es lo mismo que cuando era chica… todo es más práctico ahora.

Viviendo a lo nómada, no habían formas de preparar platos elaborados, pero de vez en cuando se preocupaba por conseguir verduras, frutas, o condimentar las carnes al asarlas. Era lo mínimo que podía hacer, viviendo de esa forma, y lo disfrutaba de sobremanera las escasas veces que lo hacía. La mayor parte de los días simplemente cocinaba la carne, o buscaba algo que fuera viable para comer.

Si lo ponía así, quizás sí le gustaría parar un poco su viaje, encontrar una linda cabaña donde pasar unos cuantos meses, y dedicarse un poco a descansar, a disfrutar de las pequeñeces de un hogar… aunque éste tuviera que ser unitario, solitario.

Sobre la cocina, pues en verdad nunca lo había pensado. Es más, no era muy dado a pensar. Pero cuando se me hacía un comentario al respecto mi mente empezaba a funcionar a cámara lenta, como uno de esos viejos relojes de péndulo.

-Pues sinceramente. Me gusta comer comida sabrosa y bien condimentada, aunque llevo unos meses alimentándome casi siempre a base de carne ahumada.-

Reí, era cierto que la carne de Logg no sabía mal, en el estricto sentido de la palabra, pero había que roerla con los dientes hasta que pudiera pasar por la tráquea, y eso había causado, una vez superadas las agujetas de los primeros días, habían fortalecido gran parte de nuestros músculos.

-Yo prácticamente siempre he tenido que hacerme la comida, y con el tiempo se coge práctica. Pero creo que mi dieta era demasiado cárnica para ser un beorc.-

Continué preparando el pescado. No llevaba especias, así que me fui, aprovechando que ella limpiaba de vísceras a los peces para buscar algo para condimentar. Apenas un par de minutos después, traía unas hiervas de dudosa apariencia que se dedicó a machacar con unas rocas. Cuando acabase, lo echaría por encima.

-¿A ti que te gusta? De comer digo.-Sonreí ante la aclaración, tenía que pensar más en lo que decía o menos, por que fríamente todo podía interpretarse de otra forma.

Ella asintió, atenta a las palabras del pelilargo. Le gustó el hecho de poder influir un poco en la dieta de él, al menos por un día.

El pequeño momento de soledad no se sintió como tal, ni siquiera la preocupó. Tenía la seguridad de que él regresaría, y supo que era peligroso sentirse tan segura, pero le gustó. Le gustaba no estar sola… aunque fuera arriesgado. Le gustaba tener con quien hablar. Los pensamientos oscuros que pudieran surcarla se esfumaron con la presencia de Ray, tan pronto como le sintió cerca.

- Mhm, solía gustarme mucho el pescado, pero hace unos meses eso ha comenzado a cambiar, creo que comienzo a extrañar las carnes de aves condimentadas… y los pasteles, esos definitivamente los extraño, mi madre hacía unos de arándanos muy ricos –le respondió, perdida entre los recuerdos que tan feliz le hacían sentir. Sabía que un día regresaría y los probaría de nuevo, tenía fe en ello-. Me gustan algunas frutas, aunque no las que son ácidas… pienso que si tuviera que pasar días sin comer, no me importaría, a veces ni siquiera tengo ganas de cocinar algo pero no queda otra si quiero mantenerme sana.

Hizo una pausa, pensando en ese detalle. Habían veces en donde se olvidaba de la fragilidad del cuerpo humano. Especialmente cuando estaba en el agua, olvidaba el tiempo, las necesidades de su cuerpo, y demás cosas.

- Mi madre solía hacer unos postres muy ricos, ¿Sabes? –alzó la mirada de pronto, más animada- Creo que cuando todo termine, me pondré a practicarlos para que puedas probar uno, estoy segura que jamás has probado nada igual, ¿Te gustan los dulces?

A diferencia suya, a pesar de vivir al lado del mar, no era amante de sus hijos, al menos, no a la parrilla. Y sinceramente, se había acostumbrado a una dieta para nada sana, aunque quizás, su cuerpo nunca había pedido más. Carne de caza, ave o cualquier cosa que corriese sobre la tierra (prácticamente) y una escasa variedad de frutas y verduras.

Y luego dio el detalle de los postres. Llevaba eones sin disfrutar de un buen postre. El, en su humilde opinión, era un buen cocinero, pero en tan aciagos tiempos, no podía pasarse cerca de cuatro horas haciendo un postre que normalmente no solía durar más de veinte minutos en la mesa, ávidamente devorado.

-Suelen gustarme, pero no las cosas demasiado dulces, me acaban empalagando. Yo te prometo, que si un día me pillas con los ingredientes, te haré mi arroz con leche a la canela.-

Y entonces, con un rápido gesto, miré a un lado y... Atchua!! En ese instante caí en la cuenta de que no solo no llevaba nada cubriendo el torso y que la temperatura bajaba rápidamente, más de lo que estaba acostumbrado y aún me quedaban algunas gotas pegadas al cuerpo. Y aunque eso quizás quitase un poco las ganas de bañarse, ciertamente, el mar a estas horas tenía una temperatura elevada, y era agradable, más que durante el día.

-Bueno, ¿Tienes alguna idea para hacer mientras se cocina esto?-

No tardaría mucho, igualmente, pero prefería hacer cosas, el silencio era demasiado monótono.

Apenas la comida quedó lista, a un lado del fuego, cociéndose debidamente, ya no quedaba mucho más para hacer. Con ese fuego, tardaría un par de minutos, no demasiados pero sí suficientes para notarse. Era evidente que Ray no aguantaría estarse quieto hasta entonces, y no era el plan de ella tampoco.

- Querías bañarte de nuevo, ¿Cierto? –le recordó colocándose de pie, buscando halarlo con ella de regreso al mar- ¡Tienes que aprovechar! Luego de comer puede provocarte malestar, es mejor que te metas al agua ahora, ¡Además! Te prometí que iríamos, ¿No?

Era fácil dejarse contagiar por la adrenalina del muchacho, especialmente luego de que toda la descabellada desconfianza inicial había quedado atrás. Quizás divertirse un poco era bueno, además, el mar en sí mismo, era relajante y despertaba el apetito; regresarían junto a la fogata con más emoción de lo que cenar podía significar, era buena idea. Lo malo era que estarían empapados, pero ya resolverían esa parte después.

-Haaay, como me conoces.--Reí y me puse en pie con fuerzas recuperadas.-De todos modos, ninguna clase de problema digestivo y/o monstruo marino sería capaz de alejarme del mar. Especialmente lo primero.-

Esperaría a la chica, si no tardaba demasiado. Aunque no iba a evitar la oportunidad de salpicarla en la carrera mar adentro. Sabía que luego haría frío, en especial si saltaba viento, pero entre el fuego, y quizás algo de arrejuntamiento, no sería mayor problema.

Sería un baño corto, tampoco era plan de que se quemase la cena, así que significaba que había que disfrutarlo al máximo. Entré corriendo en el agua, y una vez hubo suficiente profundidad, salté contra una ola, muestra de mi evidente falta de delicadeza.

-Venga Isis, el agua está en su punto.-Y de sacar el cuerpo cambié de opinión y me metí hasta casi la nariz, para soltar un comentario bajo el agua, produciendo numerosas burbujas.-Pero el aire no...-

Lentamente, la rubia metió un pie dentro del océano, adentrándose hacia las profundidades. De a poco, comenzó a subir el nivel del agua, cubriéndola hasta las caderas, y allí finalmente ella se dejó llevar por el agua, sumergiéndose totalmente en ella. Descubrió de inmediato que Ray tenía razón, el agua estaba tibia, hasta caliente. Emergió del agua acomodándose el pelo, pesado por el líquido, y entonces percibió la temperatura del aire alrededor.

- Auhg… -se quejó, lloriqueando, estremeciéndose violentamente. Ella podía manejar el hielo pero no era inmune a la temperatura- ¡Está frío! –protestó hundiéndose en el agua y abrazándose el pecho; sentía su piel tensarse en todo su cuerpo, ponerse sensible, hasta dolerle especialmente algunas zonas…-… que horror… susurró metiéndose por completo en el agua-.

No era divertido bañarse si tenía frío. Pero tenía que concientizarse, ya antes había conseguido manejar la tolerancia a las temperaturas, sólo era poder psicológico, sólo tenía que recordarse que estaría bien, aunque sintiera frío, y que no era tan grave. Haciendo uso de ese sobreesfuerzo, emergió, suspirando.

Vislumbró a su compañero, a algunos metros, ¿Estaría su piel tibia…?

-… ¿Tú no tienes frío? –curioseó, tras frotarse un brazo, intentando olvidar el viento-.

Y a pesar de los planes iniciales, el medio ambiente reducía completamente las ganas de seguir en el mar. El mero echo de sacar la mano por encima de la cabeza para impulsarse hacía parecer que se había formado una capa de escarcha alrededor de esta.

Isis se acercó y me preguntó por su sensación térmica. Lo pensé un poco, intentando buscar una respuesta que no me dejase demasiado mal. Notaba que ella tenía frío y eso era razón más que suficiente como para salir al exterior en una carrera en dirección al fuego, para quedarse delante de él y recuperar calor.

Así que en vista de la situación, emergió un poco, lo justo como para que la boca quedase por encima de la superficie, y mostrando una expresión digna de un espía en lo más crudo del momento, expresó también su "incomodidad".

-Si, un poco de fresco si que hace... Creo que mejor que nos recojamos. Espero que esto no salga a la luz...-

Esperó su respuesta, y entonces partió a ver el estado de la cena, que seguramente no distaría mucho de estar comestible. También estaría atento a su compañera, que si tenía frío, se apresuraría a abrigarla, aun con su propia ropa. A fin de cuentas, solía refrescar más en su tierra, a pesar de que en esos momentos solía estar seco.

Habiéndose convertido el baño en únicamente un chapuzón rápido, la muchacha volvió a la arena, siguiendo de cerca a su compañero. El aire parecía polar a la intemperie, su piel se tensó, pero ella nada más se estremeció manteniendo la compostura. La fogata brindaba un calor embriagante a su alrededor, chispeando de vez en cuando, con un poco de humo alzándose como una columna hacia el cielo.

- Recordaré no volver a meterme al agua en plena noche… -susurró, cuando ambos estuvieron cerca, junto al improvisado campamento- Ray~… tengo frío…

Dicho esto, se acercó al chico, obligándole a dejar de hacer lo que fuera que hacía, para que le diera algo de calor abrazándola. Además, cerca del fuego, era fácil entibiarse… más aún si tenía en cuenta que la temperatura corporal de Ray era elevada.

- Fue tu idea el baño, así que me ayudarás a no enfermarme… además, casi pareciera que tu cuerpo no sintiera el frío… -se explicó cuando intentaba acomodarse entre los brazos fuertes del muchacho, sin mayor problema que un sutil sonrojo en sus mejillas. Que tuviera la osadía, no significaba que fuera inconsciente de lo que hacía-.

Una vez relativamente a salvo del congelador en el que se había transformado un momento presumiblemente entretenido, ambos dos nos quedamos en el fuego, como cuando los ancianos lo vieron por primera vez ante sus ojos.

Y como era natural, la chica tenía frío. Yo, gracias a una extraña y relativa sensibilidad térmica, que funcionaba cuando el Emperador quería y no siempre, podía más o menos soportar aquella inclemencia. Dejé que se pusiera entre mis brazos, y con un pequeño estiramiento, mi chaqueta, hasta entonces cogiendo arena, y lo puse sobre los dos.

-Mea culpa. Y me aseguraré de que no cojas frío, no te preocupes.-

Y dicho esto, saqué el pescado del fuego y le di una porción, mientras con la otra mano cogía mi propia tajada, dejando a la pobre chica rodeada por aquella estufa latiente,porque mientras que al pegar mi espalda contra la suya, la escasa cobertura de mi pecho hacía que se notase el corazón.

Y mientras comía, mantenía la vista más o menos ocupada, por que no caí en la situación. Nuevamente, su ropa estaba húmeda y sus pecho se marcaban por culpa del frío. Malditas hormonas. Quizás me dejé llevar un poco por la situación, quizás no, pero entonces, pasé mi brazo izquierdo a la altura del vientre, rodeándola y apretándola contra mi pecho. Entonces, susurré unas pocas palabras a su oído.

-¿Aún tiene frío mylady?-

Más que relajarla, o abrirle el apetito, el baño había conseguido dejarla en un estado de casi inconsciencia máxima. Su mente, demasiado vacía, incapaz de concentrarse, permanecía sólo fija en el fuego, y las tonalidades que éste alcanzaba a tomar al quemar la leña. El aroma de la comida ya lista no surtió demasiado efecto, ni quiera trayéndola de regreso a tierra. Un calorcito agradable comenzaba a nacer, estando protegida por el más alto. Era buena idea no darle demasiada importancia al hecho de estar tan cerca.

Lo que sí funcionó para hacerla reaccionar, fue el brazo atrayéndola por la cintura. La alteraba, quizás porque tenía la piel demasiado sensible. Sujetó inmediatamente los brazos que la rodeaban, tensa, sin intentar alejarse. Luego, el cálido aliento golpeando contra su oreja fue un switch, haciéndola verse obligada a contener ese temblor que subía por su columna vertebral, y volvía a su piel aún más (si era posible) sensible al tacto. Ahora sí tenía calor… especialmente en sus mejillas.

- S-Sólo un poco… -admitió reticente, incapaz de voltear a verle-… Pero es porque… estás cerca… -pronunció con cuidado, sintiendo sus brazos más débiles que antes. Estaba segura que si se alejaba de él, el frío sería inclemente-… ¿Tú qué tal estás?

Tenía que ocupar su mente, distraerse. Si pensaba demasiado en ese brazo caliente que la sujetaba por la cintura, o el calor del pecho de Ray contra su espalda, o su respiración acercándose a su cuello….

¿Por qué comenzaba a sentirse tan inquieta?

[FDI= Oh my... xDD deberiamos ponerle +18 al titulo del tema? LOL!]

La chica permanecía hipnotizada por el fuego, por lo que cuando notó que mi brazo ya la estaba sujetando. Entonces, estiró los brazos rápidamente y tensándolos de forma excesiva. En un momento tuve miedo de haber echado al traste aquél momento tan agradable, pero cuando habló, me di cuenta de que no fue por que le desagradase, sino por la sorpresa.

Admitió que empezaba a tener calor, y para ser sinceros, yo también, pero todavía podía aguantar mucho más. Me sentía a gusto en aquél momento, y seguramente, a no ser por algún acontecimiento antinatural, no me movería.

-Sinceramente, yo también. Aunque no me desagrada.- Si me llevaba a mirar, vería como parecía perdido en el fuego, aunque finalmente parecí responder, aunque en verdad era algo completamente automático.-Discúlpame si te molestaba, es que no estoy muy acostumbrado a tratar con chicas guapas.-

Ni chicas de ningún tipo, pero el punto era soltarle un piropo. Lo había pensado antes de decirlo, seguramente no. Pero allí estaban, en una situación de cuento, con una chica hermosa, y aún así, había algo dentro de él, quizás falta de experiencia o desconfianza, que le impedía dar cualquier tipo de paso hacia adelante.

No quería retirar ese brazo.

[Dependerá de Isis-chan =D]

Las manos puestas sobre el agarre de Ray se aflojaron, volviéndose más sutiles, como una afirmación de que no quería verse libre del abrazo. Era meramente inconsciente, pero no le interesaba, su mente estaba en otra parte.

-… No es como si yo hubiera estado cerca de muchos chicos tampoco… -le aclaró, con la mirada en el suelo, algo tímida de tener que tocar un tema tan personal que, siendo honesta consigo misma, ni siquiera procuraba pensar demasiado-… de hecho, ese libro está un poco… vacío de contenidos… -metaforizó con cuidado, ruborizándose un poco más-, no hay demasiado tiempo para eso cuando sólo se piensa en una meta, o cuando no conoces a nadie más.

Y sin conocer a nadie, ella no podía siquiera considerar la idea de experimentar nada. No era demasiado consciente de esa elección… como tampoco era consciente de las reacciones de su cuerpo y cómo identificarlas, en algunos casos, como aquél, en que se sentía especialmente inquieta.

Además, haberse criado con un hermano sobreprotector y cariñoso, había anulado cualquier chance de acercarse a otros chicos en el pasado. No se había sentido necesitarlo, y luego, todo ese futuro había quedado simplemente en el olvido. ¿Qué pensarían sus padres… si supieran que ella no aspiraba a convertirse en nada, ni a tener nada especial, en ninguna relación social…?

-… Aunque sienta curiosidad… y piense que quizás debe ser lindo, es peligroso –entendió-, ¿Y si lo pierdes, a esa persona que tanto aprecias? Ahora mismo, por ejemplo, me da un poco de miedo… -susurró, bajando de a poco el tono de voz, casi temblando por culpa de la incapacidad de traducir lo que realmente ansiaba decir-… que me sueltes…

Sus pómulos no podían arder más.

Siempre se olvidaba, que la joven dama tampoco había tenido tacto con el genero opuesto. Y así iban, claramente. Ninguno de los dos sabía como actuar y encima él tenía miedo de actuar de una forma incorrecta. Podía saltar a la muerte sin pensarlo y no podía acariciar a una chica, mandaba huevos.

Ella había tenido una familia sobreprotectora y versada en cariño y amor fraternal, ¿Pero él? Apenas había conocido una muestra de simple aprecio durante su infancia, y menos aún durante la adolescencia, había confundido amor con atracción sexual y eso lo atormentaba. Tenía miedo de no ser la persona que el otro esperaba que fuera. Sabía que fuese cual fuese su decisión, los acontecimientos de ese día yo no lo iban a abandonar.

-Isis, sabes una cosa, ¿Si nunca has conocido la felicidad por que temes perderla, entonces que sentido tiene buscarla? Disfruta de tu vida, y llora tus penas, pero que ninguna de las dos cosas destruya tu forma de ser.-

Entonces, eché la cabeza a un lado, y me quedé mirando al rostro que poco a poco parecía incendiarse en contraste a la oscura noche. Dejé la comida acabada en el suelo y la abracé con fuerza.

-No temas, al menos esta noche, estaré contigo. Por que a pesar de la llamada del deber, no deseo irme. Nunca.-

Isis, que jamás había buscado un poco de felicidad además de la que podría proporcionarle la liberación de su nación, de pronto se dio cuenta de cuánto había querido vivir una situación como aquella, desde hacía meses atrás. Escuchar, en un intenso abrazo, palabras de compañía, de correspondencia… de un sentimiento más lindo y profundo que el deseo de libertad, compañerismo de guerra, deber de lucha.

- Ray…

Sintiéndose al borde de quebrarse por dentro, se acurrucó en el abrazo unos instantes. Luego, se movió sin alejarse demasiado, volteándose en su lugar. Las suaves y en apariencia frágiles manos de la chica quedaron en la cintura desnuda de Ray, en un intento de devolverle el abrazo, algo torpe y carente de experiencia. Por supuesto, había abrazado antes, pero no tenía idea de si pudiera incomodarle.

Toda la posible angustia que trataba de ahogarla en una profunda oscuridad, quedó en un segundo plano. La respiración de él la distrajo, contra su cuello, y sentía que sus rostros estaban tan cerca que aturdía. Es que la diferencia de altura, aunque notoria, no era exagerada.

Jamás antes había sentido una incomodidad como aquella… tan extraña y diferente, donde el instinto distaba tanto de querer alejarse completamente.

-… Dices que te quedarás… pero afirmar eso es…

Era tan incierto…

Aquel momento, esa noche había servido para que todas mis defensas ante la guerra cayeran, colapsándose ante un extraño sentimiento que había estado oculto siempre bajo sus cimientos. ¿Acaso me había llegado a enamorar? Tantas cosas que no sabía, tanto que nunca llegaría a conocer, pero lo único que había dado por cierto ahora caía. Siempre había pensado que quien podía querer a alguien como él.

Mientras Isis se daba la vuelta sentía como si algo dentro de él se hubiera quedado pegado a ella, y fue entonces cuando comprendió que el camino ya estaba echo. Pasase lo que pasase, una parte de él se había unido y siempre la echaría en falta. No esperó a que el giro acabase para abrazarla nuevamente.

Y en ese momento, dejó de saber que o como debería hacerlo. Todo ya carecía de relevancia. La guerra era un recuerdo, la muerte, no más que una cicatriz. Únicamente el pulso de la joven le recordaba que aquello no era un sueño.

-Si, supongo que esas palabras significan aquello que hace que los caballeros perdamos el valor. Aquellas palabras que marcan una vida.-Debía dar el paso o esperarla a ella. Tantas dudas se agolpaban en su mente que finalmente se alcanzó a colapsar.-Isis, creo que mi vida sin ti a su lado ya no será igual.-

Y entonces empezó a acercar su rostro al de ella, lentamente. Las dudas, que antes ceñían su corazón, parecían deshacerse con el encanto del fuego.

Alguien que la necesitaba, en medio de toda una guerra, esa era la definición correcta. ¿Alguna vez había tenido semejante cosa? ¿Alguna vez había pensado que era algo que buscaba, inconscientemente? Alguien que la protegería no por las bajas en combate, sino porque si dejara de existir, todo perdería sentido… Nunca habría creído si alguien se lo hubiera dicho casualmente, que ella acabaría enredada en ese sentimiento. No quería dejarlo ir, no quería aflojar el lazo, ni arriesgar esa vida tan preciada.

Tímidas,  las manos de las chicas se empuñaron suavemente, presa de nervios nuevos. De pronto, veía acercarse el rostro del muchacho, y ella simplemente no podía reaccionar, ni moverse, ni pensar…. Sabía bien qué sucedería, no era ignorante, pero en ese momento su estrecha capacidad de razonamiento le impedía prever el acercamiento, la ruptura del espacio privado.

Una exclamación sutil quedó ahogada contra la boca del pelinegro, sin rechazo alguno. La novedosa sensación de calor era abrumadora, y todo a partir de ahí era nuevo, porque podía atreverse a afirmar que jamás antes había estado así con otra persona. El delgado cuerpo se achicó en su lugar, siendo absorbido por una intensa pena; las mejillas bajo los párpados de la rubia se pintaban de un rojo carmesí intenso.

[FDI= b_b vaya, la virtuosa ya no es tan virtuosa~ ♫]

Esa pequeña y en apariencia completamente inútil acción, ahora sentida en mis propias carnes, me hizo ver, nuevamente, cuan equivocado estaba. La debilidad de un guerrero no se encontraba en su brazo, ni en su espada, sino en su corazón. Supe en aquél instante, que si esa joven caía en batalla, o sufría por alguna razón, mi mente se colapsaría, y entonces la venganza llenaría mi ser.

Cuando aquél, maravilloso instante acabó, rápidamente abracé con fuerza su cuerpo. Una parte de mi, más feliz que nunca se ensombrecía por una pequeña duda. ¿Acaso había echo lo correcto? ¿Ella también lo amaba o la había obligado, aún sin pretenderlo a esto? Demasiadas dudas se agolpaban en su mente, producidas por una vida en soledad.

-Esto... Lo siento Isis, me he dejado llevar.-

Aunque había algo en esas palabras que harían, si la chica alcanzaba a entenderlo, que saltase sobre él y repitiese el gesto. Por que con una maniobra de ese tipo, ya se me había acabado la falta de pensar por aquella noche.

Demasiado aturdida para escuchar los sonidos de su alrededor o apreciar el clima, si fuera necesario, la joven se dejó hacer completamente por él. La mente joven de una dama funcionaba como tal, aún cuando ella se negara incontables veces a pensar en sí misma como una mujer; esta era la razón principal, de que en su mente sólo se repitiera la sensación del contacto de sus labios, con los ajenos, una y otra vez, como si fuera una clase de tortura nueva. Pero no dolía, no estresaba, al contrario la llevaba hacia un estado de dispersión mental tal que le era imposible prestar demasiada atención.

La voz de su compañero, instantes eternos después, le atrajo a la realidad. ¿Qué hacer ahora? ¿Cómo actuar ahora? ¿Estaba bien dejarse llevar por igual y olvidar los temores? Más importante, ¿podría ella desterrar las preocupaciones de su cabeza, las dudas?

Ella se separó, sin poder reencontrar sus ojos. Cualquier posible fachada de decisión o dureza no existía ni en la imaginación, en esos instantes. En vez de eso, su imagen era exactamente igual que cualquier otra chica inexperta, en su primera experiencia; mejillas rojas, pupilas brillantes, labios húmedos, el cabello prácticamente seco cayendo de a mechones a los lados de su rostro, y una blusa blanca, si bien ya seca, sólo conformada por un par de tirantes que la sujetaban e impedía que cayera el resto de la prenda.

- Nee… cierra los ojos... ¿Sí? –le pidió, intentando armarse de valor; se sentía incapaz de hacer cualquier cosa si le veía directamente, la vergüenza era mayor-.

Sólo luego de que él obedeciera, tomaría su rostro entre las manos, y se acercaría a devolverle suavemente ese contacto que él antes hubiera buscado.

No sabía cómo poner en palabras, lo increíblemente bien que se sentía el no estar sola, el tenerlo a él. Pero encontraría el modo, en cuanto el pecho le dejara de latir tan fuerte que aturdía.

Cuando nos separamos, me encontré con una mirada hasta ahora desconocida para mi, nunca había sentido la inexperiencia de una dama y si a eso le añadíamos la propia mía, hacía que no pudiera encontrar un paso a seguir, ni nada más que hacer.

La frialdad de su rostro había caído y demostraba una belleza aún mayor que cuando nos encontramos por primera vez este día. Sus brillantes ojos, el rubor de su rostro, y el pelo caído mostraba a una musa, que obligaba a este pobre joven a mantener la cabeza alta, por que gracia del destino o quizás de otro sitio, la ropa femenina parecía que perdía apoyo en sus cercanías.

Cerró los ojos, sin dar tiempo, pero parecía que sus parpados no querían dejar de ver a Isis. Y aunque quizás fuese algo malo, confiaba lo suficiente como para quedarse a su merced. Ahora, su cuerpo y su mente le pertenecían.

Sintió sus manos posándose suavemente en su rostro, con una delicadeza que hasta ahora no había conocido. Y poco a poco sintió su respiración contra la suya, coordinadas de una forma para nada natural. Su pulso solía ser lento y fuerte, y ahora era increíblemente rápido y parecía que iba a romper sus costillas. Y entonces, sintió nuevamente la humedad en sus labios. Aquello quizás fue demasiado.

Caí de espaldas, aún con la chica entre mis brazos. No deseaba soltarla, no lo haría. Y aún estando sobre la arena, mantendría ese íntimo contacto que extrañamente le causaba tanto placer. Sentir otro cuerpo contra el suyo, y al ser de una joven, hacía que el mundo careciera de importancia.

Todavía sin saber qué hacer, o cómo seguir luego del acercamiento, Isis dejó que él la guiara del modo que más le conviniera. Confiando en él, no había razón ni lugar para temer o dudar, o preocuparse, de lo que pudiera suceder después; por ende, tampoco creía que fuera a haber arrepentimiento después, por tomar un poco de iniciativa, sólo un empujón.

¿Y el frío? Ya no estaba.

La ojidorada se separó, encontrando al fin su mirada con la de él. Había sido una especie de confesión, muda, pero había mucho entre líneas que no se podía obviar. Aunque la muchacha no estaba segura de cómo definirlo y ponerlo en palabras, sabía sin dudas, que fuera lo que fuera, le correspondía, enteramente. No había nadie a quien rendirle explicaciones, estarían bien en tanto las cosas fueran claras para ellos dos, y se preguntó, ¿Era todo lo suficientemente claro para no tener inconvenientes…? ¿O acaso debía decirle algo, para iluminar la situación?

No, quizás no, resolvió, volviéndose a acercar esta vez con algo más de confianza al respecto. Era egoísta de su parte si le decía cuánto le gustaba aquella sensación de sus cuerpos juntos…, era aún más egoísta si esperaba que le gustara por igual aquel contacto suave de sus bocas. Por todo eso, se dijo que sería el último que robaría de él, a menos que fuera Ray quien lo buscara la próxima vez.

Al volver a separarse posó su mirada en la del morocho un instante, y se acomodó entre sus brazos. No sabía qué decir, ni qué hacer; ni qué quería. Sólo sabía que no quería alejarse.

- Lo siento.

La situación seguía el camino que más había temido. Ninguno de los dos sabía, o en cambio se decidía a hacer alguna clase de movimiento. Y aún con la chica encima mía, mi mente solo pensaba en abrazarla como si no hubiera un mañana.

Pero cuando pidió perdón, mis cables se cruzaron. Y sin pensarlo, me lancé y la besé de nuevo, y aún sin palabras, me gustaría trasmitirle que no había nada que perdonar. Que en aquél momento, éramos solo nosotros dos en el mundo y no había dioses a los que rendirles cuentas.

Pero quizás si los había. Una negra nube tapó las estrellas y un relámpago iluminó el cielo nocturno igual que un juicio. El subsiguiente trueno causó que las propias ollas se movieran con mayor fuerza, y aún no había llegado el viento hasta allí.

-Isis, recoge tus cosas, debemos irnos.-

Aún sin querer moverme del sitio, señalé al horizonte, donde nuevos rayos caían del cielo. Empezaba a soplar una brisa, y las primeras gotas no tardarían en caer. Recordaba que había visto una cueva en las cercanías, si había suerte, podrían salvaguardarse allí.

Por un momento, ella tardó en reaccionar y entender la situación, sólo siguiendo con la vista el lugar al que indicaba el muchacho. Un trueno, luego dos, y había captado que la tormenta llegaba; no tardó mucho más en fruncir el ceño, y ponerse en marcha. Parecía una tormenta de verano, poderosa, intensa, de las que debías temer, pero sólo quedaba buscar refugio.

- Maldición, por el camino que vine sólo hay bosque, no hay lugares para refugiarse –protestó enfundando la daga en la cintura, y abrigándose con la camisola que usualmente llevaba sobre la blusa; era más práctico vestirse que llevarlo en la mano-, no nos dará tiempo, ¿Acaso existe algo más inoportuno? –renegó, sonrosándose al darse cuenta que reconoció en voz alta la previa situación-.

Acabó pronto de juntar las pocas pertenencias, alerta de aquel viento que se alzaba cada vez más ciclónico. Estando en la costa, la marea había subido, y las olas lucían amenazantes.

Cuando vio como ella respondía, no pudo evitar volver a sonreír. De un instante a otro había cambiado de una dama sonrosada, a una verdadera valkiria. Me gustaba ese cambio tan radical, y cuando viera mi cara, sin duda preguntaría el por qué, y sería respondido por un nada carente de toda credibilidad.

Recogí mis tiestos usando el gabán a modo bolsa, no tenía tiempo para doblar la ropa y aún menos la armadura. Una vez bajo mi brazo. Me acerqué a ella y la llamé.

-Isis...- Y en cuanto se girase le daría un beso y seguiría a lo mío.-Creo recordar una cueva relativamente cerca. Espero llegar antes de que empiece a ... Mierda, corre. Por cierto... Más inoportuno pudo ser, pero no lo diré delante de una joven tan delicada.-

En efecto, ya llovía. Y seguramente mi último comentario había causado que ella se sintiera como poco troleada y quisiera clavar mi cabeza en una estaca. Conforme iba pasando el tiempo la lluvia apretaba y el viento rugía con fuerza. La cueva se empezaba a vislumbrar detrás de unas palmeras...

Al escuchar su nombre ser pronunciado, ella giró alzando la mirada, a punto de preguntar por lo sucedido. No tuvo tiempo, sorpresiva e inesperadamente, un beso había llegado a ella sin previo aviso, sin exigencias, corto en tiempo y grande en significancia. ¿Qué diablos?, hasta le hizo olvidar la tormenta, si no fuera por las gotas que empezaron a caer grandes, ruidosas, contra el suelo. Primero lentas, espaciadas entre una y otra.

Sin entender el comentario que había seguido, simplemente le siguió. No era momento para pensar en trivialidades, tenían que refugiarse. Corrieron como pudieron hacia unas palmeras, en busca de un lugar un poco más seco que la intemperie. Ahí, a unos cuantos metros, pocos minutos en donde el agua comenzaba a caer cada vez más rápido, con gotas igual de grandes y frías, se fue vislumbrando una formación rocosa con una cueva en el medio, que serviría provisoriamente.

Cuando arribaron, el viento del mar frío y huracanado barría consigo las hojas junto a la lluvia. Mojaba todo a su paso, y la cueva a la que llegaron tampoco era demasiado seca, algunas goteras a los costados y sus rocas frías le daban un aspecto lúgubre. El suelo, heterogéneo, desigual por donde quiera que se viera, y algo mojado, era muy poco práctico. Pero no había que quejarse, era lo más que podrían obtener. Por suerte, el viento no golpeaba de lleno en la entrada, lo cual lo convertía en un refugio algo más ideal; había reparo.

-  ¡Está bien que me guste el agua, pero esto es ridículo! –exclamó cuando estuvieron dentro de la caverna-.

Isis miró sus ropas, empapadas por completo. Sentía impotencia, porque tres baños en un día era algo exagerado sin importar qué. Habían perdido el calor de la fogata por un lugar frío y húmedo…su frustración comenzaba a alzarse.

- Definitivamente, esto es… -renegó, comenzando a quitarse alguna de las prendas más mojadas; lástima no tener con qué secarse-; karma, sólo tiene que ser karma –continuó- ¿Cómo puedes pensar que podría haber algo más inoportuno y molesto que esto?... –aunque ya el tono de la pregunta, carecía de bronca, llenándose de resignación. Tomó entre sus manos el cabello rubio, intentando exprimirlo un poco-.

Ella no podía imaginar en esa situación, nada peor. Más aún, desconociendo las actividades que dos personas de sexos opuestos pueden realizar en solitaria compañía.

La cueva la había esperado un poco más seca a decir verdad. El podia dormir hasta colgado en un árbol, pero no todo el mundo era capaz. Además, en cuanto se acercó a Isis, vislumbró que no era bueno seguir así. Dejó las cosas en la zona más seca que pudo, y tras rebuscar un poco, respondió a la chica.

-Bueno... pues por ejemplo... En una forja, se te apaga con la lluvia y te echa a perder el trabajo de varios días si tienes mala suerte.-Entonces se giró y le tiró una camiseta suya, que aunque estaba usada por él (era difícil lavar durante la guerra) y no tenía demasiados daños por heridas ni sangre.-Deberías cambiarte, no quiero que te refríes. Yo voy a ver si tengo suerte y aún hay leña seca.-

Me acerqué, y nuevamente me acerqué a darle un beso. Quizás estaba siendo muy meloso, pero no podía evitarlo. Y aún dudaba si aquello le molestaba o algo. Las chicas eran un mundo y yo bastante corto de miras.

-No te preocupes, no miraré.-

Y dicho esto, salí, y llovía peor que si hubieran invocado un diluvio, parecía que los cielos caían sobre nuestras cabezas, haciendo que las nubes se abrieran en dos. Lo bueno que al llover así, por la mañana haría un buen día, si sobrevivíamos. No tardaría mucho en llegar, quizás lo justo para que ella se cambiase.

La llegada de un nuevo beso le indicó que debería habituarse a ello, a fuerzas. Por suerte, no era desagradable en lo más mínimo, sino al contrario; la única diferencia ahora, era la falta de costumbre que tenía a esos detalles quizás tontos, pero que hacían sentir tan bien. Quizás lo había hecho a propósito, pensó al hallarse sola, así él podía escapar en el instante en que ella desvariaba y regresaba los pies a la realidad.

Echó un vistazo atrás, conteniendo la queja.

Era mejor ocuparse pronto de la temperatura y la ropa mojada.

Miró a su alrededor, comenzando prontamente un conjuro para evaporar los pequeños charcos de agua, secar la arena mojada, y secar de paso las paredes. El vapor calentaría el ambiente también. Con un poco de concentración, las gotas de agua hirvieron, volviéndose humo blanquecino, y en cuestión de segundos la caverna estaba seca y tibia, aunque el calor poco duraría con el viento frío azotando en el exterior.

Volvió a mirar hacia atrás, corroborando que estuviera sola, y se quitó la falda y la blusa blanca. Estando en un rincón de la cueva, esperaba ser lo suficientemente discreta. Utilizó la misma magia de antes, sobre la ropa que se había quitado, entibiándola y de paso secándola en su mayoría. Con las prendas calientes sería más soportable el frío que sentía. Rápidamente se volvió a vestir.

Los pasos golpeando contra el agua le alertaron de la llegada de su kamikaze compañero.

Isis frunció el ceño, prendiéndose el broche de la parte superior de su uniforme, y volvió a recibirle. Apenas lo vio, no pudo contener el coraje, e instintivamente una de sus manos subió a golpearle la cabeza, sin mucha fuera, en realidad era sólo un llamado de atención.

- ¡Está diluviando y tú sales, tonto! ¡Al menos podrías haber esperado que parara un poco, ¿no?! –suspiró-… ¿ya has pensado en tu salud? Tienes que tener más cuidado –agregó, serenándose completamente-.

Cuando volví, la cueva tenía una temperatura más alta, que a pesar de estar bajando a un ritmo relativamente rápido, evitaba todo tipo de enfermedades temporalmente. Me retiré el pelo de la cara, ya que con las prisas este me había caído y apenas veía.

-Veo que mi camiseta no te venía bien, ¿no?-

Dejó caer la leña en el suelo, y entonces intentó buscar algo para hacer chispas. Habían estado poco tiempo bajo la lluvia, pero aún así, llevarían bastante agua, sobretodo los rastrojos para prender.

-¿Me echas una mano? Si no, aquí no acabamos nunca.-

Y entonces, a pesar de mi risa, un sonoro bostezo que habría recordado a cualquiera un laguz león, me di cuenta de que empezaba a tener sueño. Había perdido la cuenta del tiempo y además había pasado el día entero haciendo bastante ejercicio. Si, sería un buen momento para dormir.

¿Pero donde, y como? Lo primero que hice fue doblar mi camiseta para preparar con ella una especie de almohada. No era alta tecnología, pero al menos evitaría un buen dolor de cuello a la próxima mañana.

-Creo... que dejo el fuego para que dure parte de la noche y me echo un rato a dormir. Estoy cansado. Espero que no sea mucha molestia.-

No me haría falta una manta, pero si veía que Isis tenía frío, la taparía a ella. Eso de tener poca sensación termica era bueno, pero esta vez si tenía aun poco de fresco.

Ella suspiró, casi con un instinto maternal inconsciente.

- A ver… déjame que te ayude, niño suicida… -le susurró con algo parecido al cariño, aunque ella no pudiera descifrar a ciencia cierta-.

Nunca había puesto en práctica tantas veces como aquel día, el poder para evaporar el agua como en aquella ocasión. Tenía sus dudas con respecto a la madera, por su naturaleza, pero con tratar no perdía nada. El vapor comenzó a emanar, haciendo calentar la corteza y de paso irradiando algo de calor alrededor, casi como si estuviera prendido el fuego. Algunos  instantes después, los troncos estaban secos, sólo faltaba prenderlos.

-… Encima te has empapado, de verdad no tienes consideración –protestó secándole una mejilla- Y estás helado, ¿Quieres un abrazo? Yo no tengo frío… de hecho mi ropa aún está tibia.

Sería buena idea secarlo a él de alguna forma, aunque no podía usar hechizos. ¿Quizás un baño caliente? Eso era más fácil de usar… no se le ocurrían muchas alternativas, porque aunque sellara la caverna con hielo, éste se derretiría con el calor.

Niño suicida, la verdad es que nunca me habían llamado así, aunque instintivamente me di cuenta que me iba como anillo al dedo. Mi completa falta de autopreservación unidas a las terribles ganas de saltar a pegar espadazos al campo de batalla. Eso me recordaba a aquella vez en la que mi vida peligró por cosas que en mejor no decir por miedo a que te peguen.

Secó los troncos realmente rápido, y estuvieron ardiendo antes de que se diera cuenta. La cueva poco a poco se volvía un poco más acogedora, y el frío empezaba a desaparecer. Me levanté y me iba a ir a una esquina a escurrirse, cuando me detuvieron.

Si se preocupaba por mi. Me sentí querido a la vez que culpable. Realmente no debería haber salido afuera, pero al menos, sabía que con ello, al menos solo uno de los dos pasaría un poco de frío, pero estaba visto, que hoy en día, el sacrificio por los demás, no estaba muy bien visto, todo el mundo deseaba estar en paz con el otro.

-Bueno vale. ¿Pero no te empaparás tu también? Déjame al menos que me escurra un poco el agua, no quiero que cojas frío por mi culpa.-

Y dicho esto, me puse de espaldas a ella y empecé a retirar el agua de la forma más vieja. Apretando y tirando hasta el el final de la extremidad. Luego lo hice con el pelo, que si estaba en peor estado, y tuve que dejarlo suelto, colgando por los hombros. No había obtenido respuestas en lo que al sueño se refería, estaba distraído, y su espalda más o menos ya estaba seca.

- A diferencia de ti, puedo secarme más fácilmente –le repuso, jalándolo de la mano hacia un lado del fuego, donde estaba más tibio-.

El viento soplaba afuera, creando un particular silbido, cual orquesta de trasfondo. Cada rayo que atravesaba el vasto cielo iluminaba de a poco la entrada, haciendo un juego de luces que todavía tenían el atrevimiento de colarse entre los pequeños huecos de la caverna y entrada, donde estaba relativamente tibio en un rincón.

La más baja condujo al chico hacia el lado más profundo pero seco del lugar, manteniéndose cerca de aquel resplandeciente productor de calor que ardía con los troncos. Le indicó sin palabras entonces que se acomodara entre los brazos de ella, donde sin dudas se mantendría tibio, al menos en lo que terminaba de secarse. Eso también le ayudaría a dormir, descansar, para el día de mañana. Y en lo que a ella respectaba… realmente le parecía una buena idea, podría sentirse útil y cuidarlo, y aunque fuera ridículo, se le hacía lindo.

La verdad es que cuando tiró de mi, yo ya había supuesto ir al fuego a secarme luego, por que antes estaba tan empapado que tardaría mucho en secarme. Me acabé de escurrir y me quedé como alguien en un frío invierno delante de un radiador mágico, al menos hasta que me sequé.

El aullido del viento recordaba a una vieja bestia, temida por los exploradores del viejo continente. Esto, unido a la densa lluvia, y los incesantes relámpagos hacían que ese fuera el escenario ideal para una batalla. Una batalla que antes no me habría importado luchar, incluso a pesar de morir, pero ahora... Mi corazón buscaba algo más que gloria.

Una vez ya medianamente seco, me llevó a la zona más profunda de la cueva, que a pesar de ser la más baja y por tanto más húmeda, su control de la magia había echo una zona bastante habitable. Quizás el suelo no fuera lo mejor, pero... al menos tenían techo.

Doblé la camiseta y se la ofrecí a modo de Almohada, no quería que le doliese el cuello luego. Ella me había ofrecido su propio cuerpo, así que en cierto modo, era lo mejor que podía hacer. Una vez allí, comprobó lo cómodo que era, algo que una persona sin demasiada experiencia (y poca intención de tenerla) valoró de sobreforma. De un movimiento extendió su chaqueta por encima de los dos, que cubriría poco, pero al menos evitaría frío una vez que se apagara el fuego, lo que serían unos 20 minutos a lo sumo.

-Sabes... Nunca imagine que estaría así con una chica... Ya había asumido la vida de guerrero solitario.-

Sin haber demasiado para decir o comentar, a la espera de que la lluvia cediese y se calmara el clima, se quedaron en silencio entibiándose con el fuego, y aprovechando los minutos de ambiente tibio hasta que todo el vapor se fuera y volviera a entrar las ráfagas heladas.

Al no haber mucho para decir, ella comenzó a acariciar con la yema de sus dedos uno de los brazos del muchacho, lentamente, sin detenerse, como una especie de tic nervioso, completamente inconsciente. Era como si la ayudara a entrar en trance, pero en realidad sólo era una forma de recordarse constantemente que no estaba sola y que, sin importar qué quisiera llegar a su mente, no debía olvidar la presencia de su acompañante, ni menos, permitir que la temperatura descendiera demasiado.

Por ahora ella no se preocupaba, el fuego funcionaba bien, pero en cuanto se acabara tendría que iniciar un plan B.

Entonces le escuchó hablar, haciéndole salir de sus pensamientos dispersos.

-… Ya veo –fue lo más inteligente que pudo decir-.

Ella en cambio, ni siquiera había pensado en su futuro… sentía que si le daba demasiadas vueltas, se desesperaba, así que simplemente seguía hacia el frente.

-… Trata de dormir un poco, estabas cansado, mejor aprovecha –le recordó, deslizando la mano que antes le acariciaba el brazo hacia la mejilla, misma que acaricio ligeramente, antes de volver a como antes-. No seas orgulloso, no pasa nada porque alguien cuide de ti. Ya podrás regresarme el favor luego si gustas.

Le sonrió débilmente, volviendo a ver la entrada de la cueva, como si esperara que por ella entrara alguien, o algo, pero en realidad nada de eso sucedería… simplemente le relajaba la lluvia, el agua.

El frío, aunque nunca había sido causa de preocupación, había desaparecido, y el extraño calor procedente del cuerpo ajeno volvía a afectarle. Sentía como acariciaban suavemente su brazo, y aquello le agradaba. El tacto más suave que había recibido en estos últimos años era alguna clase de golpe con un arma.

Ella, parecía abstraída, y eso significaba que aunque quisiera demostrar lo contrario, también tenía sueño. Era algo natural, había sido un día muy largo, y cualquier persona, por muy entrenada que hubiera estado, ahora mismo tendría ganas de echarse un rato.

Cuando me dijo que aprovechara para descansar me giré un poco. Si era cierto que en ese momento necesitaría dormir, pero prefería ayudarla a ella también. No era una cuestión de caballerosidad en esa ocasión. Simplemente, quería sentirla entre sus brazos.

-Venga, no lo seas tu. Mejor si descansamos los dos.-

Y dicho esto sin cortarme, pero tampoco sin hacer ningún movimiento que pudiera molestarla, me giré y la atraje entre mis brazos, haciendo que ella pudiera echarse encima mía si lo quería. Estaba acostumbrado a dormir o boca arriba o boca abajo, quizás por el echo de haber dormido siempre solo.

-De todos modos, yo puedo estar que me muero y aún así tardarme casi una hora en dormirme, así que intenta descansar tu también, o dormirás poco.-

Por un momento, él sintió que su compañera se le acurrucaba entre los brazos. Menguando los nervios, ella deslizó las caricias por el pecho formado del caballero, aunque fueran únicamente exploratorias, como descubriendo la textura, los rasgos, cada sector de piel que podía sin tener que molestarlo. Si decía la verdad, aquello era lo más desnudo que podría haber llegado a ver a un hombre en su entera vida; o quizás a su hermanito menor, cuando se rehusaba a ponerse pantalones de chiquito… pero eso no contaba.

- Aunque me digas así, no creo que pueda dormir… -le replicó  con lentitud-.

Lo cierto era que no podría concentrarse en dormir teniéndolo a él tan cerca. No le molestaba, pero tampoco podría dormirse… era difícil de explicar, quizás la alteración de la rutina; estaba alerta, al pendiente de todo… sensible a los estímulos.

- Si tú no puedes dormir, y yo tampoco… ¿Se te ocurre algo que podamos hacer o de qué podamos hablar hasta que nos llegue el verdadero sueño? –le preguntó, acomodándose para abrazarlo. Le preocupaba molestarlo demasiado con su curiosidad innata-.

Decía que no iba a poder dormir. Aquello era algo relativamente, antes o después, mofeo vencería y caería bajo su poder. Pero hasta entonces la noche era joven. Y en esos momentos de felicidad, era bueno aprovecharlo, ¿no?

Entonces cuando preguntó sobre que hablar, la verdad es que no se me ocurrió nada sobre lo que hablar. Hablar de la vida solía ser aburrido, y además podía acarrear que los fantasmas volvieran a la carga. Luego, viajes... para eso debería saber a donde narices ir. Comida, ya está hablado. Armas, un mago y un guerrero tienen tanto en común en ese sentido como un clavo y un mapache.

-Bueno, hablar hablar, no se de qué la verdad. Buscar tema de conversación se me da muy mal. Si quieres te puedo ofrecer un masaje. El pegar martillazos y golpear con la espada me han echo que tenga bastante habilidad.-

Entonces le hice una pequeña demostración, sobre las clavículas, que haría que a pesar de una sensación molesta al principio, que se le relajaran los hombros. Incuso con esta técnica había llegado a dormir a una "amiga" si era así como podía llamarla.

De pronto, ella se mordió el labio, sintiéndose de nuevo con esos tremendos deseos de besarlo. Detuvo con una mano aquella suerte de masaje que él le ofrecía, sujetándola firmemente.

- Aunque quiero que pare de llover, lo cierto es que cuando el viento se lleve la tormenta hará más frío… -inició, buscando algo de qué conversar, algo trivial, que mantuviera la mente ocupada-. ¿A dónde tienes pensado ir después? Quizás sería bueno alejarnos del mar… el viento estará helado en la mañana…

Ojalá hiciera calor, fuera verano, pensó entrelazando su mano con la del muchacho. Contener su curiosidad para que no resultara incómoda para Ray era difícil. Jamás se había dado cuenta de ese lado de ella… siempre pensando sólo en sus metas, tratando de ignorar lo demás, desconocía algo importante de sí misma que ahora la dejaba sin saber cómo actuar, sin saber si simplemente dejarse llevar no sería demasiado.

Estaba algo distraído por lo que masaje que estaba haciendo, pero la verdad es que se mordieran el labio no era lo más habitual que recibía a cambio. Me sujetó la mano, y yo retrocedí con cuidado. Notaba que había algo más allá de aquella acción.

Esa frase llevaba más significado del aparente, algo tan aparentemente banal podía significar cosas importantes con la intención adecuada, y aunque yo era bastante lerdo para entender la lírica, algo sacaba. Deseaba algo, pero sabía que eso le haría mal por otra parte... Aún seguía sin entender a que se refería.

-Deberíamos bajar a Flaguerre, tengo que hablar con Logg y compañía. Se que si desaparezco me buscarán y no quiero ser un lastre para ellos. Es lo mínimo que puedo hacer para pagar mi deuda.-

Una deuda moral, ellos salvaron mi vida, y ahora les pertenecía. No dudaría un instante en sacrificarme por Logg, o incluso por Kalya, a pesar de que seguramente me lo echaría en cara ante una pequeña lápida construida a prisa. Sonreí ante la imagen de absurdo humor negro. Pero sabía que ni con ello, la deuda estaría pagada, nunca sería suficiente...

- Suena bien, es mejor que una respuesta vaga –casi asintió, sintiéndose conforme con ese deberíamos en primera persona de plural-. Estaremos cerca de la capital, sería bueno darnos una vuelta y ver cómo está la situación.

Guardó silencio, intentando hacerse un mapa mental del trayecto, del camino que debían seguir, e incluso, el tiempo que tardarían. Pero los cálculos no salían en su memoria, porque aunque no lo quisiera, terminaba siempre hipnotizada por alguna especie de conjuro superior; era como si por sólo existir, y haberlos probado antes, se sintiera en la adicción de regresar a ellos… a los labios que sospechaba, no se negarían en recibirle.

Aún así…

- Mh… Nee –¿Cómo podía preguntarlo?, pensó, apoyando las manos en el pecho del moreno. Aunque le preguntara, dudaba que supiera de una respuesta…-, Existen instintos suicidas como el tuyo, instintos de prudencia, instintos de confianza… ¿Crees que está bien seguirlos no importa qué?

¿Estaba bien, para ella, dejarse llevar por un instinto, un deseo, aún si era sólo por curiosidad?...

No se veía demasiado convencida de la respuesta, y bueno, la verdad es que ir a una fortaleza militar podía ser un arma de doble filo, podíamos acabar en un batallón de camino al Imperio. Aunque esta idea tampoco me desagradaba. La capital, Sienne estaría a unos cuantos días más de camino, pero nada inalcanzable.

Y entonces me hizo una curiosa pregunta. Seguir el instinto o no. Podía ser un buen dilema moral, ciertamente. Muchos hombres habían muerto por seguirlo y otros por ocultarlo. Y la verdad es que sabía que mi instinto suicida, más técnicamente, el de buscar gloria y bien sin pensar en las consecuencias sería mi ataúd.

-Quitando mi aparente y absurda necesidad de buscar peligro, yo diría que si. El instinto nos guía gracias a sensaciones que hemos suprimido por el avance y es mejor confiar en ellos que en la lógica de uno mismo. ¿Por?-

Pregunté con curiosidad, en completa ignorancia de cuales eran sus planes.

La pregunta detonó un flujo de sangre que viajó inmediatamente al rostro del a chica, coloreándolo furiosamente. No podía escapar a responder.

- B-bueno… me he preguntado qué tanto pueda incomodarte, dejarme llevar o no por lo que quiero… pero si dices que está bien confiar en lo que llamamos instinto, entonces debe estar bien, y no debería tener miedo de hacerte sentir incómodo –trató de explicarse no muy bien, porque el cerebro se le retorcía y se le nublaba cuando estaba nerviosa y nada coherente surgía en él-. No creo que pueda explicarlo bien… sólo…

Sólo podía ejemplificarlo. Aprovechando la pequeña distancia, se acercó tocando  con su cuerpo todo el de su compañero, mientras volvía a besarlo, en busca de saciar esa especie de curiosidad que nacía de su pecho. No sabía bien cómo apagar esa sensación instintiva de descubrir y conocer, pero el único camino que encontraba viable, y que requería menos esfuerzo, era tocando. Por eso, ella deslizó las manos por el pecho del chico, hacia la cintura, buscando reconocer la piel.

Aún estaba cortada y su cara empezaba a parecerse a un sol, en el completo sentido de la palabra. Color y calor. Su respuesta me hizo temerme lo peor, y que al final fuese algún tipo de devorador de humanos. Esto fue desechado como una absurda superstición hasta antes de pensarlo. Le costaba pensar claro, y cuando me acercaba a "aclararle" la mente, fue ella más rápida.

Unidos nuevamente en un beso, ambas figuras seguían el cuerpo ajeno, intentando reconocer cada una de sus formas. Había demasiado desconocimiento del sexo opuesto y esto causaba que se intentase llenar el vacío a velocidad antinatural, cosa que si se hubiera tratado naturalmente no sería para tanto. No era la primera vez con una dama, pero aún así...

Era algo diferente.

Las manos empezaron a acariciar sus caderas, subiendo lentamente. Mientras sus labios disfrutaban de los de Isis, sus manos, como de forma automática e instintiva buscaban la formas que se acoplaban en su espalda, para saber como deshacer los lazos. Algo le decía que le dejase el primer paso a ella, no sabía el que, pero no iba a actuar hasta entonces, bueno, no mucho. Una de sus manos se quedaron en su espalda, mientras que la otra empezó a bajar sinuosamente en dirección a el final de la misma.

Subestimar era un error. Fue el principal error que cometió la chica rubia creyendo que podría saciar su curiosidad tan fácilmente. En realidad, no había contado con que el contacto acabaría por ahogarla, y su mente acabara perdida, a lo lejos, casi obsoleta. Su cuerpo completamente inexperto y sensible sentía todo más intensamente, y la volvía más vulnerable. No sólo las manos que la tocaban sobre la ropa le volvían débil, le hacían perder la noción del espacio; en realidad, sospechaba que el principal factor, era el beso…

El beso en sí mismo demandaba tanto de la atención de ella que no dejaba espacio a lo demás. Aunque quisiera pensar en otra cosa, ni podría; los labios sobre los suyos, el sabor que llegaba a sus sentidos, la calidez que le brindaba el contacto de sus lenguas, la humedad de las mismas… Aunque pareciera poco, era mucho.

Jadeó suavemente, encogiéndose en su lugar sin pensar. No pretendía alejarse, ni soltar a Ray del agarre que había pasado a sostenerlo por el cuello; simplemente su cuerpo se había movido sin permiso, estremeciéndose al sentir la tibia mano al borde de su remera.

Ahora, la inquietud del interior de su cuerpo, se hacía imposible de esquivar. Su inocencia le impedía identificarla de otro modo que como nueva, diferente. No importaba siquiera ni de dónde provenía… sólo que daba calor.

Algo sofocada, volvió a buscar el contacto de sus bocas, que tanto le gustaba.

Trató de despejar su mente, para tocarlo mejor; ¿dónde había quedado su curiosidad? Tenía que aprovechar la oportunidad…. Deslizó las caricias por los brazos, sin saber qué otros lugares le eran permitido tocar; lo único que pudo hacer, fue intentar que ninguna parte de de sus pieles dejaran de tocarse, incluso si eso quería decir permitir a una de las piernas del muchacho entre las de ella, subiéndole la falda sin pensar.

Aquél cúmulo de sensaciones mezclándose hasta el infinito en la misma acción hacía que al igual que con la batalla, volviera a sentirme vivo, solo que más. Muchas veces, se había acostado con mujeres, o había echo cosas comprometidas sin pensar en problemas, pero ahora, tenía la inconsciente duda de si debía o no debía hacer ciertas cosas que sabía que causarían placer.

Y aunque lo salvaje de la situación seguía pareciéndome demasiado descontrolada, la parte de mi que pensaba con claridad no era más que un eco tapado por las sombras. De pronto, al acariciar suavemente en medio de aquella pasional furia, sentí, a pesar del cuero, como el suave tacto de la piel de sus piernas.

Aquello habría sido demasiado ya de por si en una situación normal, entonces ante la sorpresa, una mirada furtiva se perdió un segundo hacia la parte inferior. La blanqueza de su pureza parecía acentuada ante la rojez de una piel cuyo corazón latía al límite. Y lo que normalmente habría causado que la sangre brotara de sus fosas nasales, digamos que fue destinada a otro punto.

No pudo evitarlo, la mano acabó de bajar y se posó sobre las posaderas de Isis, al menos de momento. Y subió la otra mano a su cuello con tal mala fortuna que el nudo que cerraba sus espaldas al mundo perdiera parte de su fuerza, cayendo parte del cordón inerte al suelo.

Para nada disgustada con la situación, que ahora le hacía olvidar completamente el frío que se colaba por la entrada de la formación rocosa, la rubia deslizó una pierna acariciando una de las de él. Esto hizo, en efecto, que la tela de la falda que llevaba en ese momento se subiera un poco más, dejando más piel al descubierto o, mejor dicho, haciendo parecer como si dicha prenda no estuviera. El cuero le molestaba al tacto, pero estaba tan abrumada la mente de Isis, que no le importó.

- R-Ray…

El suspiro, fácilmente confundible con algo más por la entonación, salió de los labios húmedos de la joven que inmediatamente buscó de nuevo achicar la distancia. Le disgustaba de sobremanera alejarse de esa boca que tanto placer le daba.

Estremeciéndose por el nudo que se deshacía, y dejaba la tela floja, a merced de ser retirada con cualquier movimiento, dirigió las manos hacia el vientre de su pareja, encontrándose en el recorrido, con el borde del pantalón. Sin saber qué hacer, las movió a la espalda, jalándolo para que él pudiera acomodarse sobre su cuerpo.

Aquello era una espiral de la que no se podía salir. Cuando más sentías, más te hundías en ella. La humedad de sus labios, la de la cueva que volvía... El fuego se había apagado hace rato y ninguno se había dado cuenta.

Ella se separó, para susurrar de forma muy sugerente mi nombre, como nunca lo había escuchado antes. Mi respiración estaba muy acelerada, mi pulso, habría roto mis costillas, y otra cosa, bueno, otra zona menos recomendada.

Noté como sus manos se guiaban por mi cintura, y por alguna razón, el cinturón que me sujetaba la ropa en su sitio se había soltado en algún momento que no recordaba. Aquel lapsus lo dejó traspuesto, y cuando se encontró con Isis debajo suya, algo dentro le dijo que hacer.

Volvió a besarla, pero esta vez, no solo se encontró con sus labios. Sino que poco a poco fue bajando sensualmente, dejando que su propio aliento acariciase su cuerpo. Bajó hasta el cuello y continuó besando. Y no dio intenciones de dejar de bajar. Solo un segundo, ya cerca de la clavícula, que susurró unas pocas palabras.

-Te amo Isis...-

Y tras ello siguió a lo suyo, mientras creía que cada beso que daba sería el último de su existencia.

Flexionando las piernas inconscientemente, dándole a él más espacio, ella jadeó sintiendo ese calor subir desde sus caderas y tensionarle toda la piel. Sentía el pecho latir tan fuerte que no escuchaba el silbido del viento o la tormenta que antes recordaba haber oído; ahora no había nada, como si afuera hubiera paz y calma. Afiebrada, subió un brazo hacia su frente, mientras su otro brazo  débilmente se mantenía alrededor de la nuca de Ray.

Qué inquietud insoportable la que llegaba a ella, ¿Cómo apagarla? Cada centímetro que el muchacho bajaba, era un centímetro más que se incendiaba y se volvía inaguantable… necesitaba una cura para ese estado tan extraño. Ni la peor de las gripes le había puesto tan incordiosa con su cuerpo.
-… Ray… -volvió a susurrar, con un quejido tan tenue que pasaba desapercibido-.

Su tan sólo pudiera tener de nuevo con tacto entero de su cuerpo… ¿Era eso, quizás?

-… Tócame.

[FDI= Ufff… xDDD]

[Uffff digo yo XD]

Pasión, amor, una furia rojiza que iluminaba la cueva más allá de la mera visión. Un cuerpo femenino que se contraía ante sensaciones nunca antes vistas. El corazón que bombeaba con tal fuerza que parecía el mecanismo que manejaba el mundo.

Al menos, el suyo.

El frío ya había pasado hace rato, ahora me sentía como si un Ifrit hubiera pedido mi cuerpo en sacrificio, ardiente por llamas invisibles. Pero todo aquello, caía muerto ante lo bien que le hacía sentir. Se sentía más vivo que en la guerra.

Continuó besando su cuerpo, y finalmente alcanzó su pecho. Aunque cubierto por una tela, el sudor de ambos cuerpos, recalentados por la pasión había echo que perdiera su opacidad, dejando vez aquella maravilla de la naturaleza que se ocultaba detrás. Besó con cuidado esa zona, mientras su mano surcaba lentamente sus piernas. La diestra se encargaba disimuladamente de alzar la blusa, ya bastante descolocada al perder su nudo y los movimientos de ambos cuerpos. Cuando pudo ver su abdomen, se apresuró a volver a besarla, mientras sus manos buscaban con avidez piel desnuda que acariciar, y sus vientres se unían por un abrazo.

El estrecho cuerpo se tensó al sentir las acciones del chico sobre el pecho. Hacía que éstos llamaran más intensamente al contacto. Esa intrusa caricia sobre los muslos le generaba un cosquilleo tintineante, ascendente, desde las manos del moreno hacia las caderas, donde parecía esparcirse e instalarse, desapareciendo la poca razón. Un último destello de ésta le dijo que seguramente, de ser alguien más, no lo disfrutaría tanto, sea lo que fuera que su cuerpo sentía; tenía que haber algún desconocido nombre aquella magia especial.

Sentir de nuevo esa boca contra la suya, fue lo más relajante que podía aspirar en un momento como aquel. El descanso de descargas eléctricas, ahora apaciguadas, menos intensas, le daba un minuto de paz para reconsiderarlo. Quizás estaba yendo demasiado lejos… pero tampoco encontró una razón por la cual detenerse, o detenerlo. De hecho, si no le hacía mal, si confiaba en él, todo parecía estupendamente bien.

Volviendo a abrazarse a él, Isis se acercó, besando dubitativamente la mejilla y luego el cuello de Ray. Devolverle un poco aquel placer le parecía correcto, y la necesidad de descubrir más le daba el empujón suficiente. A la primer señal, seguramente acabaría probando también el sabor de la piel bajo sus labios, cerca de la oreja de él, donde jadeó sin querer.

El mero echo de sentir su cuerpo contra el mío hacía que me sintiera cómodo con lo que estaba haciendo, una parte de mi me decía que mis manos no estaban solo para bañarse en sangre. Conseguir darle placer a una mujer era un un verdadero arte que pocos sabían aplicar y aún menos apreciar, por que los varones no lo reciben.  Aquella extraña habilidad venía unida a la espada y el martillo, la mano endurecida y los brazos fuertes. Por eso había tan pocos capaces de aplicarla aún conociendo sus secretos oscuros.

El nuevo beso actuó a modo de apaciguador y permitió que ambos pudiésemos respirar de forma tranquila, al menos un segundo. Y ella ante este momento, volvió a besarle, emulando su técnica. Sentir como sus labios pasaban a milímetros de su piel, sentir su aliento. Cerré los ojos, disfrutando de aquello hasta el último instante. Donde ella pasó cerca de su oído, haciendo un pequeño sonido aún más intenso que los que había escuchado hasta ahora.

Reaccioné ante este estímulo nuevamente de forma impulsiva, dejando que mis manos pasasen bajo su ropa, acariciando su espalda desnuda con mis manos. Sentía cada detalle, la delicada musculatura, su magnífica complexión, hasta alcanzar el omóplato. Me acerqué sensualmente a su propio oído, susurrando con voz de galán.

-Si te quitas la blusa, haré que te sientas mejor que nunca.-

Aquello era lo más pervertido que había dicho nunca, y le había costado horrores decirlo, incluso durante un coito. Pero en aquél momento, era la pasión la que hablaba por él.

El calor de aquellas palmas era embriagador, haciendo que Isis olvidara por completo la usual preocupación por la herida ya algo vieja en su espalda. En situaciones normales, le incomodaba recordarla, tenerla allí, especialmente cuando no sentía a su cabello cubriéndole la espalda. Pero ahora, bajo el tacto de Ray, era como si no estuviera allí y no hubiera nada de qué preocuparse… el placer era mayor.

La voz de él, le había parecido diferente. No la desconocía, pero sonaba con un toque de algo más, que no podía especificar. Algo dentro de ella se prendía, con sólo oír la propuesta; apagaba cualquier posible duda.

- P-Pero Ray… -jadeó apoyando una mano en el hombro de él-.

Quería, claro que quería decirle que sí. No era aquel el problema… sino la timidez.

- Sólo… cierra los ojos… -murmuró apenas audible, escondiendo el rostro en la curvatura del cuello del pelilargo-.

Así, ella tendría el valor para poder hacer lo que quería, de paso obedeciéndolo.

Su espalda ocultaba un estigma, aquello por lo cual había sentido curiosidad por los míos. Era curioso lo diferentes que podíamos ver, y en el fondo, eramos iguales. Ambos llevábamos nuestros fantasmas tatuados por el acero.

En un principio dudó sobre mi propuesta, pero sabía que no era por que no tuviera ganas sino por que tenía vergüenza. De qué me pregunté. Otra maravillosa mujer que tenía infravalorado a su ser por absurdos preceptos. Pero aquello le daba igual, solo le importaba el momento, y darle placer.

Me acerqué aún más, a ella, y con voz sugerente le respondí al oído.

-Si te mirara entonces quedaría ciego ante tal belleza.- Y con un tono aún más sensual acabé todavía más cerca si cabía.-Aunque deberás guiarme tu entonces.-

Y me eché hacia atrás mientras que ponía un dedo en su boca, indicando silencio. Cogí mi cinturón de tela, el del gabán, y me lo puse en los ojos. Ahora estaba a su merced.

Conteniendo el aliento ella le vio vendarse los ojos, quedando así, inhabilitado el sentido de la visión. La última imagen que seguramente él percibió fue el rostro por demás sonrojado de la muchacha, allí, expectante, abochornada, en su lugar.

Tras un casto beso en la boca de Ray, la chica se preparó para retirarse la prenda, no sin antes empujar al chico para dejarlo sentado, frente a ella. Retiró la prenda, dejándola a un costado; la desnudez de su cuerpo la hacía ponerse inquieta, tuvo que pasar un brazo alrededor de su pecho, tratando de calmarse. El frío del ambiente contra su piel la volvía sensible de una peculiar manera; buscaba el calor humano del otro cuerpo, pero su dueña no se atrevió a apegarse a él, sabiendo que así, no había ropa de por medio.

-… Quédate quieto –casi le ordenó, con un tono caprichoso-.

Se acomodó con una pierna a cada lado del pelinegro, y posó los labios sobre la piel del hombro, procurando que aun sus cuerpos no se tocaran. Las manos, ahora más atrevidas en el terreno, acariciaron el torso desnudo del muchacho, seguidas por unos besos si bien húmedos, algo inocentes.

Sólo después de recorrer el pecho de su compañero con los labios lo abrazó por el cuello, permitiéndole probar de su boca. Entonces sí, apoyó su cuerpo contra el de él, absorbiendo la temperatura con su piel.


[FDI=... Si Ray no muere desangrado por eso, He will survive~  xD]

Estaba ciego, pero como era habitual en mi, cuando caía un sentido, los demás, ganaban fuerza. Oía los suaves movimientos de su cuerpo, y apenas alcanzó a sentir como su ropa se posaba en la piedra desnuda.

Pasaron unos pocos segundos, y aunque costaba horrores, superó la necesidad de retirar su ceguera, y gracias a esto, evitó la muerte, dejó sus manos caídas en cuando se le dijo, y esperó por a ver que ocurría.

Una pierna, otra, y empezó a besar su cuerpo. Cada contacto hacía que sus vellos se erizaran y tuviera que luchar para no contraer los músculos de forma descontrolada. Aquello era soberbio, más allá de nada que hubiera imaginado. Sus manos surcaban mi cuerpo, y el vello alzado aumentaba aun más esa sensación de electricidad estática que recorría su cuerpo.

Y ahí no acabó, vino lo peor. Sus suaves brazos acorralando su cuello fueron el preludio de cuando sus pecho alcanzaron el suyo. Suave, blando, pero a la vez firme. Un cosquilleo recorrió su espalda y aunque se prometió a si mismo no expresar tanto placer, los capilares estallaron y lo que no logró hoja alguna, lo lograron dos pechos.

Abrazó su cuerpo sin pensarlo, aumentando aún más su contacto y causando que una gota se transformara en un chorro descontrolado. Aprovechó que su cabeza quedaba detrás para disimularlo, y cuando volvió para atrás estaba limpio. La besó de nuevo, y con delicadeza, la posó en el suelo. Allí empezaría a besarla por todo su cuerpo, prepararla para el plato fuerte, con el cual, sus pezones, punto más sensible de los pechos sería acariciado con sus propios labios, y quizás más.

Era azorante el extremo contacto de ambos cuerpos, para una mujer sin anécdotas ni historias en el campo. Lo único que le quedaba por hacer, era dejarse guiar por él, que parecía tener todo más claro al menos en cuanto a acciones. Siguiéndole el ritmo torpemente, Isis desviaba sus manos, buscando sectores que no hubiera recorrido antes.

- N-No-, q-qué… -tartamudeó sintiendo esos besos acercarse a lo más sensible de su torso. Se quejó, intentando detenerlo débilmente, con el rostro encendido; el agarre carecía tanto de decisión que no podía frenarlo, y la voz le traicionaba…- Ahn…

Ahogando el intruso gemido que pretendía escapársele, ella se retorció en su lugar. La boca sobre sus pezones era algo tan inquietante como placentero. Su cuerpo reaccionaba, sintiéndose de pronto húmedo en zonas que prácticamente no conocía. Las piernas se flexionaron por sí mismas, buscando que las caderas de ambos se juntaran más y apagara ese cosquilleo y calor infernal que no le permitía concentrarse en absolutamente nada.

Otro suspiro llegó a oídos del pelinegro, diciéndole sin palabras que iba por buen camino.

En el último segundo intentó detenerme en mis quehaceres, pero fue tarde. Para entonces ya estaba demostrando sus habilidades, y de la forma que ella respondía ante ellas. E incluso en la infinita delicadeza de la forma, acariciando suavemente con todo lo que tenía "a mano", retrayendo los dientes, para que no fuera doloroso, y sin tirar.

Cuando notó que ya no podía más, sobretodo, por que se acercó aún más, hasta que aparentemente sus zonas intimas estaban en cercano contacto a la zona propia de su cuerpo. Volvió a suspirar en mi oído, quizás era el momento. Con suma delicadeza, cogió sus manos, y la volvió a echar para abajo delicadamente.

Palpó su cuerpo en la oscuridad y tras acariciarle sensualmente los pechos, empezó a besarla, y desde el abdomen empezó a bajar, cada vez más, pasando por su zona abdominal, y finalmente alcanzó el borde de su falda.

-Te amo...-

Y con estas simples palabras, tan difíciles de pronunciar, continuó acariciando, cada vez más para abajo, continuando por sus zonas púbicas, que con gran delicadeza empezó a acariciar con su boca a través de su ropa interior.

Ahogada en tantas novedosas sensaciones, no percibió el cuerpo masculino descender sino hasta que estuvo muy abajo. Allí, se sobresaltó, recobrando oportunamente las fuerzas; las manos sostuvieron al muchacho por los hombros, impidiéndole seguir en su tarea con comodidad.

- ¡E-espera! Ahí no… -trató de imponerse, incómoda. Si bien le gustaba la sensación, ese acercamiento era algo que no podía disfrutar con tranquilidad-.

Desconociendo el placer que podía recibir, y atrapada por una vergüenza más allá de lo que podía tolerar, no sabía cómo eliminar la barrera, atreverse a probar lo que quizás, nunca más tuviera oportunidad de conocer. Su cuerpo, desprovisto de ropa, ahora se sentía un poco más a gusto con el contacto ajeno, aunque el rojo de las mejillas todavía no se borrara.

Todavía negándose, su cuerpo la traicionaba vilmente. La tela de su ropa interior seguramente estaba algo húmeda, del placer recibido y el deseo; su senos turgentes expresaban la ansiedad por el contacto. Las piernas incluso, se abrían sin tapujos para disfrutar de más. Ese hormigueo en sus caderas, justo donde el muchacho había acariciado antes, era tan insoportable que tuvo que empuñar una mano, sujetando la tela de la falda contra su cuerpo con fuerza, intentando reprimirlo en vano, hacer que cediera. Un quejido escapó, descubriendo la sensibilidad del área privada.

Las orbes doradas se ocultaron tras los párpados, con las mejillas más encendidas que nunca.

Cuando notó que eran sus zonas intimas las que eran acariciadas esta vez, intentó evitarlo, pero a pesar de que era una mínima muestra de mis habilidades, sus fuerzas se iban. Su cuerpo ya había probado y en ese momento era cuando no se podía hacer nada para evitarlo.

Sus manos apretaban con fuerza su falta contra la cadera, intentando de alguna forma ejercer una fuerza. Pero sería una fuerza que poco a poco perdería el fuelle. Y cuando empezara a trabajar de verdad, ya carecería de sentido resistirse.

Sabía que era su primera vez, así que actué con delicadeza y cariño, besando luego de en su zona púbica en sus muslos, por el interior. Tras eso, subí, y la abracé con fuera contra mi, quería que se sintiera segura. Y cuando viera que se tranquilizase un poco, volvería a acercar mis manos con delicadeza a la zona, para acariciarla de abajo a arriba con suma lentitud, mientras masajeaba los pechos y dejaba mi rostro al alcance de sus labios.

-¿Quieres que te haga eso?-

El que se alejara de aquel lugar la había calmado, además de que el abrazo había sido lo necesario para sentirse ligada a él, como jamás en la vida podría hacerlo con alguien más. De pronto, el contacto moviéndose tan suavemente por sobre la ropa que la cubría, la hizo estremecerse. Gimió, con las piernas débiles, a merced de él; luego, la mano sobre su seno, tocándolo, fue un switch detonante.

- ¡Aah…!

El cuerpo de ella, controlado por un instinto carnal superior hasta el momento suprimido, se arqueó. Los suaves quejidos llenos de placer salían de a poco, con más frecuencia, de sus labios. Era presa de algo que no podía definir pero que le encantaba; se dejaba llevar por una corriente de lujuria nunca antes permitida ni expresada. La ropa molestaba, con sólo imaginar lo que ese contacto sería, piel a piel.

- Ray, Ray… -jadeó con el cuerpo temblando, entregándose a un beso profundo, esperando con eso que no más sonidos salieran de ella-.

Al separase, ese brillo inusual, de encanto, estaba plasmado en sus ojos, cual adoración a un Dios mítico.

-… Hazlo…

La calma que precedía a la tempestad, así de claro. Ella no se esperó el contacto súbito de mis falanges sobre sus zonas privadas, y unido a la habilidad que tenía con los dedos, no pudo evitar moverse como si no hubiera un mañana.

El cuerpo se curvó y realizó un sonido completamente diferente a los que había echo hasta el momento. Me alegraba que le gustase y que disfrutase de ello. Era cuestión de tiempo que pudiera aplicar su maestría al máximo fondo.

Volvimos a besarnos, instante que aproveché para abrazarla fuertemente. Cuando nos separamos, sentí que se cuerpo tenía aún más belleza que siempre, lo que ya era mucho decir. Y me pidió que lo hiciera. Volví a besarla, y con sumo cuidado volví entre sus piernas.

Allí, con suma lentitud y cuidado, me encargué de retirar delicadamente la última protección de su privacidad, su propia ropa interior. No podía verlo, pero de haberlo echo, no sabía como podía haber reaccionado. Empecé a besarla desde la parte superior del pubis, bajando poco a poco hasta alcanzar el punto más sensible de la feminidad.

Volver a sentirle descender no fue tan perturbador como la primera vez, y aunque algo asustada, esta vez le permitió el acceso. Tuvo que apretar los labios, con las manos en la cabeza de él, sin ejercer presión sino sólo tocando los cabellos azabaches. Después, un contacto húmedo, desconocido, descendió más abajo, desde donde su sexo se mojaba con cada caricia.

- Ahg, aah…

Por más que quisiera mantenerse silenciosa, no podía. Una novedosa sensación excitante comenzaba a invadirla, a tratarla, a aflorar. Su cuerpo comenzaba a ser completamente dominado por impulsos eléctricos que la inhabilitaban, la dejaban inútil, y nunca en toda su vida podría odiar tanto ser mujer, si tan sólo tuviera uso de razón en ese instante….

- ¡Aaah…!

Su delicado cuerpo se retorcía, echando la cabeza hacia atrás,  y abriendo un poco más las piernas, para sentir más de esas acciones que si bien desconocía, tampoco le importaban; se sentían demasiado bien para estar mal. Era demasiado bueno para poner distancia. El cosquilleo comenzaba a hacerse insoportable, y su entrepierna estaba completamente mojada por los fluidos que la lubricaban, a la espera de algo más…

Ansiaba que su cuerpo se calmara, y la fiebre pasara, pero por otra parte, le gustaba tanto que si no acababa nunca podría morir en ello… podría enloquecer si se tardaba demasiado…

Los gemidos escapaban sin control. La respiración de Isis era entrecortada. Un delgado hilo de salvia mojó su boca, y barbilla.

Una zona terriblemente húmeda, que a pesar de su funcionalidad meramente reproductiva causaba placer a ambos géneros. Ya lo dijo un sabio, si copular no fuese placentero, ya nos habríamos extinto haría bastante tiempo. Y sinceramente cuando deseabas a la otra persona más allá del mero acto, todo era diferente.

Su cuerpo había empezado a perder el control, con cada caricia, este generaba un espasmo nuevo. Y esto ocurría con un ritmo peligrosamente sucesivo. Cada simple gesto hacía que sus intimidades generaran más y más fluidos para lubricar, esperando algo.

Y al menos aún no iba a hacerlo. Iba a seguir con su práctica, pero podía llevarla un nivel más adelante. Continuó con sus caricias, pero redujo un poco el ritmo, dejando que ella pudiera descansar, relativamente. Y entonces, delicadamente, o al menos para lo que estaba el acostumbrado, acarició son sus dedos esa zona tan cuidadosamente delicada, y poco después, cuando se acostumbrase al contacto, usaría también las manos para trabajar, con movimientos alternativos, y su otra mano se encargaba de acariciar allá donde alcanzase.

Ya era cuestión de tiempo que ella decidiese que hacer, por que algo dentro le obligaba a no actuar, a no pedir nada. ¿Quizás la mera sensación de poder causar placer a alguien querido sería suficiente?

Las manos de la muchacha se tensaron, sintiendo ese contacto sobre su zona íntima; las emociones ahora eran menos intensas pero igual de placenteras. Ella se quejó suavemente, buscando jalar al muchacho de nuevo hacia arriba. Su piel urgía el contacto de aquél hombre que ahora la hacía sentir más mujer que jamás en la vida.

- … Ray… -jadeó agitada, tomando entre sus dedos esa mano que le acariciaba el cuerpo, y dejaba a su paso una estela de fuego quemándola-.

Necesitaba tocarlo, sentirlo, disfrutarlo; ojalá supiera ella cómo, de qué forma debía ser, para poder apagar su propio calor y brindarle algo de placentera sensación a él. Pero pensó que investigarlo no estaba mal, que acariciándolo y explorando un poco más, encontraría la manera. Ya no sentía ese pudor inicial, que le impedía hacer cuanto quería, todas las barreras se habían disuelto para dejarla actuar según su más bajo instinto, sus deseos más ocultos, sus pensamientos más prohibidos y desconocidos, lujuriosos. Y tenía a ese chico ahí para ella, con quien poner en práctica y saciar esa curiosidad.

Lo abrazó en cuanto pudo. Ahora, le tocaba a él sentir un contacto moviéndose por el pecho, hacia el vientre, y descendiendo hasta el pantalón desabrochado.

No importaba que Isis realmente desconociera con lo que se encontraría, no se detendría en tocarlo, y acariciarlo; desnudarlo de ser posible al igual que él lo había hecho con ella.

Isis reaccionó de una buena forma ante mis acciones en sus zonas íntimas. Pero cuando tiró de él para arriba, dejó sus quehaceres en sus privatizadas y con un último beso subió hasta ponerse a su altura acariciando su cuerpo suavemente. Demorándose lo justo como para besar todo su figura por el camino.

Su belleza, ahora en estado puro, iluminaba débilmente la cueva. Hacía que una divinidad pareciese poca cosa. Mientras besaba, primero más relajadamente y posteriormente con más pasión, sus suaves labios.

Pero ella también empezó a moverse. Y eso no le desagradaba para nada. Dejó que sintiera su propio cuerpo, todo esto sin alejarse demasiado de ella misma, acariciándola y siguiendo con los besos. Notó sus manos bajando al pantalón, que mágicamente ya había sido soltado casi en su totalidad. En cuanto sus manos descendieron más, este cayó hasta sus rodillas. Reduciendo su movilidad en un grado bastante alto.

-¿Me los puedo quitar?-

Y dicho esto, me levanté y retiré los molestos pantalones de la situación, para bajar nuevamente y volver a besarla. Iba a dejar que ella pudiera "explayarse".

La sensación de Ray entre sus piernas era diferente a todo lo que podía imaginar, y le hacía sentirse extraña. Primero ella  se insultó, por desconocer totalmente el cuerpo de un hombre (salvo su hermanito menor, que era otra historia cuando era bebé). Instintivamente, para estar más cómodos y unidos, las piernas de ella rodearon las caderas de aquél que, estando en la parte superior, se había vuelto a ocupar de besarla. Otro cuerpo contra ella, amoldándose, llenando los espacios, resultaba abrumador.

El contacto húmedo de la entrepierna femenina contra la masculina, en ambos tentaba más de lo que debería, pero fue ella la primera en sucumbir ante él, moviéndose apenas como si intentara unirlas. El pequeño accionar descargó una corriente eléctrica intensa, que la hizo estremecer notoriamente.

-… ¿Por qué se siente tan caliente…? –susurró sosteniendo al moreno por el rostro, besándolo de forma sutil pero seguida, mientras repetía el movimiento de sus caderas una vez más. Ahogó un gemido- Ray…

El sentir una chica de esa forma, se hacía algo nuevo, incluía detalles hasta ahora desconocidos, la sensación de sus piernas, apretándose contra las suyas, hacía que generara vitalidad de donde no la había. La cogió por la zona donde la espalda pierde su honorable nombre y la alzó contra él, asegurándose que estuviera bien sujeta.

Aunque esto no duró demasiado, la verdad, se vio obligado a dejarla bajar poco a poco contra el basto suelo. El contacto con sus húmedas zonas íntimas era demasiado y hacía que las energías se le derivaran a otra zona. Aunque aún en el suelo, estos movimientos no pararon.

-No lo se Isis, esto...- Escondió su rostro tras su cabeza.-No había sentido nada como esto antes...-

La besó, y derivó hasta su cuello, besándolo sin piedad. Su cuerpo se movía de una forma imparable, ya son control de su mente, si es que algo aún quedaba.

Ella se apretó contra él, acariciándole la espalda. Una de sus extremidades, furtivas, bajaron colándose entre la última prenda que los separaba del contacto piel a piel absoluto, ilimitado. Encontró allí un pedazo de carne, diferente del resto por la dureza y el calor, pero que coincidía con la humedad de ella misma. Con cuidado, enredó sus dedos allí, para poder tocarlo mejor, expectante a las reacciones que esto ocasionara en su compañero.

Los besos en su cuello la estaban haciendo perderse de nuevo. No quería, pero no podía evitarlo.

- Mhm… Ray… quítatela… la ropa… -jadeó arqueándose, moviendo lentamente su mano sobre la intimidad del pelinegro-.

Encontraba molesto, la tela frotándose contra el lado interno de sus muslos, cada vez que su cuerpo reaccionaba por sí sólo.

Sentir el cuerpo tan cercano, tan cálido, era una sensación más allá de lo que podría haber imaginado. Ambas pieles frotandose a un ritmo relativamente elevado, la humedad de sus intimidades hacían que llegaran hasta las suyas propias hasta que...

Claro, cayó en el detalle de que aún llevaba sus gayumbos, para evitar que se descolocase el equipo bélico. Y cuando ella simplemente le pidió que los retirase, bueno, digamos que no dio demasiado tiempo a ello, acabaron volando por los aires.

Continuó con el tema, esta vez sintiendo su cuerpo completamente contra el suyo, desnudos al completo quitando los calcetines, aunque esto no molestaba.

-Quieres hacer el amor-

Su pulso aumentó, saliéndose por sus oídos, no creía haber dicho lo que había dicho. Ahora era él el colorado como un tomate. Aquello era algo que nunca había imaginado que habría dicho.

Palabras especificas para describir la agradable sensación de Ray sobre ella, no habían, ni las encontraría aunque intentase, en esa situación. No venían a ella únicamente emociones como el calor, el deseo, sino también, la compañía, la presencia de otra persona tan cerca de ella; la ansiedad de entrega, sin palabras, era mutua. La confianza, la libertad, el presente…y ahora sí, ¿Qué importaba el mañana…? Ese momento, lo era todo.

Pero todas esas bonitas emociones, siempre en compañía de las manos de la chica recorriendo el cuerpo masculino, de pronto se vieron paradas por algo más, la voz de él, con unas palabras que jamás esperó, ni entendía, ni imaginaba, ni se atrevía a imaginar.

-… ¿Eh? –balbuceó inteligentemente, apenas separándose, deteniéndose por completo. Las mejillas de la rubia se encendieron violentamente, sin saber su origen: la desnudez, o quizás el significado que cobraban las palabras de Ray en su mente-… e-eso…

¿Eso es lo que yo quiero? se preguntó, y su cuerpo le gritaba fuerte y claro sí, adicto a Ray, ¿Para qué ponerlo en duda…?

Isis pasó saliva, buscando la calma, y buscó de nuevo los tentativos labios húmedos pero talentosos de el muchacho, guiando las manos de él a que la sujetaran, no se apartaran.

-… Está bien–le susurró, a centímetros de su boca, pasando saliva; mentiría si decía que no sentía nervios-.

Aquello era algo que en ese momento me parecía completamente nuevo completamente. Y la verdad es que no sabía como llevar a cabo mi propia petición. Los nervios se apoderaron de mi cuerpo y no recordaba en un momento como hacerlo.

Estuve unos segundos más besando se cuello y finalmente empecé a acariciar todo su cuerpo, bajando cada vez más, hasta alcanzar la zona más intima. Y entonces, deslicé la herramienta desde la zona en la que estaba hasta alcanzar su orificio.

--Allá voy.-

Dije esto suavemente a su oído, y la abracé cuando eso aún estaba fuera. Pensaba actuar de una forma delicada, a fin de cuentas era su primera vez, y él bueno, no era alguien que destacaba por su forma de hacer las cosas, al menos no por el lado bueno.

Empezó a mover lentamente las caderas hacia adelante, con muchísimo cuidado, la verdad es que seguramente se pasaría de delicadeza.

Los besos en su piel la relajaron, preparándola mentalmente para los acontecimientos que seguían. Confiaba en él, al punto de no preocuparle lo que fuera a suceder, ni cómo; sólo sentía la inquietud de sus zonas deseándose, los nervios por la ignorancia, y pese a todo, la ansiedad de que el momento a su lado no acabara.

La voz de él no la inmutó, le permitió acomodarse, y acomodarla a ella como más le fuera útil para continuar. Se aferró a él, a su abrazo, alzando ligeramente las piernas inconscientemente. Entonces, sintió esa caliente virilidad empujando en ella, provocando una incómoda sensación, punzante.

- Mh…

Un quejido escapó de su garganta, tensándose ligeramente. Una sensación de ardor comenzaba desde ahí, donde él presionaba, pero pese a eso, la curiosidad del qué pasaría después, el placer aún latente, le impedían pedirle que  se detuviera. Quería que pronto pasara, para poder regresar a ese cosquilleo más debajo de su vientre. Otra vez, contuvo el jadeo contaminado de dolor, sujetando con las piernas las caderas del chico para que apurara el transcurso del tiempo e hiciera que aquello pasara pronto.

Poco a poco iba entrando, sin forzarlo lo más mínimo. Y entonces Isis me cogío con las piernas y forzó un poco la entrada. Seguramente no lo habría previsto, pero perdí el apoyo en los pies y caí de forma completamente brusca sobre su pelvis. Por suerte los codos evitaron que cayera sobre su pecho. Haciéndome un poco de daño, para ser sinceros.

-Lo siento, perdí el equilibrio, no quería hacerte daño.-

Me sentí sinceramente mal por ello, era la primera vez que copulaba con un varón y había dejado el listón bastante bajo. Estaba incómodo después de haber tenido aquél pequeño incidente, sabía que seguramente le habría dolido.

-Mejor que me esté con las manos quietas, creo que no soy capaz de hacer nada sin hacerle daño a alguien.-

Efectivamente, la muchacha no esperó la completa intrusión, dolorosamente brutal. Todo su cuerpo sufrió de un estremecimiento intenso, visible, mientras su garganta aguantaba la exclamación que pretendió salir. Se había aferrado rápidamente del cuerpo del muchacho, para que no se moviera más, y así evitar más sensaciones. Contenía la respiración, a la espera de que ese incómodo ardor pasara; no era difícil concentrarse en otras cosas, como lo magnífico que era sentirse tan cerca y unida a alguien más.

La voz de Ray denotaba  el arrepentimiento, algo que ella, en su estado, no podía perdonarle… pero carecía de fuerzas para enojarse o regañarlo.

-… Está bien así –trató de tranquilizarlo, intentando relajar los músculos, subiendo una mano para acariciarle el rostro suavemente-; estoy bien, sólo… -titubeó, uniendo sus bocas cálidamente-… sólo duele un poco, p-pero, sé que puedes hacer que pase… ¿Puedes…? –susurró, rodeando con los brazos el cuello de él-… ¿Puedes volver a hacerme sentir como hace un rato…? Si yo misma tratara, si alguien más tratara, no podría… sólo tú puedes…

Doradas, brillantes, intensas, las orbes de la chica se posaron sobre los azulados ojos del pelinegro, buscando en lo más profundo de éstos algo que las personas llamaban alma.

Finalmente, buscó unir un poco más sus caderas, hacer que el placer surgiera de alguna forma que desconocía. No sabía cómo moverse, pero si él le enseñaba…

-… Ahora sólo tú puedes enseñarme…

Me acarició a pesar de lo incómodo, del dolor y de todas esas cosas que podía sentir la chica en el momento. Lo agradecí de una forma que no había supuesto. La verdad es que ese tipo de apoyo me ayudaba mucho, me hacía sentir como algo más que una máquina de matar.

Suavemente, volví a tumbarla sobre el suelo, acariciando suavemente sus mejillas. La besé con dulzura, y le abracé con fuerza.

-Muchas gracias, de verdad. Te quiero Isis...-

Volví a acariciarla y empecé a mover las caderas, sin demasiada velocidad. Sabía que aquello le resultaba doloroso a la vez que placentero, y eso me, por decirlo de alguna forma, me echaba para atrás.

-… Yo también, Ray…

Suspiró entrecortadamente, le temblaba el cuerpo de las sensaciones que la recorrían con cada estocada, y el dolor comenzaba a fundirse con el calor, desapareciendo, cada vez que lo sentía hasta el fondo, frotándose el uno contra el otro. El cosquilleo comenzaba a hacerse notorio de nuevo, y la piel se ponía sensible de nuevo.

-… Aah… Ray… -gimió al fin abriendo un poco más las piernas, dejándole libre el paso-… más…

Las hormonas hacían estragos en su torrente sanguíneo, perdiéndola fuego. Estaba inquieta, y torpemente, empezaba a mover las propias caderas en busca de más de esa sensación, que aún ardía, pero la envolvía en deseo. De a poco, su curvilíneo pero delicado cuerpo comenzaba a retorcerse, con sus pezones tensos, sensibles, y la piel gritando por un par de manos masculinas que la profanaran.

Seguiría apretando su cuerpo contra el suyo, ignorando completamente al ambiente, ya oscuro y frío nuevamente. Ambos cuerpos hacían que esto desapareciera, el calor generado por el movimiento era más que suficiente como para cambiar el mundo.

El calor, el vello erizado, las hormonas surcando su sangre, aumentaban todas las sensaciones. Veía a su propio cuerpo moviéndose a cámara lenta sobre el de Isis, viendo como sus pechos se movian al son de sus caderas, los movimientos que hacía al sentirse el uno dentro del otro. El repetido golpeteo contra su recién profanada intimidad, acompañaba junto con los latidos de su corazón.

Aumentó el ritmo ante la petición de la joven. La suavidad de sus paredes se aumentó, dilatándose para ayudar a la comodidad. Volvió a besar su cuello, esta vez con mayor intensidad, y con las manos, empezó a masajear sus pechos, pero ya no tan delicadamente como antes, sin llegar a lo molesto.

Iba a hacerle que esa chica sintiese el placer como nunca antes lo habría imaginado.

Respirando fuertemente, con jadeos cada vez más consecuentes, la muchacha perdía la razón al fin enloqueciendo, hundiéndose en algo que nunca había vivido y que era más fuerte que ella, más poderoso. Su razón completamente perdida minutos atrás, no tenía intensiones de irrumpir en su cabeza, que ahora sólo podía concentrarse en aquella fricción de sus zonas íntimas con cada arremetida que el chico daba en ella. El frío contrastante de la caverna con el calor de su piel, la volvía aún más hipersensible, aún más con las pequeñas gotas de sudor que comenzaban a perlarla, tanto la de ella, como la del chico, que se movía constantemente.

- ¡Aaah…!

Con la fuerza reducida a cero, Isis llevó una mano a su propia boca, intentando acallarse, mantenerse ocupada. Todas sus articulaciones carecían de energía, todo su cuerpo estaba a merced absoluto de lo que Ray hiciera con ella, del modo en que quisiera, en tanto ese vaivén no se detuviera.

- ¡R-Ray…! Aah

Ella alzó de nuevo sus caderas inmediatamente al sentir el ritmo más rápido, buscándolo a él, a su mágica capacidad para hacerla olvidar del universo, del tiempo, del espacio, del pasado, y del futuro. Se sentía completamente mojado, y algo parecía dilatarse en su interior, amenazando con estallar…

Se sentía pertenecerle, sólo a él…

- Aahg…

Su cuerpo volvió a arquearse, desapareciendo el contacto del suelo y su espalda. Abría instintivamente las piernas, pidiéndole silenciosamente que no se detuviera, que la tomara.

Cuerpos que seguían moviéndose bajo la oscuridad, el golpeteo repetido que sin parar causaba que se estremecieran. Era algo novedoso, cada poro de su cuerpo respondía ante ello una textura incríble situadas en zonas puras por naturaleza.

Las sensaciones que recorrían su cuerpo hacían su cuerpo hacían que se estremeciera, que sus músculos se contrajesen hasta el punto de empezar a doler, empezaba a esforzarse para seguir. Su cuerpo le obligaba a detenerse y soltar su peligrosa carga sobre la chica, pero él no quería hacerlo, quería seguir así hasta el fin del mundo.

Se estremecía nuevamente, aumentaba el ritmo, debía acabar su trabajo, no iba a ceder.

-No... No puedo más.-

Pero aún así seguía, dejó sus pecho y su cuello y alojó su cabeza al lado de la de Isis, apretando los dientes.

- R-Ray…

Era como subir, hacia un nuevo nivel de emociones. No podría describirlo bien ni en sus cinco sentidos. La inquietud de su entrepierna aumentaba con cada estímulo que recibía, haciéndole humedecer sus labios, y gemir más fuerte. Sus brazos rodearon la espalda del chico, aferrándose con fuerza a éste,  como si con ello pudiera disminuir los espasmos que venían de su entrepierna, y las contracciones de sus músculos

- Aaah

Sin poderlo contener más, las manos femeninas apretaron el cuerpo del pelinegro, marcando tenuemente la piel de éste al igual que una porción de su cuello, donde acalló la exclamación de placer. Una explosión de deseo, fluidos y calor se había sucedido,  arrebatándole hasta el último suspiro, las últimas fuerzas, la última bocanada de energía; todo la abandonaba de nuevo, esta vez, sin esa silbante inquietud en la piel, dándole paso a la conciencia para tomar el control.

Sus pulmones no daban abasto para recuperarse de tal aventura y todo comenzaba a parecer irreal.

Se colapsaba, ya no podía más, el pié se le había cogido y empezaba a dolerle de la contracción muscular, si no hubiera estado apoyado sobre sus codos, habría caído de boca sobre el pecho de Isis, pero ya no aguantó más.

Una última contracción destruyó sus límites físicos y causó que en un instante, volviese a vivir todo lo de antes, mientras las fuerzas se le escapaban a través de la extremidad coccial. Seguramente no debería haber echo eso, pero no podía más. Sus brazos se terminaron derrumbando presa del cansancio y su corazón pudo por fin empezar a relajarse.

-Santa madre Terra...--Se acercó a ella para besarla con suavidad, tampoco estaba para mucho más.-¿Te ha gustado?-

Y tras esto, se dejó caer a su lado, desnudo tal y como fue traído al mundo, solo que un poco más limpio. A pesar de ello, continuó acariciando distraídamente el cuerpo de Isis, en la medida que podía. Normalmente habría aguantado más marcha, pero aquella vez era única. Había disfrutado como nunca y no solo por el mero echo del coito, sino por el día completo. Verdaderamente, se había enamorado de ella.

El sueño no acababa, se dijo sintiendo el calor del otro cuerpo sobre ella, descansando de la acción. Sentía su tibia respiración, sus pieles sudadas acariciándose, todavía el calor de su virilidad invadiéndola más suavemente que antes. Ella no pudo contenerse en acariciarle los cabellos, mimándolo un momento; incluso sonrió cansíamente al sentir el contacto de sus labios, tan dulce… nunca había sentido tanta perfección como en ese momento.

Hasta que él preguntó.

Entonces toda la paz acabó, y de nuevo el brusco carmín le coloreó el rostro; recordaba la desnudez como algo penoso, recordaba su cuerpo presa del placer, recordaba su garganta haciendo resonar los gemidos… Había sido fantástico, todo; maravilloso, increíble, inimaginable… pero no había modo de que pudiera pronunciar eso. Volteó el rostro, sintiéndolo arder de fuego, pero esta vez, lejos del placer, más cerca de la vergüenza.

Y entonces, el calor se alejaba de ella. Aunque Ray se quedó a un lado, el frío comenzaba a sentirse así, y el pudor era mayor. Se estremeció cubriéndose con un brazo el área del busto. Si tenía a Ray lejos, significaba que él podría verla por completo desnuda y ahora, a diferencia de antes, era muy consciente de ello. Sin importar que la acariciara, no se estaba cómoda desnuda. Se estiró en busca de su blusa, que por cierto, ¿Dónde estaba?

Necesitaba cubrirse, con algo.

- E-Está fresco –se excusó visiblemente nerviosa, tanteando por su ropa, al mismo tiempo que intentaba evaporar algo de la humedad del ambiente para entibiarlo-.

Cuando trató de sentarse, para tener un mejor panorama, sus músculos se tensaron. No debía quejarse, prohibido mostrarse débil, se recordó, sintiendo ese dolor proviniendo de su entrepierna. Jamás lo había sentido, pero resultaba obvio el por qué, y diablos.

No se tomó demasiado bien el echo que preguntara por si le había gustado el tema. En verdad, no sabía el por que lo había echo, quizás era por que tenía aún la necesidad de saber si el trabajo estaba bien echo. Y bueno, no se lo tomó demasiado bien.

Necesitó cubrirse, y eso fue para mi más que suficiente respuesta. Me acerqué por su lado, y la abracé suavemente. Dándole besos en la mejilla y donde pillase. De un movimiento, eché por encima mi gabán, que en algún momento se había desplazado de la zona.

-No te preocupes, yo lo arreglo.-

Y la abracé con fuerza, haciendo que sus cuerpos se mantuvieran juntos, y la acarició por el vientre, sin ninguna intención sexual, sino simplemente por el echo de que se sintiera cómoda. Sabía que bajo la escasa protección de la ropa ella estaba desnuda, y podría sentirse incómoda por ello, así que si se molestaba, dejaría de hacerlo.

El acercamiento de él para con ella la estremeció notoriamente. Su cuerpo, sensible aún, se achicó en su lugar, sintiendo la vergüenza a flor de piel; su rostro se teñía tan intensamente que fácilmente podría iluminar toda la cueva sin esfuerzo. El labio inferior de su boca tembló, y tuvo que morderlo, con los labios cayéndole encima, mimándola… y luego el abrigo.

Aquello era sin dudas mejor, podría así ocultar su cuerpo desprovisto de tela, al menos temporalmente.

- R-Ray.. –casi protestó, sintiéndole apegarla a él. Aún así, se dejó hacer, encogiéndose contra ese cuerpo tibio que antes la había tomado, desde su cuerpo hasta su conciencia-.

Ocultó sus orbes tras los párpados, apretándolos fuertemente. Las caricias en su vientre desprovisto de ropa eran agradables, pero algo más acudía a su mente…  algo más profundo que un simple toque, más que un insensato pensamiento.

Lo habían hecho. Se había entregado. Él la había tomado. No quería que la dejara.

Se separó débilmente, alzando el rostro por fin. Tratando de no moverse mucho para evitar sentir esa inquietud de su zona íntima, se acomodó sobre el regazo del pelinegro. Así, podía apoyar la frente en la de él, abrazarlo por el cuello, y juntar valor para hablar sin tapujos.

-… Te quiero… -le susurró, a escasos centímetros de él, sin dejar escapar esos inútiles miedos de muerte; ahora estaba a su lado, era lo importante-.

Aunque en un principio se mostró algo incómoda por el echo de que me acercase, quizás, finalmente, comprendió que de una forma u otra, seguramente nuestros destinos ya estarían ligados. Y independientemente si aquello avanzaba o no, iba a cuidarla y protegerla aún con su vida. Su fracturada alma ahora residía en ella.

Se movió ligeramente, para colocarse encima mía y mirarme a los ojos con tranquilidad. El nerviosismo de la situación anterior se había ido para dar a luz una paz magnífica. Acariciaba su cabello poco a poco, como si temiera que fuera a irse, como un sueño.

-Yo también te quiero Isis, y no me quiero alejar de tu lado, aunque eso conlleve perder mi orgullo.-

Ya estaba todo echo, y mientras miraba sus ambarinos ojos, fue él el que entendió por fin la complejidad de la situación. No era la guerra lo que deseaba, sino un amor tierno y sincero y la muerte hasta ahora había tapado ese oscuro deseo. La trajo para si, mientras acariciaba su espalda lentamente. El sentir sus pechos sobre su cuerpo antes lo habría excitado, ahora lo relajaba.

-Te amo, más que a nada en este mundo o en cualquier otro.-

Y dicho esto, sin dejar de acariciar su cuerpo, fue dejando poco a poco que sus ojos se cerrasen.

Isis no sabía expresar con certeza, cuán feliz le hacía escucharle decir cosas así… pero se juró que, en el transcurso del día, buscaría la forma de ser más condescendiente; él había mencionado sus emociones muchas más veces que ella, no era justo… no quería que pensara cosas que no eran. Deseaba que se sintieran igual, correspondidos, acompañados, ambos.

Tras un abrazo, y un par de besos muy suaves y llenos de dulzura a los labios del muchacho, ella se separó al fin.

-… ¿Me dejas vestirme…? Creo que la tormenta ya se calmó… -le indicó, sin sentir la tempestad azotado afuera de las rocas, aunque aún estuviera el sonar del viento en el ambiente y el frío-. Necesitas descansar un poco, ¿De acuerdo?...

Rozó la boca de él como una tibia brisa de primavera, acariciando con las manos el pecho formado y fuerte que tenía prácticamente contra ella. Luego, algo incómoda todavía, se cubrió con un brazo su propio torso a la espera de encontrar con la mirada el resto de su ropa. Rápidamente, las ubicó no muy lejos: su blusa, su ropa interior…

”Dios…”

Jamás acabaría de apenarse por todo ello, supo, sonrojándose de nuevo sin esperar nada para cazar las prendas.

- Veré qué tal está afuera, debe ser tarde ya –le indicó, por llenar el clima-.

Su cuerpo estaba en el límite, algo le decía que sus sistemas ya estaban al límite de sus sentidos y poco a poco iban a dejar de responder. El adorable sonido de la lluvia actuaba como una especie de nana para el guerrero, acompañado por los acordes de la tempestad. Y de ser sinceros las suaves sensaciones que proporcionaba el sensual cuerpo de la joven no ayudaban a mantenerlo despierto.

Como respuesta a que la chica desease vestirse no pudo hacer ningún otro sonido que no fuese una especie de gruñido gutural creado a través de morfeo. Tardé un poco en reaccionar ante la situación, comprendía lo que ocurría y mientras ella andaba buscando su ropa, él se había asegurado de tener a mano la suya, al menos la necesaria, cubrió sus genitales y tras mirarla, le silbó.

-Guapa...-Esto se vio interrumpido por un bostezo que cubrió con su mano por educación.-Ya no puedo más.-

Y dicho eso cayó sobre la roca como muerto, golpeando con la cabeza. Si se acercaban a comprobarlo, ya estaba dormido, respirando tranquilamente a pesar el impacto que podría haber abierto una sandía madura.

Fue inevitable que la chica no respingara, a medio vestirse, asustándose del colapso. Su cuerpo reaccionó antes que la mente y las emociones, acercándose rápidamente a corroborar que estuviera bien, que no sangrara, ¡Que respirara, por sobre todo! Y tuvo que apretar los dientes que fuerza, casi asesinándolo con la mirada al notar que solamente dormía, tan profundamente como un oso.

Carajo ¡La había asustado! ¿No podía acaso tener más cuidado?

Suspiró, resignándose. A fin de cuentas, era obvio que él estaría muy agotado… y ella también lo estaba, pero mentalmente. Su cuerpo estaba sensible, se sentía extraño y sus emociones, un caos. Tanto así, que no se dio cuenta del momento en que quedó prendada, velando por el sueño de aquel chico que, inesperadamente, se había cruzado en su vida y tanto le gustaba. Pese a todo, no encontraba una sola cosa capaz de hacerlo odiarlo… todas las bases importantes estaban cubiertas. Ray era perfectamente compatible, le hacía sentir como si vivir estuviera bien, y como si las penas fueran parte de un pasado que no valía la pena recordar.

Pero recordaba.

Saliendo del transe, se inclinó a besarle la mejilla. Luego simplemente se puso de pie, suspirando profundamente. Echó apenas un vistazo al exterior, que era prácticamente un barrial, con el mar embravecido. La tormenta no quería irse, y si seguía así en la mañana, no podía evitar preguntarse qué harían, pero por el momento decidió descansar, así que entibió la morada evaporando el agua una vez más, procurando que se mantuviera lo más tibia posible, y se acomodó a un lado del muchacho. Acariciando sus cabellos, trató de descansar un momento y reponer fuerzas.

Con las horas, se dio cuenta que sería imposible dormir un poco. Los recuerdos de los acontecimientos pasados la atormentaban, acelerándole el pulso con sólo recordar las fogosas caricias en su piel. Soñaba despierta, y antes que pudiera darse cuenta, ya estaba amaneciendo y las gotas de agua cesaban, hasta hacerse esporádicas. El frío era bastante intenso.

Una noche tranquila, mucho más de lo habitual. Había podido descansar como nunca en los últimos seis meses, habitualmente muy poco tranquilos por culpa de la guerra y el Imperio. Mi cuerpo, de forma casi inconsciente, se giró en dirección a la figura que lo velaba en los últimos albores de ensoñación. Y al final, alzó la mano y acarició suavemente las mejillas.

-Buenos días cariño.-

Y la acercó delicadamente a su pecho, abrazándola. Se encontraba aún cansado, como era habitual en él a la hora de levantarse. Bostecé pesadamente mirando para otro lado y busqué sus labios para darle un beso matutino.

En cuanto pude abrir los ojos, que aún no lo había echo, vi como el día empezaba a esclarecer a pesar del terrible frío. Este seguramente se pasaría en cuanto el astro rey saliera a saludar, así que no había de que preocuparse. La sombra no duraría sobre nuestras cabezas.

-¿Qué tal has pasado la noche?-

En cuanto estuviera un rato más con ella se levantaría, después de tal noche de pasión, su querida acompañante podría tener hambre y me sentía con obligación moral de llevarle el desayuno a la cama, por muy poco tradicional que fuese esta.

Isis se relajó entre los fuertes brazos de su compañero, sintiendo que su mente por fin se terminaba de despejar. Quizás sólo necesitaba eso, el calor de su protectora presencia, saberle despierto, saberle atento a ella… esa tranquilidad de que nada sucedería.  Cerró sus ojos, descansando.

-… ¿La verdad? Mi mente ha estado ocupada –le respondió sin inmutarse, regresándole el abrazo-, ni siquiera podía cerrarlos ojos sin… inquietarme…

Porque todas las sensaciones volvían a ella si nada la mantenía concentrada. Era estupidizante, odiaba la sensación, pero no podía (ni quería) detenerla. De cierta forma, saber que era él y nadie más el capaz de ponerla con semejante estado de ánimo, la hacía suspirar. Quería saber cómo explicarlo y ponerlo en palabras, pero no había podido, en todas las horas que había estado despierta… simplemente no atravesaban su garganta.

- Espero deje de lloviznar… sería agradable salir de aquí, emprender el camino, ¿Iremos por Logg…?

Bien recordaba que Ray lo había mencionado el día anterior. Todavía le parecía una buena idea. No era peligroso viajar de a dos, incluso era más seguro, los infortunios se superarían más rápido y el tiempo sería más agradable… aunque hiciera frío. Esperaba que el sol tuviera ganas de entibiar la tierra pronto.

No se soltó del abrazo.

Me agradó que se apoyase contra mi, para simplemente estar a mi lado. Y aunque no hiciera falta calor ajeno, su mera presencia hacía que mi oxidada alma volviese a mi cuerpo y pudiese ver el mundo de otra forma. No solo había muerte, también había belleza, y esta belleza no era únicamente física. Esa chica le había salvado del hundimiento.

No había pasado una buena noche, y para ser sinceros, la primera vez que lo hice tampoco dormí demasiado bien, sobretodo si tenemos en cuenta que tuve que huir para no desposarme con la mujer que no amaba.

Y cuando preguntó por Logg, mi mente se quedó pensativa, buscando el que hacer. Sabía que su padre adoptivo de alguna forma u otra no le agradaría que abandonase el frente para hacerse cargo de una mujer. Y aunque ambos eran guerreros, el mero echo de que ella pudiese fallecer en la batalle hacía que se temiese a si mismo.

-Creo... creo que mejor no. Vayamos donde nos lleven nuestros pasos, no deseo ver más el frente.-

Amaba demasiado a esa mujer, sentía que a su lado, todo dejaba de importar, incluso su antes ferreo honor.

El silencio, al principio interpretado como relajación, y un mero disfrute de la cercanía que tenían, tan especial y única, de pronto se volvió turbulento al escucharle hablar. La mirada dorada de ella se abrió, quedándose fija un momento en la nada, como si hubiera tratado de leer entre las líneas del a frase sin conseguir un verdadero significado. Al no hallarlo, se separó, buscando con intensidad los ojos azules del muchacho.

-… ¿Qué quieres decir? –le preguntó directamente, aunque conservando la calma; quizás sólo lo había interpretado mal. El que fuera solamente él, le hacía inevitable que algo de toda la dulzura contenida en su corazón se derramara en el tono- ¿Por qué no, Ray?

¿Había comprendido bien? ¿Él ya no tenía el interés por volverse más fuerte, por pelear en la batalla? ¿No era él, un chico medio (bastante) suicida y descuidado…? ¿Acaso dormir le había sentado mal? No encontraba ni una razón, ni una minima posibilidad, de desviarse de sus metas. En otras palabras, el imperio seguía estando, si ellos no hacían nada por intentarlo, por avanzar, ¿Qué les decía que tarde o temprano no acabasen siendo sus víctimas también? ¿Qué les decía que los deseos de los demás de ser salvados, apoyados sobre sus hombros, no fueran defraudados por solo evitar el campo de batalla?...

No, aunque trataba, no lo entendía.

Cuando hablé, cosa que en una situación normal ya de por si no solía acabar bien, básicamente hice mal. Cambié aparentemente, casi pareció que dejaba de buscar la muerte para llevar una vida tranquila y pacífica, y en cierto modo así era. Pero no del todo.

-La verdad es que ahora mismo estoy sin yo mismo saber que deseo. Si, busco la gloria en batalla... Pero y aunque se que odiarás que lo diga...-Me tomé un segundo, sabía que no debía decir eso, pero no podría evitarlo. -Si te perdiese... no se lo que quedaría de mi.-

Luchaba con un arma maldita, que aunque ya no llevaba un alma atada a ella, seguía siendo una fuente de poder tan terrible que sabía que en el caso de sufrir una perdida grave en batalla, podría liberarse, y convertirle a él en algo peor que el enemigo.

Aunque como muchas otras veces, había olvidado un detalle muy importante, y además, idiota por su parte, este era una de las razones que habían echo que se enamorase. Era una chica guerrera, no aceptaría que retrocediesen. Sonrió interiormente por ello, seguía siendo un estúpido, y encima ahora, un estúpido enamorado.


-Logg nos llevaba a entrenar. Yo digo que acabemos ya esta guerra.- Y la abracé fuertemente contra mi pecho. -Solo prométeme que no te irás...-

Las palabras del azabache la dejaron cortada, recordando el por qué se había mantenido alejada de las relaciones personales. Perder a alguien, la posibilidad, la sola amenaza, era inimaginablemente doloroso… Ella también tenía ese miedo, pero trataba de no pensarlo, y de tener un poco de fe… porque aunque sonara curioso, el mañana era incierto y hoy por hoy, lo tenía consigo. ¿Se estaría ella volviendo suicida como él…?

Se dejó abrazar, pensativa. Las emociones cambiaban bruscamente de un día para el otro y no alcanzaba en ningún momento la claridad que necesitaba; era complicado conseguir estabilidad cuando todo estaba turbio, las pocas cosas seguras que tenía, eran las más básicas…

- Debería ser yo quien te hiciera prometer tratar de tener sentido de autopreservación… -le susurró, carente de tono alguno. Se separó seguidamente, con sutileza, aún ligeramente preocupada con todo lo que rondaba su cabeza-. Podemos pensar qué haremos en el camino, lo importante es ir en esa dirección…

Ray había puesto su vida, de por si vacía, de cabeza.

- Quizás el viaje nos sirva para despejarnos, no eres el único que no sabe qué quiere –agregó luego de un momento, inclinándose a besarlo un instante-.

Seguramente así lo olvidaría todo un momento, pensó, presionando contra la boca de Ray en busca de su sabor, de una pisca de su magia…

Para cambiar un poco, había dicho lo que nunca se debía decir. A una persona que había sufrido la guerra en primer plano y había perdido parte importante de su familia, le recordé que podían llevarse vidas. Sin duda era absurdamente estúpido.

Y cuando habló sobre el instinto de supervivencia, recordé un pequeño detalle. El echo de saltar el primero al combate hacía que los demás no sufrieran tantos daños. Quizás, ¿Instintivamente buscaba como ayudar a los demás? No estaba seguro, lo cierto es que ahora mismo, su capacidad de suicidio frustrado trabajaba para ella.

Y aunque era cierto de alguna forma que no sabía lo que quería... Completamente no. Quería a esa chica, y quería estar con ella, pero lo que no sabía era como llevar a cabo una vida hasta el momento en el que pudieran estar juntos. Pero no era el momento, aún era temprano y todavía llovía.

-Vale vamos, pero primero, hay que desayunar.-

Y dicho esto, le dí un beso en los labios, suavemente, para luego girarme y morderle suavemente en el cuello. De alguna forma poco civilizada, tenía ganas de ella.

Sonaba lógico que tuviera ganas de desayunar, especialmente considerando que la noche anterior habían tenido que correr a refugiarse de la lluvia. Pensándolo de esa forma, Isis recordó que prácticamente, no había cenado el día anterior. Y aún así, casi no tenía apetito en absoluto… no debería ser así.

-… ¿Los hombres sólo piensan en comer? –preguntó con honesta curiosidad, dejándose arrinconar sin queja alguna-.

A esas alturas, su cuerpo ya no se sentía incomodo con la cercanía. La inquietud que antes la invadía por tener tan próximo a un chico, se había desvanecido, como si su piel aceptara el contacto, y lo reconociera como de toda la vida…. Sonaba coherente, cuando recordaba fugazmente que ese cuerpo ya la había tomado…

Un sonrojo acudió a sus mejillas ante el recuerdo, acelerándole el corazón.

¿Si los hombres teníamos hambre? Podría haber dicho algo del estilo, "cuando alguien está tan buena, claro que hay ganas de comer", pero me lo pensé mejor. Ciertamente tenía hambre, y en especial de carne. Pero puesto que la carne humana no era muy sana, era mejor buscar alguna otra cosa, pero lo cierto era que en aquella situación iba a ser dificil. No era cazar, era cocinar sin aceite ni nada en un lugar tan húmedo.

Continué besándola, mientras la abrazaba fuertemente. La verdad es que por mi, ni habría comido ni nada, según decían, me alimentaba el aire. Y dado que las chicas de hoy en día tampoco comen, íbamos a pasar un bonito viaje en ayunas, si veía un frutal ya cogería algo. Y finalmente, le susurré en el oído.

-No es que tenga hambre, tengo ganas de ti.-

Y a pesar de que básicamente hubieran echo lo que una pareja solía hacer, los nervios volvían como la vez anterior. Y aunque en un principio no había pensado ninguna cosa en especial, los recuerdos de la noche afloraron en mi mente. Aún no me había vestido del todo y ella lo justo para no congelarse.

-Esto... Disculpa, creo que debería vestirme.-

Y aunque no era lo que se me apetecía hacer en ese momento, me alejé después de darle un beso. Malditos excesos de testosterona adolescente tardía.

Isis se estremeció, entendiendo figurativamente por primera vez, lo que tener ganas de alguien significaba. Su escaza vivencia de hechos hasta el momento le había obligado a ignorar esas sensaciones o comentarios, hasta ahora; tener ganas de alguien, tener deseo de alguien, querer tenerlo más cerca… querer probarlo. Todo  tenía tanto sentido, que la mareaba, y la hacía sentir calor. Únicamente cuando todo se racionalizó entendió que ella también, llegaba a tener ganas de él… era más bien, ganas de no rechazarlo.

Sabía que un poco de sus caricias, y no habría modo de reusarse.

Entonces, Ray se alejó, dejándola a ella aturdida en su lugar, intentando formular algo coherente. Era difícil pensar, cuando ese chico se le acercaba de más.

-…. Podrías enfermarte –afirmó, secundando la noción de que debería vestirse; sus ojos viajaron hacia un costado, para no verle. Ya no podía quitar de su cabeza los recuerdos que trató de desterrar toda la madrugada, en busca de paz-. ¿Entonces sí desayunarás? –agregó, pensando en que sería una excelente excusa para poder tomar aire fresco afuera, lejos de su abrumadora presencia-.

Sí, olvidar un momento la indecorosa declaración de que la deseaba le ayudaría a concentrarse.

Mientras me alejaba un poco del lugar, ella me preguntó si podría enfermar. Era cierto que todos podíamos pillar un catarro, pero no era alguien que enfermase demasiado, es más, según mucha gente era virus proff-resistant, y no figuradamente. Luego preguntó por la comida, a lo que me quedé un poco pensativo.

-Si me esperas un minuto salgo contigo.-

De una forma bastante rápida, ya tenía los pantalones puestos, y las botas también. Cogí la camiseta y me la puse, sacudiendo un poco los restos de algo que no alcancé a saber exactamente que era. Parecía una mancha poco discreta, de tonos rojizos. Parecían restos de fluidos corporales, y míos no precisamente. Tardé un poco en caer en cuenta, pero me coloqué la cota de escamas antes de que pudiese alcanzar a verlo bien. Estaba acostumbrado a tener manchas de sangre, pero esta estaba creada en una situación un poco... diferente, no era algo muy llamativo, pero la mera presencia de esa pequeñez me hacía sentir como un mero ligón de bar.

Recogí mis demás cosas, colgando el yelmo del cinturón y las espadas al otro lado. Me acerqué a ella ya con todo preparado y le di un beso en los labios, con un poco más de pasión de la cuenta, para ser sinceros.

-¿Lo llevas todo querida mía?-

Cuando al fin la dispersa mente femenina parecía centrarse, enfocarse en el camino que seguirían y lograba regresar a su carácter normal, de nuevo el mundo giraba a su alrededor, inmediatamente que el beso llegó a su boca. Eso comenzaba a frustrarla, consigo misma más que nada.

-  ¿Quieres que corra tras mi inocencia también? –le regresó sin querer con resentimiento, suspirando en lo que se apoyaba en los hombros de él para levantarse-. Debe ser normal ¿No? Te me acercas y casi no puedo pensar… es extraño, más de lo usual

Le regresó fugazmente el beso, dispuesta a desconectarse de todo, absolutamente todo.

- Vamos yendo.

Cogió del suelo algunas prendas que no había estado usando, además de la olvidada daga, aun en su estuche, que ni siquiera había atado en su cintura luego de… lo de anoche. Solía viajar ligero, así que no era esfuerzo ni tomaba tiempo prepararse.

”Tengo que superarlo”.

Alejarse de la playa, de ese viento frío, y de las gotas de llovizna que caían de vez en cuando, iba a ser agradable. Entrando en el bosque la helada disminuiría, pero tampoco encontrarían calor, porque el sol escasamente pasaba entre las copas de los árboles. Por lo menos no se mojarían, el agua también pasaba escasamente hacia el suelo. 

¿Traía ella un mapa consigo?

- Conoces el camino, ¿Cierto? –

Me había alejado, era cierto, pero era únicamente por el mero placer de "picar" un poco a mi querida acompañante. Aunque quizás me habría pasado un poco. Mientras hablaba me di la vuelta y me acerqué a ella sin perder un instante.

-No, la verdad es que no estoy acostumbrado a ese tipo de reacciones. Y desde luego no quiero que cambies de la noche a la mañana. Ni nunca para ser más exactos. Me gusta que seas como eres.-

Esperé pacientemente a que ella acabase de recoger todos sus abalorios, y cuando estuvo preparada le tendí mi brazo para caminar juntos. Le ofrecí el derecho para que no tropezase con las espadas al andar. Me imaginaba que aquello sería un paseo tranquilo y pacífico, así que no le di importancia a tener mi mano "buena" ocupada.

-Esto el camino... ¿Yo? ¿Acaso lo dudabas?- Confianza no inspiraba, en ninguna de sus formas. La verdad es que solía guiarse por su propio instinto de ir a donde se le necesita, lo que causaba que acabase a veces donde no debía. De todos modos, era poco probable que acabasen en Gallia, ¿No?

Ella miró unos instantes la mano del muchacho, dudando de tomarla, pero al final accedió con lentitud. La falta de costumbre a esos detalles tiernos la descolocaban un poco, dejándola sin saber cómo actuar, pero aunque fuera un tanto incomodo iba a dejarse llevar por la arrasadora corriente que Ray representaba.

- Sé que si vamos a la izquierda no llegaremos a Flaguerre, deberíamos movernos hacia la derecha –opinó iniciando el paso-.

Bajo una garuga fría, se internaron en el bosque, al principio abierto, luego profundo y de caminillos serpenteantes. Los abrazaban los árboles, la gramilla en el suelo se volvía escasa. Ya no había tanto viento, pero estaba helado. No había vida alrededor, ni el más mínimo sonido, pero probablemente fuera por el clima. El silencio brindaba la posibilidad de sentir sonidos más ínfimos y lejanos que normalmente. Aún así, las hojas de los árboles en la parte superior se movían con las ráfagas de viento que sí llegaban a tocarlas.

La falta de diálogo hacía que Isis no pudiera sino pensar en lo que tanto trataba de evitar, y se ponía nerviosa. Su mano comenzó a juguetear con la de Ray, inquieta.

- ¿Quién te enseñó a bailar…? –preguntó de la nada, escapando a la mirada de él; era una pregunta trivial basada en los frescos recuerdos del día anterior, pero mantendrían el clima ameno-.

[FDI=Perdooona la tardanza xD no tengo perdón de la Diosa... ]

Empezamos a caminar poco a poco y sin prisas. Aunque el detalle aparentemente sin importancia de Isis para ir por el otro lado quizás fue algo a tener en cuenta. Me quedé mirándola como si hubiera visto un fantasma y tras un par de segundos saqué la brújula, que corroboró su decisión. Tras haber quedado bastante mal por culpa de mi sentido de la orientación, abandoné toda esperanza de llevarla por el buen camino.

-Esto... tienes razón...- Me reí de mi propio error y dejé que ella escogiera el rumbo, que nos llevaría por la zona norte del bosque de Serenes. -Está claro que yo salí poco de mi pueblo, ¿no?-

El clima era inquietante, la suave lluvia mojaría más de lo que aparentaba y la ausencia de viento causaba que su suave susurro me pusiera los vellos de punta. Sentía como si súbitamente fuera a aparecer alguien para intentar matarme y eso hacía que estuviera demasiado tenso.

Tensión que se evaporó cuando preguntó por mi habilidad danzarina. No era un gran bailarín, pero algo de habilidad si que tenía. Llevaba años sin poder hacer esos movimientos sin intención de matar a alguien y la verdad es que me extrañaba que lo hubiera echo tan bien y con tan pocos daños colaterales.

-Sinceramente, en clase nos intentaron enseñar, pero le daba miedo a las chicas.- Mi habilidad con las damas solía ser inexistente y solía causar pavor a las que no me conocían, nunca lo entendí.-Y a la única que no le di miedo me intentó arrancar la cabeza con un arpón de pesca.- Reí nuevamente ante lo absurdo de la situación, dos niños intentando matarse con apenas 10 años.-Así que casi todo lo aprendí a partir de las danzas de la espada. ¿Y tu? Bailabas bien para ser tu primera vez.-

En verdad no era lo único que había echo bien para ser su primera vez y eso causó que me abstrajera levemente, mi temperatura se alzase y mi pulso tuviera tendencias de seísmo. Por suerte fue algo pasajero, y no causó demasiadas alteraciones físicas, al menos, que se notasen mucho.

Ella subió su mano libre, acariciándose un lado del cuello, de modo pensativo.

- Mh, mi mamá es de esas personas que… -comenzó, suspirando apenas un poco- ¿Cómo podría decirlo? Hay una estructura a la cual alinearse; mi hermano tenía que ser sobreprotector, tenía que ser… ya sabes, dominante. Lo mismo conmigo, era básico que supiera cocinar, defenderme en danzas, costura… aunque no me gustara demasiado`-le explicó, relajándose un poco-. Las chicas tienen que ser de una forma y los chicos de otra –sonrió, volteando a verlo fugazmente-. Si me viera ahora, se escandalizaría; aunque estaría en parte orgullosa

Luego de eso, volvió la vista al frente, algo resignada ante el pensamiento. Entonces recordó las palabras anteriores del chico.

Isis no podría entender cómo alguna chica podría temerle a alguien dulce como Ray. Quizás la primera impresión fuera un poco chocante en él, pero luego de apenas unas cuantas frases, la cosa cambiaba de forma notoria. Era imposible no verlo; habría que ser idiota para no darse cuenta, tarde o temprano, que él era una linda persona en el fondo.

¿O es que era ella…?

La verdad es que su familia, al contrario que la mía, se notaba feliz. Al menos, aunque fuera extremadamente represiva en cuanto a las actividades según el sexo, había una madre que protegía, yo no podía contar ni siquiera con eso.

-Cuanto más se escandalice más cariño te tiene a pesar de no aceptar tu forma de ser.- Reí un poco, pero con menos ganas de las normales. -Bueno mi familia... Mi padre era un ente en casa que daba ordenes. Mi madre desapareció luego de dar a luz y solo volvió una vez con otro niño, luego, no se supo más de ella. Yo fui criado por un mercader y mi hermanastro por un hechicero.-

Sonreí de forma pesada, la verdad es que me había acostumbrado tanto a no tener que depender de nadie, que ahora, que si tenía una "familia" me sentía más abandonado que nunca.  Sentía como si para estar con la persona de la que me había enamorado, tuviese que abandonar al resto de personas a las que había llegado a sentir aprecio.

Pero había una salida, y era, nada más y nada menos que acabar la guerra. Irónico era querer acabar una masacre para tu propio beneficio, ¿No?

- ¿Te llevabas bien con él? –preguntó de pronto, en referencia a ese mitad hermano que era lo más cercano que tenía por familia biológica-.

Quizás podía ser duro, pensó, el no tener tantas personas alrededor y tener que valerse por sí mismo. Pero pensaba que aún en ese momento, debía tener buenos recuerdos, buenos ejemplos, e incluso, una figura aunque retorcida, que ocupara el lugar paterno. Si no fuera así, ¿Cómo habría posible que él fuera tan… él?

Una persona sin buenos ejemplos en la vida, ni figuras a las cuales seguir, no podía convertirse en nada bueno. Si todo en él hubieran sido infortunios… no creía, honestamente, que ahora estuviera parado junto a ella, tomándola de la mano con tal relajación, como si la maldad no existiera. Estaría en cambio, seguramente, tratando de vengarse de la vida, al lado del Imperio.

La verdad es que no me había esperado que me preguntarse por mi brother, así que tardé un poco en pensar una respuesta. La verdad era la persona con la que más cerca había estado de considerar un amigo de verdad, aunque los numerosos duelos que teníamos no pudieran hacerlo tan creíble.

-¿Con Dregh? Sin duda, aunque más de una vez estuvimos a punto de matarnos a palos simplemente para ganar fuerza.-

Y en estos momentos, seguramente estaría valorando como podía haber llegado a ser tal como era. La verdad es que ni siquiera yo lo sabía. Mi padre era lo más tosco que me pudiera haber echado en cara, y mi madre era algo así como la causa de que no cenaras si la mencionabas.

Tampoco había sido adoctrinado para la felicidad por el viejo mercader, pero en cambio, si para el honor y la protección de los débiles. Eso podría si haber condicionado un poco mi forma de ser. Digamos que no odiaba al mundo, solo lo consideraba demasiado inmaduro como para hacer las cosas tal y como se debían hacer.

-Supongo que por mucho que lo intenten, los padres nunca podrán con unas personas tan rebeldes en su forma de ser.- Reí, la verdad es que a mi padre, yo le había salido rana.

- No lo sé –resolvió ella con una simpleza asombrosa, todavía pensativa-.

Ni lo consideraba rebelde, ni lo consideraba alguien de temer; no, Ray podría tener defectos (era suicida) pero de alguna forma, se compensaban con muchas otras cosas (era protector) y eso no era algo para dejar guardado. En realidad, era algo por lo cual él debía enorgullecerse, y si no, ella lo haría por él. Sí.

Separó del agarre cruzándose frente a él, estirando casi automáticamente los brazos para poder atraparlo por el cuello. Ahí mismo, en ese instante, no podía estar más agradecida de tenerlo al lado; cada segundo lo dudaba menos. Se lo tuvo que hacer saber, regalándole un tierno beso que pudiera expresar sin palabras lo que sentía, pero no era suficiente… porque el número de veces que él ya se le había declarado era superior.

- Me cuesta verte como un niño rebelde… pareces más bien travieso pero, es imposible no ver lo increíble que eres –expresó tiñéndose el rostro de rojo inmediatamente-… no importa mucho los defectos que creas tener, en tanto sigas siendo tu, yo no voy a dejar de quererte y cuidarte… -titubeó-… ¿Lo sabes, no?... aunque no sea buena repitiéndolo…

La verdad es que un "no lo se" como respuesta siempre deja un poco trastocado. La verdad es que necesitaba pensar un poco en como era yo mismo, que hasta ahora, básicamente me había dado igual lo que vieran los demás. Me veía como una persona que podía ser peligroso para los demás, sin habilidad con las mujeres y que prácticamente todo me salía del revés. Pero eso parecía cambiar.

Isis, se me adelantó y me cogió del cuello, frenandome en seco. No me esperaba aquella acción y me pilló con la guardia baja, aún más cuando de una forma suave, me besó. A esto, la abracé con cariño, la verdad es que necesitaba que me sacasen de esas espirales de pensamiento que lo único que hacen es causarte un dolor de cabeza.

-Muchas gracias, de verdad.- Me alejé un poco, aún manteniéndola entre mis brazos.-La verdad es que no se que habría sido de mi si no hubiera conocido a alguien tan maravilloso como tu. Por eso, gracias por estar conmigo.-

Tras esto, me acerqué lentamente a ella y le volví a besar con la misma dulzura que ella demostró antes. No siempre era necesario estar todo el día diciendo "te quiero" a veces, un mero acto de cariño podía salvar a alguien, y las palabras sobraban.

Ella entendió que ya no había razón para preocuparse por ello, él lo sabía, pero por sobre todas las cosas, la aceptaba sin quejas, aún con el posible defecto de no poder hablar abiertamente de sentimientos como el amor. Ray aceptaba eso, entendía el valor de sus palabras y entonces estaban bien… porque podía confiar en la inexistencia de malos entendidos. Eso sin duda le quitaba un gran peso de encima, saberse bien con él en cualquier término.

Isis definitivamente no pensaba dejar ir la oportunidad de sentir esos besos, eran demasiado agradables y tibios. Más calientes que tibios.

Nuevamente se instaló un silencio extraño lleno de ansiedad. Sentir los minutos pasar y las ráfagas de viento atravesarlos mientras en el cielo, se alejaban los nubarrones grises, daba la sensación de haber estado horas avanzando en aquel frondoso prado de árboles y matorrales. Cruzaron una suerte de claro, notando la posición por primera vez incluso, que les decía además la dirección por la cual iban. La temperatura para entonces era más tibia, pero eso no podría detenerlos.

Encontraron, minutos después de claro, un ancho camino que seguramente pertenecía a carretas, caballos o viajantes. Cruzaba el camino de ellos casi paralelamente.

-… ¿Deberíamos ir? –le preguntó la muchacha a su acompañante, volteando a verlo  luego de inspeccionar ambos lados del camino en busca de alguna señal. La verdad, ella no había venido por ningún camino antes, pero seguramente éste conduciría a un pueblo, a ambos extremos. Aunque para llegar a Flaguerre faltaría mucho aún-.

[FDI= Pensé, para no interrumpir la trama y no crear ya un universo alterno, bien podríamos guiarlos a un pueblo y ahí dividirlos, que por noticias o eso tuvieran que separarse temporalmente =S … ¿no?]

El lento paso del tiempo y el silencio, únicamente perturbado por la melodía de los árboles hacía que me sintiera de alguna forma, en el lugar equivocado. De alguna forma, veía que la paz era una utopía que su mente difícilmente alcanzaría. Aún sintiendo el amor junto a mi, notaba que había algo que estaba fuera de lugar...

El inesperado cambio desde el bosque a un camino a una ciudad hizo que mi mente desviase los pensamiento de esas extrañas e inquietantes ideas a otro lado. Habíamos acabado en un camino que acabaría en una especie de pueblo mercantil seguramente.

-Será lo mejor, no creo que lleguemos a la fortaleza antes del anochecer, y una cueva dudo que sea un buen refugio otra noche más. Suerte que no nos hemos resfriado, ¿no?-

A pesar de la humedad, el calor de los cuerpos juntos habría echo difícil contagiarse de una enfermedad de ese tipo. A parte, el recuerdo de la pasada noche hizo que mi mente se turbase, de una forma u otra, daba lo ocurrido casi como un sueño, pero era más real de lo que podría admitir.

-En caso de duda, por la derecha, si llegamos a Gallia, es que nos hemos pasado.-

- No, ¿Enserio? –respondió con ligero sarcasmo- No me importaría pasar otra noche a la intemperie siempre que la lluvia no pretenda ahogarnos nuevamente… aunque estará frío con o sin una fogata.

Haló de la mano al muchacho, dedicándole un vistazo rápido e inexpresivo.

-… Aunque presiento que el frío no será precisamente el problema…-susurró, audible por el silencio del ambiente-.

Sólo bastaba recordar el calor de su piel la noche anterior, el agradable contacto de un cuerpo sobre el de ella, y toda la emoción parecía regresar, como si en su interior un radiador se encendiera cual fuego en medio de la oscuridad.  Endureció la mirada un milisegundo, apagando las ideas, pues no deseaba ponerse a rememorarlo todo en aquella circunstancia. Tenía que concentrarse, quizás si apuraban el paso podrían achicar la distancia…

¿Cuánto faltaría? Esperaba que poco.

- Depende de adónde lleguemos, sería buena idea ver si nos enteramos de los últimos movimientos de la milicia… -agregó instantes después cuando ya habían empezado a moverse, por el camino de la derecha, como él había sugerido-. ¿Qué planeas al respecto, irás?

El comentario con alta carga sexual no me pasó desapercibido, y al no esperármelo, la verdad es que me dejó un poco traspuesto, tardando en responder un poco, se me subieron un poco los colores y me rasqué un poco la nuca, como para quitarle importancia.

-Bueno, ya se sabe, el cuerpo es la mejor forma de evitar la hipotermia.- Y a modo de contraataque, hice mi movimiento, aprovechando que tiró de mi.-Pero preferiría que las piedras no arañasen tu preciosa espalda.-

Pensé un poco una vez que me comentó respecto a los movimientos militares. La verdad es que sabía que si el ejercito iba a ir al frente, yo debía ir. Era la verdadera y única forma de protegerla. Si eliminábamos al imperio antes de que volviese a atacar, estaría más a salvo si los esperaba en una casa junto a ella y una posible familia.

-Lo único que se, es que independientemente de la información, es un momento crucial en nuestras vidas, y a estas alturas, no puedo pensarlo, sin tener toda la información, lo siento.-

La ciudad se empezaba a alzar, sería un pequeño pueblo con cuatro gatos, con suerte tendría lo necesario, justo lo necesario.

Ray había respondido de modo certero y conciso, dejándola a la muchacha reconsiderando la importancia que tenía, en su caso, aquella situación. No la sentía crucial aún…. Sentía que todavía faltaba mucho para las decisiones realmente importantes, pero también quería creer que cada mínima opción que escogían significaban grandes pasos en algún tipo de dirección que esperaba, fuera la correcta.

Aún así tenía algo dentro de ella que la ponía inquieta, ¿Qué sería?  Intentó no prestarle atención apenas a lo lejos pudo ver el pequeño poblado pacífico.

Habían llegado relativamente rápido.

Isis deslizó su mano por el brazo del chico a su lado, llegando a entrelazar las manos de ambos cálidamente. De esta forma avanzaron los pocos kilómetros que los separaban al pequeño conjunto de edificaciones de madera. Antes de llegar, la mano de él fue soltada del sutil apretón.

- Será mejor que nos separemos a ver qué encontramos, al menos temporalmente… ¿nos encontramos de nuevo en un par de minutos… ahí? –señaló a una modesta casita de dos pisos, con ventanas  estándar, y un cartel hecho a mano con letras torcidas que decía Posada- Yo me encargo del resto, ¿Está bien?

Aún tenía dinero de uno de los últimos favores que hizo en la ciudad anterior, nada fuera de lo usual. Serviría para pasar una noche tibia y reponerse de la pésima madrugada helada anterior… que aunque no había sido tan mala, era necesario para su cuerpo recuperarse de ello, de la falta de sueño además.

Y si iba a ser el último día que pasaran juntos, valía el precio que fuera.

El pueblo era aún más humillantemente pequeño de lo que me había imaginado en un principio. Apenas había unas pocas casa y la posada de rigor, ya que si no no se consideraba un pueblo. Me separé un instante de Isis, y escuché su proposición.

-Vale, me voy a la taberna a ver que escucho, pero creo que está en el piso inferior de la posada.-

Y dicho esto me encaminé al edificio antes de que la chica se diese cuenta del detalle. Estaba concentrado y la verdad es que había puesto el piloto automático a investigar, aunque estaba claro que esa no era mi mejor forma de estar, recoger información no era uno de mis puntos fuertes.

Pero solo encontré un pequeño rumor, la alianza surgía poco a poco.

No era mucho, ni siquiera era fidedigno, era más bien una mezcla de suposiciones, filtraciones y esperanza, mucha esperanza. Al menos era algo, y eso me iba a obligar a buscar a mis camaradas, que se encontraban en una fortaleza militar, para saber de que se trataba.

Caminé con paso lento hasta la chica, y con una voz suave, le comenté al oído.

-Lo siento pero, debo volver a Flaguerre.-

Se separaron sin voltear hacia atrás, él camino hacia el negocio desde donde se sentía el ambiente cargado y pesado, y ella simplemente perdiéndose en el primer callejón aunque muchos no hubieran.

Isis ajustó suavemente el cinto donde tenía el estuche de la daga, que repentinamente se le hacía pesado, vislumbrando un almacencito modesto y algo empolvado. Pensando excusas fáciles y rápidas ingresó en él, entablando una trivial conversación con la vendedora. Lamentó tener que mentirle por el bien de su seguridad, pero como sabía, los almacenes y las vendedoras en pueblos tan pequeños solían ser el centro de desahogo de las mujeres en lugares así, y era fácil oír conjeturas y habladurías. Muchas falsas, por supuesto, pero uno podía arreglárselas para adivinar las importantes.

Salió de allí minutos después, sin nada extra en las manos pero un montón de datos que debía descartar en su cabeza. Cuando llegaba hacia la posada donde había quedado con su compañero (debía recordar también su título de amante, era importante no mentirse) un cachorro cruzó por su camino, por lo que se acuclilló a acariciarle la cabecita un instante.

En ese momento supo que seguramente, a partir de mañana, no vería a Ray en mucho (mucho) tiempo.

Con la idea fija en sus pensamientos se puso de pie, incapaz de moverse, hasta que la voz del mencionado llegó a sus sentidos, tan cerca a su oído, suave, sugestiva.

-… ¿Hoy mismo? –inquirió en voz baja recargándose ligeramente en él, tan tenuemente que parecía imperceptible-.

”Di que mañana, por favor…”. Sólo necesitaba unas horas más, para asegurarse que aquello no fue un sueño engañoso.

Cuando me crucé con ella, pude ver en sus ojos que había un ápice de tristeza, a fin de cuentas, la guerra estaba próxima y como mi deber me llamaba, no era seguro cuando me iba a volver a ver, eso si teníamos en cuenta que sobreviviría a la contienda. Negué con la cabeza y cogí sus manos.

-Ningún campo de batalla es más importante que tu, y un día de viaje lo arreglo de una carrera.-

Le sonreí, a fin de cuentas debería haberme ido antes de ayer ya para flaguerre y aún estaba aquí haciendo el gamba. De cualquier forma, aquellos habían sido sin duda los días más felices de mi vida y me iba a cortar mucho dejarlos atrás. Aunque no era más que cuestión de tiempo.

-De cualquier forma, la última vez fui yo el que escogió como pasar el día, hoy te toca a ti, querida.-[/b]

Dije esto con un evidente tono jocoso, a fin de cuentas, era mejor dejar atrás los malos ratos que supondrían el separarnos. La única forma de superarlo, era hacer este día, un día inolvidable.

Tranquilizada por las suaves palabras del muchacho ella pudo dejarse sonreír al escuchar el humor final, ese deseo de pasar un día feliz de despedida y no angustiante. Estaba de acuerdo con él. Deprimirse no era una opción, porque estaba segura de que volverían a verse, en algún momento, sin importar cuándo en realidad… y no lo olvidaría, no importaba lo que sucediera.
Apretó las manos del chico.

-… No soy buena escogiendo formas de pasar el día, ¿Por qué no eliges el día y yo la noche? –cuestionó invitándolo a usar su imaginación pues ella haría cuanto él deseara, así fuera tirarse de un barranco de un salto-.

Qué loco. Cómo confiaba en aquel chico que apenas conocía… cómo era capaz de arriesgar su vida fácilmente si él se lo proponía como solución a todo.

-… ¿Alguna idea, Ray…?

El pulso se le aceleraba de sólo pronunciar su nombre.

De alguna forma, sentí como despertar de una ensoñación, en mi mente habían pasado años en cuestión de segundos y habían pasado tantas cosas que era bastante complejo si quiera el echo de pensar en la pregunta que le acababan de hacer. La miró como si hubiera pasado una era desde la última vez, y aún así, era como la recordaba. Y por primera vez en bastante tiempo, dedicó algo a pensar una respuesta.

La propuesta que soltó Isis le dejó nuevamente entre la espada y la pared, le devolvió la flecha, y otra tanda de frases echas con la misma interpretación. La noche era simple, fácil y no hacía falta ser especialmente imaginativo para pasarlo bien, y ello le recordó a la noche pasada, y se sonrojó de forma notoria mientras posiblemente adoptaba una cara de idiota profundo.

-Bueno, esto, yo...- Me había pillado a mitad de la parte menos recomendable para el público infantil cuando me llamó. -Creo que lo primero deberíamos comer algo decente para desayunar, que estoy.- Me callé la referencia al día anterior.-Hambriento. Y entonces podemos pensar que podemos hacer.-

Dicho esto, le miré de forma sonriente. Nunca había creído la expresión de que una mujer podía volver estúpido a un hombre (a fin de cuentas, yo ya lo era) pero a su lado, la guerra parecía desaparecer. La traje hacia mi y la besé en la frente, a falta de valor momentaneo para besarla nuevamente en los labios. Aún me parecía increíble lo que había pasado y si no la hubiera tenido a mi lado, lo habría dejado como un sueño, si hasta parecía un ángel...

Como el agua que fluía dentro de su cauce, los movimientos de la muchacha lucían naturales y homogeneizados como una ola se forma, avanza y rompe en la costa con efervescencia. Isis soltó su mano derecha aprovechando la ruptura de aquel cálido y sutil beso inocente, tomando a su compañero por la nuca de modo que le fuera imposible alejarse. Al mismo instante hizo aquello que él no se atrevió, unió sus labios tenuemente, simplemente dejando que el calor de ambas pieles se rozaran y la poca humedad de la boca femenina invitara al chico a algo más. Si bien inocente, sin premeditación alguna, ingenuamente sensual.

-… Entonces a comer –susurró a milímetros del chico-. Un chico necesita alimentarse para mantenerse fuerte. Especialmente tú.

Ella le llevó entonces con extremo cuidado hacia donde había visto el pequeño restobar y cantina antes, al entrar en el pequeño pueblecito. Seguramente no habrían muchas opciones para almorzar o desayunar algo, pero era mejor que pasar el día sin nada en el estómago, y seguramente preferible que ir a cazar y asar algo.

- Cada vez que entro en una cantina recuerdo la vez que visité una por allá al límite con Daein, cuando recién empecé a viajar… -comentó espontáneamente-. Estaba una niña, no mucho mayor que yo, luciendo un escote atrevido, un corsé rosado y una falda larga más oscura. Recuerdo sus rizos, su lunar sobre el labio y el labial barato en la boca, y me recuerdo pensando si ella sería tan fácil como se veía… Mhm

Repentinamente Isis se preguntó por qué salía contando cosas tan redundantes e inútiles como aquellas, y si la molestia que le traía el recuerdo era netamente por el recuerdo en sí, o más que eso, la posibilidad de que aquella bonita, atrevida, curvilínea camarera, viniera hoy para tratar de seducir a alguien que estaba cerca. Detuvo el pensamiento extrañada de sí misma y sabedora que no cabía lugar una posibilidad así. Y la solución al hipotético caso también era simple.

[OFF= Perdón si quedó medio raro x___x me costó re-habituarme.]

Cuando me retiraba tras besarla, fue ella la que me cogió del cuello y me llevó a sus labios, aunque de una forma mucho más sutil y sensual de la que yo habría podido hacer ni si quiera en mis más delicados intentos. Sus labios seguían siendo tan suaves como recordaba y parecían ligeramente humedecidos, lo que acentuaba aún más esa sensación. Le sonreí y posiblemente la habría traído de nuevo a mis propios labios si no hubiera hablado antes. No pude evitar "sacarle punta" al comentario que me dijo, especialmente por lo ocurrido la noche anterior, pero comprendí el verdadero significado y aguanté lo mejor que pude.

Me encaminó a una pequeña cantina, que sería posiblemente el único establecimiento con alimento y alojamiento de todo el pueblo, que era lo habitual. No me agradaban mucho esos lugares, y cuando estuve con "el grupo" en una posada de verdad vi la verdadera diferencia, pero al estar la más cercana en Flaguerre... mejor contentarse.

Isis recordó una anécdota y no pude evitar la reflexión sobre ello. Una chica, en un estado que había salido hace poco de la guerra, y nuevamente invadido, llevara ropajes altamente provocadores solo podía significar una cosa, a pesar de que no resultaría muy agradable para el oído.

-Supongo que la facilidad dependería del tamaño de... la cartera, posiblemente.-

Dejé una pequeña pausa para que imaginase lo que quisiera antes de darle mi opinión completa, para gastarle una pequeña broma no demasiado inocente, a lo que sin dejar esperar mucho rato más, ya que no era normal que un tío con armadura oscura entrase en tu bar, y quizás hasta ya había llamado al "tío del pueblo que sabía pelear" y no tenía ganas de un aburrido duelo, así que alcé mi voz, y me hice notar.

-¡Tabernero! ¿Tiene sitio para este pobre peregrino y su acompañante en algún lugar?-

Pensando profundamente en el presupuesto que esa chica pediría a cambio de su carne, casi no prestó atención al evidente hecho de que, entrar en una cantida sola, no era lo mismo que ir acompañada de un hombre. En el primer caso no resultabas una amenaza, aunque llamabas la atención y debías tener cuidado que nadie se acercara a tu rincón sin dejarle en claro que eras capaz de rebanarle los sesos… en el segundo caso, mejor no entrar antes que varios se te tiren encima. Menuda diferencia. Fue por esto que una vez que lo notó se replegó a segunda línea, un paso detrás del pelinegro, sin ocultarse tras él sino sólo procurando no parecer una peor amenaza.

No era miedo, claro que no; el que intentara tirársele encima acabaría hecho un glaciar.

Vio la mirada del cantinero en sentido opuesto a ellos, que había detenido deliberadamente su intento de secar un vaso. Tenía una barba de tres días, el pelo algo desordenado aunque peinado para atrás, su piel blanca algo manchada quizás por cicatrices, y un delantal puesto sobre su prominente cuerpo de armatoste. Luego de un buen rato el tipo les señaló un par de asientos hacia una esquina de la barra.

Isis desvió sus ojos miel al resto del local buscando caras quizás conocidas, o leer intenciones y pensamientos, o sólo reconocer cómo estaban dispuestos los lugares sólo en caso de que necesitara maniobrar.

-… Este lugar no conoce de femineidad –murmuró apenas para Ray a su lado-; país machista.

Aunque casi que ninguna taberna conocía del sutil pero efectivo toque femenino. Todas parecían rincones de ratas.

Isis se puso detrás mía, como si no quiera ser vista o algo similar. Miré hacia atrás, intentando de alguna forma comprender cual era su intención, pero no llegué a alcanzar ninguna información definitiva. A mi, que en mi estupidez no era capaz de diferenciar a alguien que quería matarme de alguien que me adorase a menos que tuviera un cuchillo ya cortando carne no me afectaba demasiado el echo de que algún par de estúpidos me mirasen mal desde una esquina.

En cambio el tabernero hizo algo más, dejó de limpiar los vasos que siempre están limpiando de forma perenne y nos señaló un lugar en la barra. Era uno de los sitios más peligrosos, por la habitual tendencia a recibir empujones de forma "inocente" por parte de borrachos o buscabullas, pero era algo y al menos no había que levantarse para pedir nada de picar.

-Ya Isis, normalmente este tipo de locales lo visitan hombres, mujeres de escasa feminidad o otro tipo de "damas" buscando algo de oro. Y no se suelen quedar para decorar.-

La verdad es que si, el bar tenía las paredes de madera ya envejecida, sin decoración ninguna exceptuando cortes y marcas de empalamientos de peleas de taberna que se fueron de lo normal, el suelo, con más mierda que una cueva que llevase una era sin ser habitada y con restos de líquido maloliente que no sería, casi seguro, alcohol, sino orina y posiblemente hasta de rata. Pero dejé de pensar en estos detalles, que había que comer y me revolvían las tripas.

Me senté donde me habían dicho y pregunté así por curiosidad para saber más o menos que pedir.

-Disculpe, ¿Qué tiene para comer?-

La pelilargo se acercó sin dedicarle cuidado a dónde pisaba, naturalmente habituada a ese tipo de lugares pese a su descontento por la suciedad que tragaba al bar. Solamente tuvo cuidado de pasar su mano por el asiento, asegurándose que ningún tipo de excremento de rata o posible líquido de dudosa procedencia la ensuciara.

El hombre, que desde cerca ahora lucía más alto que antes y con brazos más gruesos y firmes de lo que podían suponer a larga distancia, los observó otro rato. Se les acercó parándose frente a ellos a la espera de la orden hasta que Rayon preguntó por el menú.

- La especialidad de hoy es Estofado de Conejo –respondió con una mirada cansía y despectiva-, pero también hay chuletas con puré, brochetas especiales, y sopa de garbanzos. ¿Tienen con qué pagar?

- El dinero no es un problema, lo verás en cuanto sirvas algo –le respondió distraídamente la ojimiel todavía verificando que el sector de su mesa donde apoyara los brazos estuviera libre de sorpresas-.

Todo el ambiente estaba más tenso de lo usual, esperando probablemente que los dos forajidos de pronto dispararan a matar y se enfrentaran con todo el pueblo. Seguramente tardaría unos cuantos minutos en volver a la normalidad, en cuanto dejaran de considerarlos como enemigos. Y la armadura oscura de Ray no ayudaba para nada, pensó Isis mirándolo de reojo; ¿Sería precisamente eso lo que causaba tanta conmoción? Hasta ella misma le había confundido la primera vez que lo había visto…

El tabernero parecía cansado, y apenas habían dado la una de la tarde, lo que me extrañó bastante, Isis, por el contrario, estaba buscando a los posibles enemigos que quisieran buscar problemas, en cambio yo pasé directamente a la comida, me ahorré el chiste fácil sobre el estofado, era algo demasiado barato y obsceno. En cambio, pasé directamente a la carne.

-Me pido unas chuletas con puré por favor, ¿Y para beber tienen hidromiel?-

No solía beber mucho, pero no me apetecía buscar problemas por pedir agua de grifo y la cerveza es que directamente ni me gustaba. Entonces caí en el detalle que ella no había pedido nada para picar, estaba demasiado preocupada por que viniera alguien y me intentase clavar algo, era normal, a nadie le gustaba mi armadura.

-Anda tu, pídete algo, no dejes a este buen hombre en ascuas.-

[FDI: Gomene Isis, no sabía que hacer XD]

Aquella forma casual y despreocupada de hablar y dirigirse a ella tomó a la chica con la guardia baja. Le hizo olvidar por completo cosas como el lugar o la inseguridad sobre sus espaldas. También la obligó a recordar que no era cualquier persona la que estaba sentada a su lado, no se trataba definitivamente de ninguna manera de un inútil que necesitaba cierto tipo de protección extra. Pudo mandar entonces todo al carajo junto a un disimulado y discreto suspiro de resignación.
- Que sean dos entonces –ordenó volviendo la mirada hacia el camarero/barman-.

Ni se atrevía a probar lo demás, y aunque la sopa le parecía una idea atractiva, reconocía que eso no le daría suficiente energía para el resto de los días que se avecinaban… lo mejor era pensar en una comida que pudiera alimentarla un poco mejor. En tanto no encontrara ninguna mosca muerta en el puré… pero ya había probado en un pequeño pueblecito una ensalada de orugas y no estaba tan mal como hubiera pensado.

Isis se recargó sobre la mesada mientras su mirada en cambio se prendaba de la figura masculina a su lado. Sólo duró el rato suficiente para ser notada, y luego se dedicó a jugar sutilmente con su propio elemento, creando pequeños circulitos de hielo sobre la mesada.

Cuando otra señora de unos cuarenta años trajo los platos ya habían pasado al menos unos veinte minutos. El churrasco se veía bien cocinado, prácticamente a su punto, algo que la sorprendió porque usualmente lo dejan seco y poco apetecible; el puré en cambio lucía aguado y chirlo, más líquido que papas, pero a simple vista no contenía insectos y parecía estar cocinado apropiadamente, lo que era agradable. No tenía mucha decoración a la vista el plato en general pero al menos tampoco tenía nada que pudiera arruinarte el apetito.

Inmediatamente el barman puso dos vasos altos y gruesos de transparente vidrio y sirvió en ellos lo que lucía tal como lo que Ray había pedido, hidromiel.

Isis parecía abstraída, como si estuviera pensando en otra cosa, aunque parecía que mi forma de actuar la relajaba un poco, pero aún así, no me gustaba aquello, ¿Acaso la guerra había calado tan profundamente a aquella chica? Yo desde luego también solía tener la mano en la empuñadura más de lo que me gustaba, y no iba a hacer nada para cambiarlo, en el campo de batalla que se había convertido nuestra vida, y aún así, me gustaría tener un poco de paz de vez en cuando.

Acabó pidiendo lo mismo que yo, aunque posiblemente no por las mismas razones. A mi me gustaba la carne, y aunque era de un pueblo costero, la seguía prefiriendo, el puré de patatas me permitiría recargar los carbohidratos que había gastado ayer. Y entonces me di cuenta de que me estaba mirando, le sonreí y me quedé embobado mientras usaba la hechicería para hacer cristales de hielo.

La camarera trajo los platos finalmente, no había habido conversación mientras esperábamos y agradecí que cambiara ligeramente la situación, que se había vuelto algo tensa. La carne estaba bien cocinada, aunque quizás poco aderezada, unas especias más habrían dejado la carne más jugosa. En cambio, el puré parecía una especie de sopa mal mezclada. Me apresuré a volverlo a mezclar con un poco más de arte mientras intentaba apartar el líquido, para hacerlo más denso. Y empecé a comer la carne con el puré encima, como me gustaba. Después llegó la hidromiel, la cual probé con cuidado cuando llegó, para saber el grado de alcohol que llevaba, y por suerte era bajo, y la bebida dulce, por lo que no quemó la garganta al bajar.

-Bueno, ¿Qué tal estás, te veo bastante espesa?- Dije mientras comía algo, no iba a forzar una conversación, pero al menos, quería escucharla.-Por suerte aún hay paz en nuestro mundo.-

- Permíteme, bebé –se le burló ella en un susurro mientras jalaba más cerca el plato de él-. Yo estoy bien… sólo me influenció el ambiente tenso –agregó aprovechando que no se veía demasiado desde otros ángulos para tratar de evaporar un poco el excedente de agua que tenía aquél puré, de paso calentándolo con el vapor que emanaba del mismo-, ¿Así está mejor…?

Con la consistencia de la comida más uniforme y resistente se dispuso a imitar la tarea con su propio plato. El aroma del vapor cuando estaba contaminado con algún otro tipo de veneno, solía sentirse dulce o con un picor especial; el que el valor fuera totalmente neutro indicaba que aunque quizás no cocinado en las mejores condiciones del mundo, al menos era viable. Debería recordarlo para la propina luego.

En cuanto a su estado de mutismo Isis supo reconocer que no le gustaban los terceros escuchándola hablar… Una cosa era Ray, con quien ya tenía los grados básicos de confianza cubiertos. Pero otros de quienes no sabía nada, que no sabían nada de ella, que probablemente intentaran atentar contra su vida, que podrían ser sus enemigos… eso era otra historia. Prefería mantenerse distanciada de todas esas cosas, siempre había sido igual.

- Quizás lo mejor sería que cualquier cosa que hagamos después sea no tan… rodeada de público –le expresó probando el primer bocado del plato-. Llámame paranoica pero me pone incómoda que sepan algo de mí y yo nada de ellos… es distinto contigo a solas.

Sería ridículo dudar de Ray luego de todo lo que habían hecho juntos. Pero mejor no ponerse a revolver el pasado… no quería perder el apetito por fantasear despierta.