Encuentros inesperados [Ryu]

[Medea]

Aquella mañana había salido con la intención de coger algunas plantas y algunas flores, el jardín del convento todavía no había florecido y mi habitación, aunque era más amplia y soleada que el resto, me resultaba demasiado oscura como para no adornarla con algunas flores, aunque fueran silvestres... No estaba siendo una mala mañana, había encontrado casi todo lo que necesitaba y en ese momento me encontraba recogiendo unas violetas que despedían un perfume especialmente delicioso.

La primavera se iba notando, no sólo en las flores, sino también en el calor, por lo que algo acalorada como estaba por la caminata y el sol, me había quitado la capa para dejarla reposar sobre el césped, dejando a la vista la túnica ligera que llevaba puesta. Una bonita túnica de hilo en color verde esmeralda que sujeta por los hombros con dos hermosas fíbulas de plata y oro decoradas con piedras preciosas.

[Ryu]

De vez en cuando un hombre necesita su intimidad, alejarse de la gente que conoce y dejarse llevar por sus sentimientos lejos de donde pueda hacer daño a alguien. En el caso de Ryu, siendo un dragón de gran fuerza y fogosidad sin igual, esas ocasiones eran más habituales de lo que sería normal. Y, teniendo una hermana menor que era como su propia sombra y que poseía las mismas capacidades de vuelo que él, eso significaba irse muy, muy lejos, donde no se le pudiese encontrar. Por ello se adentró en el gran bosque de Xells muy profundamente, y allí, en un pequeño claro, se transformó en dragón y echó a volar. Llegó lejos, a vista de pájaro las cosas parecían mucho más pequeñas y lentas, sin darse cuenta de cuánto recorrido llegó a hacer realmente. Total, luego sólo había que elevarse y volver por donde había venido.

Al final aterrizó en una llanura llena de flores, deshizo su transformación y se tumbó bocaarriba. Observó el cielo y pensó. No se le daba muy bien. Pensaba en Sonia, irremediablemente, luego en todos los demás. Siempre había pensado que eso era malo, que su familia debería ir primero, y su cerebro le decía que así era, pero su corazón tiraba para otro lado. Tardó dos horas en levantarse de allí, ya que se dio una leve siesta. Cuando se levantó, lo hizo de golpe, de un salto, con una sonrisa en la boca que enseñaba sus colmillos levemente alargados. ¡Qué bien había dormido! Ahora podría entrenar mucho mejor y...

Una mujer estaba a escasos metros de él. Estaba claro que ambos se habían visto. Ryu era un chico joven, fuerte y alto, con musculatura marcada pero fibrosa. Su ropa era una camisa blanca, unos pantalones rojos, un cinturón, unos mitones marrones de los cuales sobresalían unas vendas que rodeaban las manos, y una gran espada bastarda a su espalda. Una brisa meció su pelo azul mientras un brillo de duda asomó sus ojos esmeraldas de pupila rasgada. Acabó por ponerse serio, no fuese que le llamase tonto por reírse por nada, y carraspeó un par de veces. Su pelo tenía varios pétalos de aquellas flores, pero él no tenía ni idea de este hecho, como de que su espalda estaba llena de pequeños trocitos de la hierba.

-Ah... hola-dijo nerviosamente, intentando aparentar normalidad.

[Medea]

De repente un laguz emergió de entre la hierba, era evidente que se había quedado dormido, por su cara de sueño y por los pétalos que tenía en el pelo. En cualquier caso y suguiendo fiel a mi lema de que la amabilidad siempre favorecía las cosas le sonreí divertida.

- Hola bello durmiente... Espero no haberle asustado... No sabía que hubiera alguien más aquí aparte de mí.

Me senté echando las piernas flexionadas hacia un lado y dejando reposar la cesta junto a mis piernas. Mi capa, al igual que mis zapatos se encontraban algo alejados, la verdad es que tenía suerte de que no le hubiera pisado, la hierba estaba lo suficientemente alta como para haberlo hecho sin darme cuenta. Y no tenía demasiadas ganas de pelear contra un laguz, entre otras cosas porque físcamente tenía todas las de perder...

[Ryu]

- Hola bello durmiente... Espero no haberle asustado... No sabía que hubiera alguien más aquí aparte de mí.

¡¡¡Agh!!! Se había enterado. Miró para otro lado y se tapó la boca. Ahogando el bostezo, tensó luego sus músculos, marcándolos un poco sin darse cuenta, para estirarse tranquilamente. Total, hecho el ridículo, ya podía ponerse cómodo. Se pasó una mano por el pelo, y notó que tenía algo en él. Cogió una de los pétalos y lo miró, pestañeó un par de veces y acabó por sacudirse la cabeza de lado a lado, tirando los pétalos al suelo, que cayeron suavemente cual plumas.

La chica parecía simpática, eso le gustaba. Hizo una broma sobre él, pero todo el mundo lo hacía (y no siempre las pillaba), sobretodo Ralph y su hermana Patty. Sonia también. Suspiró. A veces creía que nadie le tomaba en serio o que, cuando no lo hacían, era para ignorarle totalmente. Tenía que ser más fuerte y protegerles, con el tiempo llegaría el momento de que aprendiesen a respetarle, seguramente. No tenía otra cosa más que su fuerza, así que no había otra opción. Ojalá fuese tan listo como Patty, o tan diestro como Kyle, pero no lo era.

-Bueno, vengo de lejos, del gran bosque que está al otro lado de aquella colina-señaló una colina bastante alejada-. Vi este campo de flores y decidí descansar un rato y... en fin. Mi nombre es Ryu-acabó por decir, cuando se acordó.

[Medea]

Era un chico sincero y no parecía demasiado tímido, al menos no hasta el punto de verse mermadas sus capacidades sociales. Podía decirse que era un joven lleno de vitalidad, se le notaba por su forma de estirarse, sus movimientos. Era como un soplo de aire fresco en una rutina aburrida y demasiado seria.

- Eso esta lejos...

Al menos para mí, pero sin duda él debía ser un laguz dragón, no cabía otra explicación, ya que por su forma de hablar no parecía haber tardado demasiado tiempo en recorrer esa distancia.

- Debe ser magnífico poder viajar tan rápido.

Realmente a veces envidiaba a los dragones, la posibilidad de tener esas alas y simplemente volar, dejar todo atrás, olvidarme del convento, de la orden, de los enfermos, de todos... Sin embargo era libre, a mi manera, a pesar de haberme visto obligada a convertirme en clérigo he de decir que tampoco fue una verdadera obligación, ya que se me dio la opción de sepultar el error bajo un matrimonio, un matrimonio del que por supuesto huí, prefería servir a la diosa y tener libertad de actuación que verme encerrada en un castillo de por vida, viendo convertida mi vida a simples periodos de descanso entre embarazo y embarazo. Era libre a mi manera, administraba mi convento y vivía mi vida como mejor me parecía, y estaba convencida que a pesar de todo, algun día llegaría a la política de la corte imperial.

[Ryu]

- Eso esta lejos...

-¿Tú crees?

Miro de nuevo hacia la colina, rascándose la cabeza. Pestañeó una par de veces. La verdad es que bien mirado, después de una siesta y en forma humana, parecía que estaba lejos. Habría cogido una corriente favorable, aleteado con demasiada fuerza o algo así. Las corrientes eran peligrosas para alguien que volaba como un pájaro, de pronto podrían arrastrate y llevarte muy lejos, aunque por suerte el tamaño y forma de los laguz dragón ayudaba en ese aspecto.

- Debe ser magnífico poder viajar tan rápido.

-Tiene sus cosas buenas, desde luego-dijo amablemente-. Pero también cosas malas, como no poder admirar el paisaje...

Con lo que le gustaba la naturaleza, eso era un punto en contra de volar. No podía ver las hojas caídas en otoño, notando sus pies haciendo que crujiesen. No podía notar la nieve en invierno, ni las flores en primavera. Eso sí, en verano se moría de calor igualmente. Se le ocurrió de repente, en plan inspiración divina, una idea que igual le gustaba a la chica. Se acercó un poco a ella y se agachó para hablarle como con más confianza, guiñándole un ojo de forma cómplice.

-¿Quieres probar qué se siente al volar?

[Medea]

Encantador... Era complicado ver aquella frescura hoy en día, a excepción de los niños. Aunque ahora que me daba cuenta, quizás el hecho de que pudiera ser considerado todavía un niño según el cómputo de años de su tribu Laguz tenía algo que ver en ello. El caso es que no podía rehusar aquella invitación, ni quería...

- Me encantaría... pero... ¿De verdad no te importa?

Fingía, como siempre, pero debía reconocer que me emocionaba la perspectiva de volar, aunque todavía me preguntaba como iba a poder volar a lomos de un dragón sin nada a lo que sujetarme... Pero si me lo había dicho seguramente sería por algo, quizás el supiera como...

- Sería maravilloso... Aunque... No me he presentado... Mi nombre es Medea Stark...

Había elegido darle a conocer mi apellido, aunque sabía que eso quizás haría que me identificase rápidamente como miembro de la nobleza. O quizás no, los Laguz no solían entrometerse en la política de los Beorc...

[Ryu]

- Me encantaría... pero... ¿De verdad no te importa?

-¡Claro que no! Soy fuerte, ni me pesarás. Venga, es divertido.

Le guiñó un ojo animadamente. Era un buen chico, se le notaba, amable. Además, volar molaba mucho. Y por alguna extraña razón, excepto su hermana nadie había querido subirse a su espalda para probar qué se siente. Seguro que era por su fama de torpe... no les culpaba, era algo torpe. Ojalá Sonia quisiese volar sobre su espalda, seguro que se quedaba impresionada. En fin.

- Sería maravilloso... Aunque... No me he presentado... Mi nombre es Medea Stark...

-Ah...-ni se había enterado de que no se había presentado hasta ese momento- Bonito nombre-contestó sinceramente, le parecía bonito el nombre, aunque de apellidos no podía opinar-. Me transformaré.

Dio un paso atrás para eljarse de Medea. Apretó los puños, bajó la cabeza y cerró los ojos, concentrándose. Frunció el ceño repentinamente, y un aura rojiza le rodeó, visiblemente. El aura se convirtió en una vorágine de fuego que hizo moverse el viento a su alrededor, y esas llamas envolvieron a Ryu durante un segundo. Al siguiente, se disiparon como vinieron y ante Medea ya no estaba su forma humana, sino un dragón. Era algo más grande que un caballo, el verdor claro de sus escamas eran rotas en algunos puntos por escamas de color más cobrizo, sobretodo en las alas, y dos rayas rojas intensas que empezaban en su cabeza y seguían por la parte trasera de su cuello terminaban en su lomo, indicando que se convertiría en un dragón rojo no muy lejos en el tiempo. Su cuello era alargado, y su cola fina. Sus ojos seguían teniendo un intenso color verde esmeralda, y casi parecían ser lo único que no cambiaba en él. Posó sus patas delanteras sobre la hierbas, y agachó la cabeza para dejarle subir a Medea.

-Sube, ya verás cómo mola-dijo animadamente, su voz se había vuelto muuucho más grave y gutural, propia de la garganta reptiliana que tenía ahora mismo.

[Medea]

No sabía como hacerlo exactamente, pero el lugar más adecuado parecía ser detras de su cuello, así que con cuidado me subí colocándome justo delante de sus alas, esperaba no haberle hecho daño, pero era muy grande y no tenía otro sitio donde darme impulso que sus escamas... Tampoco me apetecía andar cabreando a un dragón a esas horas de la mañana...

- ¿Está bien así? Estás comodo?

Tampoco quería que estuviera incómodo y se revolviera tirándome en pleno vuelo, apreciaba mi vida lo suficiente como para no quere caer desde determinadas alturas...

- Estoy lista, cuando quieras...

Me abracé a su cuello reptiliano con fuerza, preparada para lo desconocido, nunca había volado a lomos de un dragón, pero estaba segura que sería una experiencia única...

[Ryu]

- ¿Está bien así? Estás comodo?

-¡Perfecto! No pesas casi nada.

La verdad es que pesaba más o menos como su hermana, es decir, que en forma de dragón podría cargar con ella como si no estuviese allí. Ahora entendía cómo hacía los Wyvern para llevar a su jinete sin dificultades, aunque suponía que los jinetes de Wyvern pesarían más por aquello de la armadura y las armas y los músculos...

- Estoy lista, cuando quieras...

-¡Está bien, agárrate fuerte!

Dio tres aleteos fuertes, cada vez más rápidos, hasta que se impulsó con las patas y saltó. En el aire siguió aleteando y Medea pudo ver cómo el suelo estaba cada vez más lejos y los objetos eran más pequeños, aparte de que estaban recorriendo bastante distancia, mucho más rápido que cualquier caballo. El viento azotaba con fuerza y era mucho más fresco que antes, como si estuviese en la cima de una montaña muy alta. Era un como un sueño, la tierra parecía moverse y las nubes nunca habían parecido tan grandes ni tan cercanas, era como tocar el cielo.