Un día como otro cualquiera [Warren y Khattara]

Corría, corría tanto como sus piernas le permitían, que no era poco. El aire que entraba en sus pulmones quemaba, el corazón latía en su pecho intentando escapar de su prisión y apenas notaba ya su propio peso, ahora solo quedaba el movimiento, no detenerse…

Con presteza apartaba el follaje de su paso, las ramas entorpecían su avance, pero también lo hacían con sus enemigos, además si había algún lugar dónde esconderse en el bosque estaría alejado del camino, el camino no era seguro, nunca lo eran. Había sido tan imprudente, ¿cómo había podido serlo? ¿En qué momento pensó que robarle un grimorio al alcalde de una villa importante de Crimea era una buena idea? Claro que aquel libro poseía encantamientos que ella codiciaba y cómo iba ella a suponer que lo iba a echar tanto de menos, además, ¿a qué venía tanto escándalo si ni siquiera le había dado tiempo a cogerlo? Bueno, al menos había conseguido salir con unas cuantas monedas de la mansión.

Miró hacia atrás, intentando vislumbrar dónde se encontraban sus atacantes y dilucidando si le compensaría o no preparar un encantamiento cuando algo se interpuso en su camino, algo más blando que un árbol sin duda… Miró al objeto que seguramente le trajese la desgracia para encontrarse a un muchacho con su espada larga colgando triste en su funda. ¿Pedir ayuda, mentir, intentar aliarse con el guerrero o seguir huyendo? Empezó a hacer cálculos con presteza, aprovechando que parecía que de momento había perdido de vista a sus perseguidores.