Fire Emblem: Shadows of the Empire
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Jugando entre bestias [Rydar y Déteka]

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Author Topic: Jugando entre bestias [Rydar y Déteka]  (Read 797 times)
Déteka
Beorc Mercenario
Cadete
**
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« on: March 23, 2011, 05:35:53 pm »

En aquel momento no esperaba sentir ningún tipo de contacto físico que no implicase sumergir al contrario, y el roce de su mano provocó un pequeño espasmo en mi columna. El contacto físico con el resto del mundo se había limitado a matar, golpear, y un apretón de manos cuando fuera necesario. Nada más, ni nada menos. Y aquel gesto me cogió desprevenida, pero dejé que guiase mis dedos, sorprendiéndome ante la textura de su piel. Era una mano grande y fuerte, pero que tomaba mis dedos con la más tierna delicadeza que se pudiera mostrar.

-!Pues claro que no me lo han dicho!, pertenezco a la tribu felina, !Nos encanta jugar con la comida!, pero si te resulta violento o asqueroso pues nada me limpio un poco y me contendré delante tuya y de otros humanos, no quiero importunaros demasiado.
Verdaderamente cuanto más tiempo paso entre vosotros os entiendo menos a los Beorcs, os da asco que juegue un poquito con la comida pero luego no tienen reparos en matarse entre si por dinero o torturar a gente inocente por pura maldad, asistís a las ejecuciones públicas por el solo echo de divertiros ante el espetáculo del cruel asesinato de un humano, por Ashunera, !si hasta os lleváis comida!.
 Jugáis con vuestras propias vidas para vengaros, beneficiaros o simplemente divertirse con el dolor ajeno. Si lo piensas hacéis exactamente los mismo que hago yo con este pez yo pero por motivos menos morales.


El principio del discurso iba bien, tenía que reconocer que comencé a buscar una frase lo suficientemente bravucona para sorprenderle, pero la continuación de sus palabras.... Aquello fue una bofetada en la cara con una mano ardiendo en llamas, que me dejó sin aire en los pulmones y crispó mis manos sin ser yo consciente de ello. Todo lo que había hecho paso por mi cabeza, toda la sangre de la que mis manos se había manchado, pero... ante todo aquello, la primera sangre con la que me mancillé. Sangre de mi sangre. La sangre que me dio la vida. Yo la había erradicado. Había tardado mucho en tiempo en comprender que aquello era lo único a lo que podía haber vuelto, pero... ¿como iba ha hacerlo? ¿Como podría haber vuelto a los brazos del que destruyó todo mi mundo?
Mis sentimientos eran una mezcla horrible, tan horrible que el sabor a sal había dado paso a un sabor amargo creado por mi propio odio. Odio hacia el mundo, hacia mi hermana, hacia mi padre. Sentía tanto odio que agradecí estar en agua helada, porque podría haberme subido la fiebre.

Lo peor de todo aquello era  que Rydar tenía razón. Y yo no era diferente, es más, era igual que mi propio padre, lo cual me daba asco. Yo, yo misma, la que se había jurado tantas cosas, la que había llorado hasta tener la garganta seca y los ojos doloridos, yo era eso. Un ser horrible, una asesina, una Beorc más. Y nada ni nadie serían capaces de reparar todos los horrores que poblaban mi pasado y mi presente, ni todos los horrores que había hecho yo. 

Entiéndeme, no os estoy juzgando por ello, ni tampoco creo que seáis mejores o peores que nosotros, al revés lo acepto como tal y no me parece mal, vuestras costumbres, historias y vidas son diferentes a la nuestras, por lo que vuestros motivos también lo son. Aprender a convivir con los demás solo se trata de aceptar como somos realmente, sin prejuicios.

Ni si quiera llegué a escuchar aquella parte de su conversación. Estaba demasiado inmersa en recuerdos, llenos de sangre y de muerte, de dolor. Mi vida era el perfecto drama lacrimogeno, y si hubiera tenido un final feliz podría haber hecho una obra bonita novela y ponerme a venderla. Habría sido rica. Pero estábamos en la vida real y los finales felices no existían. Ni ellos, ni el amor. Pensé en el amor. ¿Cuanto tiempo hacía que no abrazaba a nadie? ¿Cuanto tiempo hacía que mi corazón se había vuelto de frío hielo, y no había cabida para aquellos sentimientos?

Aunque bueno... para lo que servían. El amor sol traía consigo odio cuando es una traición, dolor cuando es una perdida. Y el amor... un sentimiento que debía ser hermoso, feliz, un sentimiento que había olvidado como vivir, se había convertido en el odio más fuerte y fiero que había sentido nunca. El amor no servía para más que para destrozar a todo aquel que lo sentía.
Mi mente seguía divagando sola. A pesar de toda la repulsión que sentía hacía el amor, en lo más hondo había una pequeña duda que me carcomía el alma. ¿Llegaría a vivir sin arrepentirme de todo? ¿Llegaría a dejar atrás todo el odio ya  volver a sentir la parte maravillosa de todo aquello que ahora daba por falso y estúpido? ¿Realmente llegaría a dejar el dolor en el pasado y seguiría viviendo mi vida, o estaría anclada en aquellos sentimientos eternamente?

-!Yo tengo cuatro peces y tu ninguno!, de momento he ganado, yo por mi parte tengo suficiente comida para llenar el estómago, me retiro, si quieres compartimos el pescado, si no, puedes pescar unos pocos  mas e intentar ganarme, después tráelos que haremos una buena merienda.No te preocupes no me los comeré crudos, haré una fogata

Aquella voz ciertamente familiar me sonó tan lejana que me devolvió al presente y a la realidad. Mis ojos se deslizaron por la suave superficie del mar hasta dar con la figura pelirroja sacudiéndose como un perro recién salido de un río. Aquella visión no me ayudo en nada. Recordé a Kurtz cuando llovía y se iba a pasar la noche en el  bosque, dejando que su parte animal se desfogase. Sus aullidos resonaron en mis oídos y dos lastimeras lágrimas nacieron en mis ojos. Cuanto amor había sentido, y ahora cuanto odio...

- Ku...-comencé a hablar pero entonces me di cuenta de que me estaba equivocando de nombre, y que no era la primera vez que me pasaba, aunque hacía mucho tiempo que no vivía mis sentimientos con tanta intensidad.- Rydar...-comencé lentamente.- No me importa, no sé pescar, pero en cambio sé cazar como nadie. Así que has ganado.

Después de aquellas palabras me quedé flotando un rato en el agua, con las olas meciendo mi cuerpo con la marea, el agua lamia mi piel y movía mis cabellos de una forma antinatural, como si flotasen a mi alrededor. Intenté despejar mi mente de todo aquello que iba y venia, que confundía el pasado y el presente de forma aterradora. Estaba mareada y asustada por tantos recuerdos a la vez pero conseguí centrar mi mente. Veía por el rabillo del ojo al hombre pelirrojo que iba a venia incansablemente ocupado con sus quehaceres. Ahora recordaba porque odiaba no tener trabajo. Con la mente desocupada, lo único que me quedaba era pensar. Y siempre que pensaba, lo único que era capaz de ver era las atrocidades de las que era culpable.

-!Eiiiiii!, ya está listo el pescado, !a zampar!.

Cuando vi el fuego estallar en la playa me enderecé en el agua y comencé a caminar hacía la orilla. Un poco de calor le vendrían bien a mis músculos, fríos y endurecidos por el agua, algo entumecidos. El hecho de moverlos ayudó un poco a sentirme mejor físicamente.
Salí del mar chorreando agua por todo el cuerpo, mientras los pequeños riachuelos de agua salada recorrían mi cuerpo, descendiendo por mi vientre y mis piernas hasta volver al mar. La camisa blanca se me pegaba a la piel de los brazos y la barriga, y como no, a los pechos, pero eso era algo bastante usual. Mis pies se hundieron en la arena, que se pegaba a la planta y entre los dedos con la humedad del agua. Al llegar a la hoguerita el calor me dio de lleno y lo agradecí. Cerré los ojos mientras recogía mi pelo tranquilamente en una larga trenza. El olor del pescado asado era realmente bueno, pero yo no tenía hambre. Estar tan nostálgica siempre me dejaba físicamente muy cansada. Era una sensación horrible.

Miré como Rydar comenzaba a devorar uno de los pescados con hambre atroz, pero debía suponer que después de tres días sin comer, se habría comido con la misma energía hasta la arena de la playa si hubiera sido comestible. Alcé la vista hacía el cielo, donde las nubes se movían lentamente sobre nosotros, testigos de todo el mundo sin voz ni voto.

-¿Que opinas del amor, Rydar?-Pregunté sin pensar siquiera en lo que estaba diciendo.
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El viento no podrá llevarse tu nombre, ni el fuego quemar tus recuerdos, por que cuando cierro los ojos, aún puedo oír tu voz.


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