Fire Emblem: Shadows of the Empire
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Jugando entre bestias [Rydar y Déteka]

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Author Topic: Jugando entre bestias [Rydar y Déteka]  (Read 789 times)
Déteka
Beorc Mercenario
Cadete
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« Reply #30 on: May 10, 2011, 01:14:35 pm »

Observé aquella triste sonrisa pintada en su boca y pensé que alguien como él no se merecía verme cometer esas atrocidades que pensaba enardecida. Podía ver en aquellos ojos verdes que luchaba por que todo aquello no fuera más grande que él, intentaba mantener la calma, y la cabeza fría. A mi no me importaba lo grande que fuera, simplemente me dejaba llevar, y asesinaba y mataba sin pensar que consecuencias podría acarrear para los demás, y para mi misma. ¿Que pensaría de mi si me viese hambriento en dos a un hombre tirado en el suelo, indefenso ante mis mandobles?

Me sentí estúpida pensando aquello, no era un hombre indefenso, era un mercenario que había intentado matarme, al que yo había vencido con todas las de la ley, pero no contenta con ello iba a matarle. Je... nunca me había gustado jugar a los caballeros y al honor, no poseía misericordia en mi negro corazón, solo era una guerrera desbocada, con deseos oscuros y sangrientos cuando tenía dos espadas en las manos. 

Había apartado la mirada del estúpido gordo, porque no lo soportaba, pero no esperaba que al otro lado de aquella visión me esperarían los brazos de Rydar. Mi mente estaba puesta en el gordo a nuestra espalda, y lo único que pude hacer por corresponder el abrazo fue alzar unas manos temblorosas, que se aferraron a sus costados, en un abrazo incompleto, pero mi cuerpo temblaba de ira no quería apretarle y herirle. Rydar no se lo merecía, el lo único que había hecho había sido intentar ayudarme aquella mañana. Técnicamente había sido culpa mía que él viviera aquello. Sus dulces palabras me susurradas me obligaron a cerrar los ojos, haciendo que dejara de temblar durante un solo instante. Me percaté en aquel instante de que por una vez, en muchos años, había alguien detrás de mi para cogerme la mano y decirme que parase. Alguien que quisiera compartir la carga en la que se convertían aquellos momentos cuando se transformaban en recuerdos.

Tranquila Det… calma tu ira, calma tu pesar…déjame esto a mi…

Apoyé la cabeza en su pecho, con el pelo escondiendo mi rostro. ¿Que se lo dejara a él? ¿Él que se había visto involucrado en otro de mis errores?
El sonido de la gente acercándose me aterrorizó porque lo conocía demasiado bien. Alcé la vista con el terror reflejado en los ojos y me di cuenta de que aquella vez no irían a por mi, o tal vez si. Pero aunque no fueran a por mi aquella escena seguía siendo igual de aterradora para mi, porque detrás de mis ojos era noche cerrada, mis pies no se hundían en la arena mojada si no en la tierra suave y áspera y la hierba. Allí frente a nosotros no había una madre buscando a su hijo desesperada, si no mi padre armado buscando la sangre de los míos.

Miré hacia atrás observando la vil mentira del gordo, le temblaban los dedos de forma convulsiva, así que deduje que debía haberme cargado algún nervio de la mano, pero no e importaba. Aquel cerdo no sabia mentir. 

-¡Como habéis podido!, acaso no  somos hermanos de raza…!no mereces vivir!

Cuando su voz temblorosa se alzó no pude evitar soltar una risa. Aquella mujer hacia llamamientos de hermandad a Rydar, y nuevamente mi pasado me atormentaba. Yo sabia que dicha hermandad no existía, ni para los Laguz ni para los Beorcs, lo único que era capaz de mover a las personas era el odio. Y aquellos pensamientos se manifestaron en un montón de pueblerinos armados, dispuestos a matar sin piedad, sin darnos ni siquiera la oportunidad de hablar, de defendernos. Sin mostrar una pizca de piedad por los que moríamos bajo sus manos en el pasado. Mi mente volvió al pasado, y en mi espalda un dolor agudo, recuerdo de latigazos, me hizo gemir ligeramente, era como si todo mi cuerpo fuera capaz de viajar al pasado mientras observaba el presente, y el dolor era tan vívido que me asustaba. Me dolían las manos allí donde las sogas las había mantenido sujetas, me dolían las cicatrices de donde el látigo había castigado mi piel, me dolía el vientre donde la sangre había llevado consigo el cuerpo de un bebe que aun no era suficientemente grande para vivir fuera de mi.

Mis manos respondieron el impulso del que había carecido en el pasado y busqué los mandobles en las vainas pero mi recordé que no estaban conmigo, que aguantaban a aquel maldito aferrado a la arena. El brazo fuerte de Rydar se interpuso en mi camino en busca de mi espada, mientras hablaba con aquel pueblo, él parecía tener una fuerza que yo no llegaba a entender. Estaba tranquilo, o al menos lo aparentaba, lo mantenía todo bajo un férreo control. No pude evitar admirarle, porque yo jamas había albergado esas loables cualidades.

Mientras aquella madre descubría la triste verdad, yo me acerqué al gordo, con más calma, y retiré mis mandobles de sus manos mientras el pueblo gritaba furioso a mis espaldas, el sonido de armas chocando era audible, los gritos, la rabia y el dolor, aquellas voces se unian para buscar venganza. Miré al gordo que intentaba arrastrarse por la arena y le dediqué una sonrisa fría y afilada.

-Tal vez cuando vuelvas a nacer, Ashunera te convierta en una mejor persona. Pero por ahora, disfruta de lo que te queda.

Le di la espalda y me marché mientras el pueblo comenzaba la matanza. No deseaba ver algo que yo había hecho. La venganza era algo tan amargo y estúpido... vengarte nunca te devuelve lo que has perdido, y cuando terminas, la satisfacción se esfuma. Solo queda un vacío. Un inmenso y solitario vació, lleno de dolor.  ¿Habría luchado alguien así por mi? ¿Alguien habría querido vengar a mi hijo de aquella forma? Mis manos temblaban otra vez pero ahora porque intentaba retener las lágrimas. Había estado tan sola... ni siquiera había quedado alguien que me llorase, o que llorase a mi hijo, como aquel pueblo lloraba a su pequeño perdido. Había estado tan sola siempre...

Parece que el desenlace ha sido un poco salvaje…espero que estés bien Det…

La voz de Rydar me sacó del deprimente hilo de mis pensamientos, me devolvió a la realidad. Sacudí la cabeza y seguí caminando hacía delante, en dirección a nuestras cosas, que habían quedado abandonadas a merced de la tormenta. Supuse que Rydar me seguía y cuando alcancé mis bártulos, tomé el corsé y me lo puse rápidamente, tirando de los negros cordones para que aguantase mi extenuado cuerpo. Envainé las espadas mientras buscaba mis pantalones entre la arena. Mi ropa y la de Rydar se había mezclado y todas las prendas pesaban por el agua que llevaba adherida a sus tejidos.

-Necesito volver a mi hotelillo y tomarme una copa... ¿quieres venir conmigo?

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El viento no podrá llevarse tu nombre, ni el fuego quemar tus recuerdos, por que cuando cierro los ojos, aún puedo oír tu voz.
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