Fire Emblem: Shadows of the Empire
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Noche de taberna [Déteka y Kyle]

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Author Topic: Noche de taberna [Déteka y Kyle]  (Read 46 times)
Déteka
Beorc Mercenario
Cadete
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« on: April 13, 2011, 02:56:12 pm »

Mi viaje de regreso había sido tranquilo, pero largo, atravesando valles y hermosos parajes de regreso a Flaguerre. Después de dos días en el camino necesitaba dormir en una cama de verdad, y no en medio del campo, como había hecho la noche anterior, para desgracia de mi ahora dolorida espalda.
Había resultado un tanto difícil dejar atrás a Rydar, ya que era la única persona que podía considerar "cercana", realmente era mi único amigo y echaría de menos aquella relación de camaradería y complicidad que había surgido. Seguro que aquel viaje de regreso habría estado lleno de risas y conversaciones interesantes si él estuviera conmigo, pero estaba sola, y el cielo estaba ya teñido de un profundo color naranja mezclado con rosa, anunciando el crepúsculo, y la aldea más cercana aun era un pequeño punto oscuro en la lejanía, donde empezaban a encenderse pequeños puntos de luz según se iba haciendo de noche.

Le dí un par de golpes con suavidad en las costillas instando al corcel  a que pasase al galope. Obediente, echó a correr con la toda la fuerza noble que tenía aquel hermoso animal. El viento golpeaba mi cara y azotaba mi cabello, con el sol ocultándose tras el horizonte a mi espalda, y el pueblecito haciéndose más grande ante mis ojos, a pesar de ello tardé casi una hora en llegar a las animadas calles, y cuando llegué estaba todavía más cansada que antes. Sonreí al ver el pueblo, era bonito y típico, con casas de piedra y una gran plaza en el centro. Fue allí donde me dirigí. Las mejores posadas solían estar en las plazas, o en las zonas céntricas de las poblaciones. Entré en la primera que vi, dejando a Kiba afuera, en el abrevadero que tenían para los caballos.

La planta baja era una amplia estancia que hacía las veces de taberna. Al fondo a la izquierda y a la derecha había unas escaleras que llevarían a la zona de las habitaciones, y entre ellas una barra donde estaba el posadero. Me acerqué al hombre, el cual tenía la típica apariencia de posadero, algo mayor, rondando los cuarenta y todos años, con el pelo cano, allá donde le quedaba, porque tenía una calva que le llegaba a la mitad de la cabeza. Era algo gordinflón, y cuando alzó al vista para mirarme vi que estaba fregando unos vasos. Me echó la típica primera mirada que me daba todo hombre, parándose primero en las tetas, en un estúpido intento de disimularlo, el cual nunca funcionaba, y según iban bajando se encontraban con los mandobles y subían los ojos de golpe a los míos. "Bien, por fin has encontrado los ojos de la clienta, felicidades..." Pensé sarcásticamente, devolviendole la mirada sin sonreírle, ni siquiera por cortesía.

-Buenas noches, ¿cuanto cuesta la habitación?

-Bueno, según la habitación. La normal cuesta 5 monedas, pero a usted señorita le recomendaría la habitación grande. Es más bonita, y más pulcra, pero...

-¿Cuanto?-Pregunté bruscamente. El posadero dejó el vaso brillante y limpio sobre la barra y levantó 10 deditos. Puse una mueca y solté las 10 monedas de mala manera en sobre la barra.- Espero que eso incluya un sitio en los establos para mi caballo.

-Porsupuesto señorita.-Dijo con una sonrisilla estúpida.-Dejadme que os acompañe atrás un momento.

El hombre salió de detrás de la barra, y entonces me llegó el olor de la cerveza y el sudor. Le dijo a alguien a gritos que atendiese la barra mientras él salía y supervisé como dejaba a Kiba en un espacio limpio y agradable para mi corcel. Un muchacho se encargó de ponerle comida y llenarle el pequeño abrevadero que tenía para el solo en su cuadra. Cuando volvimos me dio la llave de mi habitación y subí sin darle las gracia siquiera.
La habitación no estaba mal. La cama era grande, el colchón cómodo. La habitación también era grande y limpia, impersonal, y con vistas a la plaza. Tampoco era nada especial y tal vez algo cara para lo que había pagado, pero tal vez la comida fuera mejor, y no esperaba pasar más de una noche allí. El baño tenía una ducha, que pedí que llenasen de agua caliente. No tardaron demasiado, y por fin, después de dos días andando, sudada, comiendo porquerías que cazaba por ahí medio crudas, cansada y con los pies doloridos, pude meterme en agua caliente. Solté un suspiro largo y placentero cerrando los ojos. Aquella era la sensación más maravillosa que podía vivir, mi cuerpo se relajó y estuve a punto de dormirme. Para mi desgracia, el agua se enfriaba, y me obligué a terminar con aquel relajante baño, a lavarme a fondo y quitarme toda la mugre. Cuando aquel baño terminó me vestí con un vestido blanco,
simple, el único ornamento que tenía era una linea dorada en el escote de barco, que iba de un hombro al otro. El vestido se ajustaba a mi cuerpo hasta las caderas, donde caía de forma elegante y suave, haciéndome parecer más femenina de lo que realmente era.

Bajé a la taberna y me senté en una de las mesas. Las miradas por parte de los hombres resultaban incansables, y me empezaba a cansar de todo aquello. Me sirvieron una comida que me comí con lenta parsimonia, pensando en que en realidad había mucho mercenario y gente rara allí dentro. Un hombre enorme me miró el culo mientras iba a la barra a buscar una buena copa que fuera lo suficientemente fuerte para poder olvidarme un poco de lo que había sucedido en aquel pueblo. Había sido una pelea dura y cruel, necesitaba borrarlo de mi cabeza. Mi cabeza iba y venía en aquel barullo de gente entrando y saliendo en la que se había transformado. De pronto había allí mucha gente, hombres, y mujeres que no se ocultaban demasiado su cuerpo.

Suspiré. "Este pueblo está lleno de gentuza por la noche. Espero que mañana por la mañana está mejor" Había llegado a la barra y el posadero estaba en la otra punta. Exasperada sacudí la cabeza, tamborileando con los dedos sobre la madera. Fue en aquel momento en el que un pequeño detalle remató aquella noche que iba de mal en peor. Una mano grande y fuerte, ¡me agarró el culo!. La furia estalló como el fuego de una bomba en mi interior y me giré. Vi a un muchacho joven, rodeado de jovencitas, y su mano estaba suelta, su mirada hacía mi, pintada de lujuria. Caminé hacía el y le di unos golpecitos en el hombro, con una sonrisita en la boca.
Era hora de divertirse.

-Mmm, veo que te has dado cuenta.-Dijo soltando a las dos que llevaba amarradas por la cintura y adoptó una pose chulesca.

-Si que lo he sentido, pero creo que a mi tio no le ha gustado tanto.

El hombre abrió mucho los ojos mirando a mi espalda y se giró rápidamente. Después de aquella pequeña actuación y ver como intentaba escabullirse ahora, cogí fuerza y le di una patada en la espalda, que lo tiró al suelo. Toda la taberna se giró hacia nosotros. El joven se levantó, rojo de ira y yo, con un sonrojo totalmente falso en la cara, me aparté, y señalé a mi espalda a un hombre cualquiera, que estaba de pie.

-Te dije que no le había gustado. -Mi voz de niña buena le hizo enrojecer y yo me escabullí entre la multitud. Como en toda pelea de taberna, solo hacía falta un golpe para que todo estallara, y al muchacho no le hizo falta más de dos segundos para asestarle un puñetazo a aquel desconocido.

Subí riendo hasta las escaleras y me senté arriba, mirando la posada  a mis pies y sintiéndome perversa y malvada. A mis pies todo el mundo había empezado a golpearse entre si, las sillas y las mesas volaban, las botellas se estrellaban contra las paredes y sobre las cabezas de unos y otros. Agradecí no estar abajo, porque si, podría ser divertido, pero aquello era una tremenda locura, era un todo contra todos. El caos completo a mis pies, y yo disfrutando de mi creación. Pero sinceramente, no estaba de ánimos para ser buena y amable, para portarme como una niña buena, para ser justa como intentaba serlo. Por una vez, quería olvidarme del mundo un ratito y disfrutar del espectáculo.
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El viento no podrá llevarse tu nombre, ni el fuego quemar tus recuerdos, por que cuando cierro los ojos, aún puedo oír tu voz.

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