Rayon
Beorc Mirmidón
Capitán
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Sombra de la tempestad
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Cuando me retiraba tras besarla, fue ella la que me cogió del cuello y me llevó a sus labios, aunque de una forma mucho más sutil y sensual de la que yo habría podido hacer ni si quiera en mis más delicados intentos. Sus labios seguían siendo tan suaves como recordaba y parecían ligeramente humedecidos, lo que acentuaba aún más esa sensación. Le sonreí y posiblemente la habría traído de nuevo a mis propios labios si no hubiera hablado antes. No pude evitar "sacarle punta" al comentario que me dijo, especialmente por lo ocurrido la noche anterior, pero comprendí el verdadero significado y aguanté lo mejor que pude.
Me encaminó a una pequeña cantina, que sería posiblemente el único establecimiento con alimento y alojamiento de todo el pueblo, que era lo habitual. No me agradaban mucho esos lugares, y cuando estuve con "el grupo" en una posada de verdad vi la verdadera diferencia, pero al estar la más cercana en Flaguerre... mejor contentarse.
Isis recordó una anécdota y no pude evitar la reflexión sobre ello. Una chica, en un estado que había salido hace poco de la guerra, y nuevamente invadido, llevara ropajes altamente provocadores solo podía significar una cosa, a pesar de que no resultaría muy agradable para el oído.
-Supongo que la facilidad dependería del tamaño de... la cartera, posiblemente.-
Dejé una pequeña pausa para que imaginase lo que quisiera antes de darle mi opinión completa, para gastarle una pequeña broma no demasiado inocente, a lo que sin dejar esperar mucho rato más, ya que no era normal que un tío con armadura oscura entrase en tu bar, y quizás hasta ya había llamado al "tío del pueblo que sabía pelear" y no tenía ganas de un aburrido duelo, así que alcé mi voz, y me hice notar.
-¡Tabernero! ¿Tiene sitio para este pobre peregrino y su acompañante en algún lugar?-
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